Por qué luchamos

José Merino del Río

"Grano de Arena" <informativo@attac.org>

15 de julio del 2003

 

EL GRANO DE ARENA

Correo de información ATTAC n°201 Lunes, 14/07/2003 ______________________________

Por qué luchamos. En América Latina estamos presenciando el
derrumbe del modelo neoliberal y un reordenamiento de las fuerzas
sociales y políticas. El neoliberalismo convirtió a nuestro continente
en una fábrica de pobreza y de desigualdad. La lucha por otra Costa
Rica posible se está librando aquí y ahora. Estamos viviendo un
proceso donde un sector de nuestro pueblo, todavía numéricamente
pequeño pero que gravita con posibilidades de influencia creciente,
lucha por afirmar y radicalizar la democracia frente a los intentos de
la plutocracia de recortarla y secuestrarla.
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Por qué luchamos

José Merino del Río*

De pronto el país se llenó de gritos estridentes. Las cúpulas de las
cámaras patronales y el estado mayor mediático de la oligarquía
político-financiera, descubrieron que terribles sindicatos y
siniestros agitadores conspiraban contra la democracia y pretendían
asaltar el poder(1). Bastaron dos huelgas: la del ICE y la del
Magisterio, y una amenaza más virtual que real de huelga general, para
que cundiera la histeria, que ni siquiera en los días del Combo se
manifestó con este grado de virulencia verbal, que al mismo tiempo
reclamaba al Gobierno mano dura para restablecer el orden, su orden.

Hay en este comportamiento nervioso y violento de la plutocracia
nacional, elementos de una nueva situación que debe analizarse y
discutirse para tratar de entender las claves de una confrontación que
globalmente enfrenta a la barbarie con el bien común, y que
nacionalmente podríamos sintetizar en la pugna que ya está en curso
entre una democracia autoritaria de baja intensidad por la que combate
el bloque oligárquico-neoliberal, y la democracia avanzada por la que
luchamos las fuerzas populares y patrióticas.

¿Cómo entender la índole profunda del conflicto que tenemos ante
nuestros ojos? Tal vez el hecho más importante del siglo que acaba de
comenzar, se produjo con la imposición de G. Bush como presidente de
Estados Unidos, a pesar de que había perdido las elecciones. Ese golpe
de Estado, como en su momento lo definió el propio Al Gore, expresó la
decidida voluntad de fuerzas imperialistas extremistas de imponer un
presidente que asumiera el unilateralismo norteamericano, para asaltar
el poder mundial por medio de la superioridad militar absoluta. Aquí
lo fundamental es desvelar el nexo entre la guerra de la globalización
y el modelo económico-social del capitalismo neoliberal, como
estrategia general del imperio bajo George W. Bush. El derrumbe de las
torres aceleró el proceso, pero la estrategia ya estaba diseñada y
decidida. La administración Bush anuncia la guerra global sin fin, es
una guerra sin victoria y sin paz, es permanente, el plan militar está
al servicio del modelo neoliberal salvaje de la empresa transnacional,
hay una mezcla compleja de razones geopolíticas y económicas.

Como dice el egipcio Samir Amin, es necesario que tengamos el coraje
de decir esas verdades: «Hoy Estados Unidos está gobernado por una
junta de criminales de guerra que llegaron al poder a través de una
especie de golpe de Estado»(2) . Hay en este poder una pulsión de
muerte únicamente comparable a la política nazi; igual que los nazis,
Bush plantea que los Estados Unidos deben ir tan lejos como su fuerza
lo permita. Ya Thomas Mann había advertido en 1948 que Estados Unidos
mientras que de puertas adentro era aún una democracia, en las
relaciones con el exterior defendía y protegía el fascismo.

Cuando se habla hoy de la posibilidad de un fascismo americano, no hay
que homologarlo necesariamente con todas las características brutales
del nazismo, Bertolt Brecht planteó el problema con una visión
anticipadora: «Si se diera un fascismo americano sería «democrático».

Como señala el italiano Luciano Canfora(3) hoy, cuando la política
mundial se ha convertido en un fenómeno único, el carácter fascista de
un sistema político ya no se distingue aislando el contexto nacional,
sino a escala de todo el «campo». Lo dice Bush en el documento de su
gobierno sobre la Estrategia de Seguridad Nacional: «Somos una fuerza
militar sin paralelo, tenemos el derecho de actuar en todo el mundo
para imponer la economía de mercado y garantizar la seguridad
energética, y podemos atacar a quien consideremos una amenaza o a
cualquier país que pueda convertirse en una competencia militar»(4) .
Lo sabíamos, y los hechos lo confirmaron, que el objetivo de la guerra
contra Irak, no era propiamente Irak. El objetivo es el orden mundial,
la tentativa en curso de redefinir el mundo mediante la fuerza
(invasión y ocupación militar), la mentira (no hay armas de
destrucción masiva en Irak) y el asalto frontal al concepto de
democracia (comenzando por la demolición del derecho internacional).

Está claro que la estrategia general apunta a mantener la supremacía
geopolítica global de los Estados Unidos y a imponer el modelo
americano de mercados libres y libre comercio. Son las dos caras de
una única política de seguridad. El economista Paul Krugman(5)
reconoció que el mundo ha vuelto a las desigualdades de los años
veinte del siglo pasado en la distribución de la riqueza. Se trata de
una salvaje expropiación de rentas populares y nacionales, que sólo
podrá mantenerse con el uso de la fuerza.

En América Latina estamos presenciando el derrumbe del modelo
neoliberal y un reordenamiento de las fuerzas sociales y políticas. El
neoliberalismo convirtió a nuestro continente en una fábrica de
pobreza y de desigualdad. Ante la irrupción de la protesta, Estados
Unidos está reaccionando con una mezcla de guerra y de libre comercio.
No podemos predecir cómo se desenvolverá en detalle esta crisis del
neoliberalismo, pero sí podemos esperar que el imperio intervendrá
política, económica y militarmente para tratar de evitar rupturas
democráticas protagonizadas por las fuerzas populares y
antiimperialistas.

La confrontación política y social hoy en nuestro país, tiene como
telón de fondo ese contexto. El Tratado de Libre Comercio con los
Estados Unidos, en el marco del Area de Libre Comercio de las Américas
y del Plan Puebla Panamá, se orienta a apuntalar el modelo neoliberal
mediante una especie de anexión neocolonial de las economías y
sociedades centroamericanas. La estrategia de dominación económica,
tiene su brazo armado en el Plan Colombia, que es el plan piloto de la
remilitarización y pentagonización de América Latina. El presidente de
Colombia, Alvaro Uribe, ha pedido que Washington haga en nuestro
Continente «lo mismo que en Irak»(6). Costa Rica es así vista como
campo de operaciones del doble ejercicio estratégico del imperio: en
lo económico el TLC, en lo geopolítico la Academia Militar, bajo el
disfraz de academia policial para el cumplimiento de la ley(7) .

Esa estrategia choca con la resistencia popular que se expresa tanto
en el rechazo a las políticas neoliberales de desmantelamiento del
Estado social, como en el fuerte repudio a la guerra y a la
integración del país en la política militarista de Bush.

Los intentos del bipartidismo cogobernante de Liberación Nacional y de
la Unidad Socialcristiana, de radicalizar la política de
privatizaciones, desregulación y liberalización, se saldó
temporalmente con la derrota que sufrieron en las jornadas de lucha
contra el Combo del ICE. Ante la crisis galopante de las tradicionales
formaciones políticas del capital, carcomidas por la corrupción, un
periódico asumió la función política de estado mayor de la oligarquía.
Hay que recordar que en medio de la crisis del PLUSC, fue desde el
periódico La Nación que surgió el proyecto de eliminar la prohibición
constitucional de la reelección presidencial, para aupar a Oscar Arias
al poder. El primer intento resultó fallido, al no encontrar
suficientes apoyos ni en la Asamblea Legislativa ni en la Sala
constitucional. Entonces se inventaron a Abel Pacheco, que de la noche
a la mañana pasó de apacible y disciplinado diputado oficialista, a
encabezar las encuestas de opinión para la presidencia de la
República. No fue Fishman el que se inventó a Pacheco, fue el señor
Jiménez-dueño de La Nación- el hacedor del «milagro», al incluir, sin
que el interesado lo solicitara, el nombre de Pacheco en las encuestas
de UNIMER.

A sabiendas de que el gobierno de Pacheco no puede ir más allá de un
parche de transición, continuaron con la maniobra reeleccionista que
al final consiguieron, mediante un cambio de composición de la Sala
constitucional que permitió dar un cuartelazo, como lo ha denominado
el exdiputado Alberto Cañas. ¿De qué se trata? Piensan que Arias puede
lograr conjugar la unidad oligárquica en la cúspide, con la creación
de un consenso social en torno a ese predominio oligárquico. La
construcción de ese consenso, que está en marcha, es necesario
ratificarlo con una holgada victoria en las urnas. El sociólogo
brasileño Theotonio Dos Santos llama «golpes de Estados electorales»,
a las nuevas formas de legitimación de la gestión estatal que están
poniendo en funciones los neoliberales, para evitar ser desalojados
del poder8 . No es una situación nueva, el modelo de democracia
oligárquica ya estaba presente en la democracia ateniense: una élite
dirige los asuntos públicos y pide periódicamente la legitimación de
las masas. Lo que ocurre es que el modelo entró en crisis y necesitan
a una figura como Arias para recomponerlo.

Pero la reagrupación política del bipartismo mediante la candidatura
de Arias y la «reconciliación» de Pacheco con Calderón, no es
suficiente. Han puesto a decir al Presidente que lo que el país
necesita es otra Constitución. Con todas sus severas limitaciones, la
Constitución vigente es la de las garantías sociales y la intervención
del Estado en áreas estratégicas de la vida nacional, precisamente lo
que los neoliberales quieren eliminar. Los presidentes del período
neoliberal llaman ingobernabilidad a las garantías sociales y
democráticas, que frenan y obstaculizan el asalto total al Estado
social y de derecho. Necesitan una Constitución que consagre ese nuevo
orden, autoritario en el campo democrático y neoliberal en el terreno
económico, social, cultural y ambiental.

Cuando el bloque oligárquico neoliberal pide mano dura contra los
sindicatos y orquesta una millonaria campaña de difamación contra las
organizaciones sociales populares y sus dirigencias, sabe lo que está
haciendo, no se trata de un berrinche de circunstancias. Esa fuerza
sociopolítica popular les impide aplicar el programa de
privatizaciones y de liberalización y desregulación del mercado
nacional, especialmente del mercado de trabajo. No es todo el
empresariado, ni tampoco toda la clase política dominante, ni todas
las empresas de comunicación, los que están en el bloque de la
agresión al movimiento popular; se trata de la fracción hegemónica
(poco numerosa pero con gran poder), fundamentalmente del sector
financiero, maquilador y comercial, altamente transnacionalizado,
apadrinados por la AID estadounidense que sembró una «donación» de mil
millones de dólares para contribuir a la articulación del bloque,
vinculados algunos de ellos a mafias internacionales de la economía
sumergida y que han aglutinado en su entorno a los sectores más
corruptos y entreguistas de la clase político-empresarial, los que no
pagan impuestos y se han beneficiado de conocidos asaltos a los
dineros públicos. Este bloque transnacional no tiene proyecto de país,
piensan en una Costa Rica enclavada en los dominios estadounidenses,
una especie de factoria-protectorado vigilada, donde puedan vivir sin
sobresaltos de un rentismo especulador propio de un Estado-vasallo.

Si su estrategia general ya sabemos que se orienta a las «relaciones
carnales» con los Estados Unidos, para usar la expresión que
popularizó Menem en la Argentina y que con tanta admiración fue
recibida por nuestros neoliberales, a corto plazo la batalla la
plantean en los siguientes terrenos:

En el político.

Recomponer el cogobierno bipartidista, Arias reagrupando al PLN y
Calderón haciendo lo mismo en el PUSC. Aislar y quebrar a las fuerzas
sociales organizadas que oponen resistencia y presentan alternativas.
Abortar cualquier intento de radicalizar la democracia, que pretenda
instalar nuevos instrumentos de participación y de construcción de
verdaderos consensos demo-cráticos. Instaurar la democracia de baja
intensidad con respuestas de orden, seguridad, control y penalización
de las protestas populares, y con la reducción de la democracia
representativa a los meros procedimientos técnicos que les permita,
mediante el fraude de la financiación, la hegemonía en el mercado
electoral.

En el financiero.

Acelerar las reformas que están en la Asamblea Legislativa, para
fortalecer la autonomía del Banco Central y otorgarle así un poder
político desmesurado, enmascarado en competencias técnicas. Es una
reforma de enorme impacto en la vida democrática, una cuestión vital
de nuestro tiempo: el traspaso de la autoridad de decisión política a
los expertos monetarios y, por tanto, a las instituciones financieras
que no tienen ninguna legitimación electoral. Trátase de una especie
de dictadura de los técnicos al servicio de los poderes económicos más
fuertes, que en América Latina ha dado origen a una etapa de
corrupción pública y corporativa colosal. Asi las decisiones cruciales
sobre política económica las toman «expertos» del Banco Central,
mientras en el parlamento se llevan a cabo discusiones apasionadas
sobre la fecundación asistida y la distribución de oficinas. Además,
esas reformas pretenden ahogar a la banca pública y establecer el
reino de la banca privada.

En el tributario.

Se libra aquí una fiera y silenciosa lucha para evitar que los ricos
paguen impuestos. Se habla ya de la «rebelión de los mercedes benz»,
si la Asamblea Legislativa se atreve a aprobar impuestos que graven
las rentas de los poderosos. Ante la evidencia de la pequeña carga
tributaria, como porcentaje del PIB, que hay en el país en relación
con otros países de nivel medio o alto de desarrollo, los neoliberales
presionan para que sean los trabajadores lo que asuman nuevas cargas
fiscales y que el Estado reduzca los gastos, naturalmente empezando
por el gasto social y la inversión pública. Las huelgas del ICE y del
Magisterio, tienen mucho que ver con este debate; los neoliberales
dicen que tanto las inversiones del ICE como las pensiones son
insostenibles, porque alimentan una dinámica imparable del crécimiento
del déficit público. Pero el déficit se alimenta fundamentalmente de
otras fuentes, comenzando por la rebelión tributaria de los poderosos,
la corrupción y las diversas formas de criminalidad fiscal.

En el económico.

El debate alrededor de la ley de fortalecimiento del ICE, es una
piedra de toque de la correlación de fuerzas que en el espacio
parlamentario se puede dar en cuanto a la visión del papel de las
empresas públicas en el desarrollo nacional, un aviso también de cara
a la suerte del TLC en la Asamblea Legislativa. Los neoliberales,
después de la sacudida del Combo, no se atreven a plantear
abiertamente la privatización, pero en los subterráneos del poder se
conspira todos los días para estrangular a las empresas estatales de
energía, telecomunicaciones, seguros, combustibles, banca. Como
privatización se ha convertido en palabra maldita, se recurre a
términos más neutrales o engañosos, tales como apertura, concesión,
gestión interesada. Con esas figuras se ha privatizado de hecho la
revisión técnica de vehículos y el aeropuerto, ahora van a por las
cárceles, los puertos, el agua.

En el social.

El crecimiento patente de la desigualdad y el proceso imparable de
concentración de la riqueza, está siendo agravado por el ataque
sistemático a los derechos de educación, salud y jubilación. Se
discute en el parlamento una reforma al Código de Trabajo para
desregular la legislación laboral que lesiona los intereses de toda la
clase trabajadora, mientras hay una fuerte resistencia para ratificar
o aprobar legislación para respetar y fortalecer los derechos de
sindicalización, huelga y negociación colectiva. La tendencia
decreciente de los salarios, el aumento del desempleo y el fracaso de
la lucha contra la pobreza, es una agresión que sufren cotidianamente
las mayorías populares. La situación es especialmente preocupante en
el campo, donde mientras cae la producción para la seguridad
alimentaria nacional, crece alarmantemente la pobreza y la
marginación.

En el ambiental.

La más grave amenaza que enfrentamos como nación es la intensa campaña
en curso para privatizar el agua, que ya está dando algunos frutos a
los enemigos del país, además de toda la ofensiva sobre propiedad
intelectual para robarnos nuestra biodiversidad. En el gobierno
empiezan también a escucharse las voces del «equipo económico» para
revisar la prohibición de la explotación del petróleo y la minería a
cielo abierto.

Todo está cubierto bajo el paraguas del TLC. Nos encontramos ahora en
una especie de pulso, en el que los sectores ultras del gobierno y del
bloque empresarial-financiero-mediático buscan asestar golpes
políticos a los sectores populares mejor organizados y más combativos,
con el fin de minar la resistencia del pueblo al TLC y a la Academia
Militar. No es por casualidad que el combo neoliberal reaccionara tan
visceralmente ante el acuerdo de un sector del gobierno con diversos
grupos sindicales y sociales, para instalar mesas de diálogo y de
participación alrededor de diversos temas nacionales, lo que más les
irritó fue que se mencionara el TLC, secuestrado por un grupo de
negociadores financiados, ¡qué vergüenza!, por los Estados Unidos.

El mencionado «pulso», que algunos llaman «empate político», se lleva
a cabo en condiciones complejas y duras, pero también cargadas de
esperanza para la clase trabajadora y el movimiento popular y
democrático. Es cierto que luchamos contra poderes descomunales y muy
agresivos, pero existe un estado de conciencia avanzada como se ha
visto en las luchas del ICE y del Magisterio que puede traducirse en
una gran fuerza de la resistencia y de la alternativa, si logramos
vencer la dispersión, la desconfianza y el escepticismo que todavía
impera en amplios sectores, tanto de las dirigencias como de las
bases. No es verdad que la lucha de los trabajadores del ICE fue
únicamente por obtener los recursos para el financiamiento de la
institución, como tampoco es cierto que la lucha del Magisterio sea
exclusivamente por la defensa de las pensiones, claro que son dos
razones suficientes para justificar una lucha, pero es miopía unas
veces, y otras simple mezquindad, no ver y reconocer el profundo
sentido ideológico, social y democrático de estas confrontaciones. Lo
que subyace en estas luchas parciales es el enfrentamiento entre dos
líneas de acción política, radicalmente opuestas, cuyo desenlace va a
configurar el rostro de Costa Rica probablemente para muchos años:
profundización y acentuación del modelo neoliberal, con su dinámica
orientada a la desigualdad, la exclusión y el vasallaje del Estado
costarricense, o transición hacia un proceso de ruptura con ese
modelo, fortaleciendo compromisos de solidaridad, inclusión y
soberanía en un proyecto histórico de integración latinoamericana.

La lucha por otra Costa Rica posible se está librando aquí y ahora.
Estamos viviendo un proceso donde un sector de nuestro pueblo, todavía
númericamente pequeño pero que gravita con posibilidades de influencia
creciente, lucha por afirmar y radicalizar la democracia frente a los
intentos de la plutocracia de recortarla y secuestrarla. En la crítica
y en la alternativa ante cada paso que quiera dar esa oligarquía
vendepatria, reside nuestra posibilidad de acumulación de fuerzas y el
avance hacia la reforma democrática profunda del sistema político y
del modelo económico, social, cultural y ambiental predominante.

Hemos dicho que transitar del país que tenemos con su realidad de
pobreza y de exclusión sociales, de corrupción, de precarización del
trabajo, de destrucción del tejido productivo nacional, de creciente
desigualdad, de intolerable violencia patriarcal y sexista, de
depredación de la naturaleza, de incertidumbre y desesperanza para la
juventud, de ascenso del autoritarismo, de ataque sistemático a los
derechos, garantías sociales y servicios públicos, al país que
queremos, necesitará un gran esfuerzo de análisis, deliberación y
convergencia democrática de diversas luchas y movimientos.

La oposición al neoliberalismo es muy heterogénea desde el punto de
vista ideológico, político y social. Por eso es necesario articular
una política de frente único, que reúna a fuerzas políticas diversas
en torno a un objetivo común, que hoy sería, fundamentalmente, impedir
que un TLC anexionista sea aprobado por la Asamblea Legislativa y
derrotar el proyecto de democracia de baja intensidad que combina
medidas autoritarias, con el rearme político-ideológico para
radicalizar el modelo neoliberal. Esa política de frente amplio, debe
vincularse al esfuerzo de unidad y lucha de los socialistas por una
democracia avanzada. Con su habitual agudeza, Franz Hinkelammert nos
alertaba, en uno de los foros contra la guerra que se celebró en la
Universidad de Costa Rica, que ninguna resistencia será posible si el
discurso de la paz no resulta exitoso, entonces un nuevo totalitarismo
ahogará a la humanidad. Quitar al poder de las armas y de la opresión
su legitimidad, desnudarlo, hacer visible su brutalidad, su cinismo
antihumano y su desprecio de los valores de la humanidad desarrollados
en milenios, es vital, si lo logramos podemos hacer algo por esa Costa
Rica y ese mundo posibles.

NOTAS:

1. «...los sindicatos deben dar cuentas claras al pueblo
costarricense por sus actos...¿se le metió al ICE la gradería de sol y
las cucarachas». Campo pagado de la Unión Costarricense de Cámaras y
Asociaciones de la Emprtesa Privada(UCCAEP), en diversos medios de
prensa.

«...La ciudadanía debe pronunciarse ante la amenaza que para la paz
social del país significan los movimientos injustificados de paros y
huelgas, manejados siempre por dirigentes sindicales a quienes parece
no importarles la suerte que corran las instituciones patrias mientras
ellos conserven, y aumenten, sus privilegios políticos y laborales».
Campo pagado del Instituto Costarricense del Sector de la Empresa
Libre(INCOSEL), en diversos medios de prensa.

«Costarricenses, ha llegado el momento de rechazar frontalmente las
pretensiones totalitarias de un grupo de dirigentes sindicales». Campo
pagado de la Cámara de Comercio de Costa Rica, en diversos medios de
prensa. «La Unión de Cámaras propone...Intervención inmediata del
ICE...Suspensión inmediata de la huelga y aplicación de las sanciones
que correspondan». Campo pagado de la UCCAEP , en diversos medios de
prensa. «No son los dirigentes sindicales extremistas...quienes
representan al pueblo costarricense». Campo pagado de la Coalición
Costarricense de Iniciativas de Desarrollo(CINDE), en diversos medios
de prensa. «No podemos tolerar ya más que unos dirigentes sindicales
prosigan en este entretenimiento indigno contra los valores
fundamentales de nuestra sociedad», tomado de uno de los muchos
editoriales de La Nación contra las huelgas en el ICE y en la
educación.

2. Samir Amin es actualmente director del Foro del Tercer Mundo de la
Universidad de Naciones Unidas en Dakar. Véase en CSCAweb sus ensayos
«La ideología estadounidense» y «Estados Unidos: el control militar
del planeta".

3. Canfora, Luciano. Crítica de la retórica democrática. Editorial
Crítica, Barcelona, 2002.

4. Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, documento
presentado por el presidente Bush el 17 de septiembre de 2002. Puede
consultarse en: http://usinfo.state.gov/espanol/terror/02093001.htm

5. Véase El País, España, 28/5/2003.

6. Véase el artículo de Luis Bilbao, «El enemigo principal de Lula»,
en la edición española de Le Monde diplomatique, de febrero de 2003.

7. El proyecto se encuentra ya en la Asamblea Legislativa, y ha sido
colocado en el primer lugar de la Comisión de Asuntos Internacionales,
que preside el socialcristiano Rolando Laclé.

8. Dos Santos, Theotonio. «La guerra y la democracia».
http://www.alainet.org 2003-04-07.

*Coordinador del Foro de Acción Política "Otra Costa Rica es posible,
otro mundo es posible"

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