La Identidad Latinoamericana en la defensa de nuestra independencia

Noel W. Borrero Rodríguez

Enviado por el autor

mayo 2003

 

La Identidad Latinoamericana en la defensa de nuestra independencia.
Noel W. Borrero Rodríguez

En el discurso pronunciado durante la ceremonia de entrega del Premio
Nobel de Literatura de 1982, Gabriel García Márquez avivó una polémica
que ya venía apoderándose de importantes espacios de discusión, cuando
preguntó:
“¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la
literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras
tentativas tan difíciles de cambio social?” (Gabriel García Márquez: La
soledad de América Latina en Escritos sobre arte y literatura,
1948-1984.
Ed. Arte y Literatura. La Habana 1990. p. 509)

La respuesta es obvia y no merecería una línea de estas reflexiones si
en
ello no se reflejara el destino que los centros de poder en la actual
etapa de mundialización imperialista han decidido para nuestra América
y
para el Tercer Mundo en general. Y cuando digo Tercer Mundo incluyo a
los
sectores marginados de las sociedades más opulentas del planeta, pero
eso
es tema de otro artículo.
Establecer una dictadura mundial de corte fascista, aunque sin el valor
suficiente para auto-definirse como tal, homogeneizar las diversas
culturas, universalizando algunos aspectos y no precisamente los
mejores
de la cultura occidental, todo ello con el fin de eternizar las
relaciones de sometimiento y dependencia; tales son los objetivos que
se
trazaron ya en los primeros años de la década de los 90 tanto los
Estados
Unidos como la Unión Europea y con los cuales han desarrollado su
política hacia nosotros…

El resultado es fácilmente previsible si echamos una ojeada a los
resultados de más de medio milenio de aplicación de políticas parecidas
en América Latina.
“La civilización Occidental ha fracasado en América el resto del mundo
no
sólo por su incapacidad de asumir lo diverso, sino por haberse
convertido
en una espléndida constructora de desiertos y un eficiente agente de
destrucción de la vida en la tierra, el agua y el aire.” (Guillermo
Bonfil Batalla: México profundo. Una civilización negada. CIESAS/SEP.
México 1987, p.221)

La incapacidad de asumir lo diverso, respetándolo y estimulando su
desarrollo autónomo se debe en buena medida a los objetivos egoístas e
irracionales antes mencionados, que excluyen per se la posibilidad de
intercambiar con otras culturas en un plano de igualdad.

La lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo disfrazados hoy
de “civilizadora”globalización, de “humana” lucha contra el terrorismo
es la expresión del accionar de los pueblos para hacer sobrevivir sus
culturas. Los pueblos se han planteado las cuestiones directamente:
• ¿acaso modernidad es igual a intervención de los centros
hegemónicos en forma de colonización del Tercer Mundo?
• ¿El desarrollo hacia la modernidad sólo puede recorrerse por un
camino que exige de la “norteamiricanización”, “europeización”, en suma
la “occidentalización” del hombre americano?
• ¿Por qué ser modernos es igual a construir semejanzas, aun
cuando éstas sean superficiales, con el mundo “desarrollado”, o más
bien
subdesarrollante?
Estas cuestiones han colocado el problema de la identidad
latinoamericana
en el punto de mira de los defensores de nuestra independencia y de la
propia humanidad, pues la comprensión del mismo es un momento
imprescindible en la elaboración de cualquier estrategia destinada a la
defensa de nuestra América, a la integración de sus pueblos o al logro
de
cualquier otro objetivo para esta parte del mundo.

Desde 1492 occidente ha insistido en suplantar nuestra identidad por
una
identidad-pseudo, falsa, artificial, lo cual ha sido dolorosamente
asumido por una parte de nuestras sociedades tanto en los siglos
pasados
a mejor vida como en el actual siglo XXI.

Un sector de la población reniega de nuestra verdadera identidad,
consciente o inconscientemente por puros intereses económicos y
políticos. Son los aliados de occidente en sus proyectos de
sometimiento
y colonización, son los dueños del poder y lo usan para imponer su
punto
de vista a cualquier precio. Ahí están los aspirantes a presidentes en
Cuba o Venezuela luego de la supuesta derrota de ambos proyectos
revolucionarios, en este saco están los impulsadores de la guerra
antiterrorista que es la más terrorista de las guerras que la humanidad
pudo conocer, los defensores del neoliberalismo y sus acólitos a
sueldo.

Otro sector reniega de nuestra identidad por pura ignorancia, influído
mediáticamente por la aplastante avalancha de imágenes deformes que de
nosotros mismos nos proyectan los centros de poder. Ahí está el chileno
que se cree más “civilizado” que el mexicano, o el argentino que se
cree
más occidental que el costarricense. Aunque todos no somos más que
latinoamericanos y como tal seremos tratados en cualquier proyecto
elaborado por los centros de poder.

Por fortuna crece el sector que comprende este problema y asume su
identidad como única posibilidad de sobrevivencia económica y cultural
hante la ofensiva imperialista.
“Sacar a flote el mundo oculto del hombre y la cultura de esta región
de
América, oculto por yuxtaposiciones, será el proyecto de la generación
que siguió a Martí y Rodó y las que lo han continuado hasta nuestros
días. Búsquedas de la identidad cultural de esta América, partiendo de
las experiencias como las del colonialismo y el neocolonialismo
sufridos.
Hacer de lo negativo un punto de partida de lo positivo. Poner fin al
viejo interrogante sobre qué clase de hombres son los latinoamericanos
y,
para ello, afirmar la humanidad de estos hombres.” (Leopoldo Zea:
Introducción a América Latina en sus ideas, UNESCO y Siglo XXI
Editores.
México 1986, p. 18)

Cuba y Venezuela han enfrentado sus propios proyectos de reafirmación
humanista e identitaria en nuestro continente, sin pretender ser los
primeros en hacerlo son los que pueden mostrar determinados logros en
este camino. Cada una a su manera, cada una con l;a solución que sus
pueblos eligieron. Cada una con sus diferencias fruto de sus
particularidades económicas, sociales, históricas, en suma culturales.
En la comprensión del desarrollo de ambos proyectos y en la elaboración
de cualquier estrategia para nuestros pueblos es necesario tener en
cuenta en tres aspectos que considero vitales.
1. La identidad comienza a manifestarse en el momento que nos
percatamos de la diferencia. Para definir identidad el contrario es
imprescindible, ya que sólo es necesario la defensa de la identidad
ante
la presencia agresora del otro. No en balde los centros de poder, los
agresores, no se plantean seriamente el problema de su identidad, pues
su
condición de países subdesarrollantes no se lo exige. La identidad es
un
rasgo cualificador de legitimación ante el otro.
2. La aplicación del concepto de identidad a nuestros países,
disímiles en su unidad, ha padecido de errores al asumirse su
significado
como de igualdad entre nosotros, lo cual evidentemente es un absurdo,
pues decir que un fenómeno es idéntico a sí mismo no nos lleva a parte
alguna además de ser una tautología carente de sentido. Todo fenómeno
es contradictorio consigo mismo y con los demás, condición imprescindible
para su existencia, o sea que todo fenómeno es y al mismo tiempo no es
idéntico consigo mismo, pues al cambiar y desarrollarse deja de ser lo
que es para convertirse en lo que no es. Este proceso ha sido obviado
en los intentos de definir nuestra identidad, evitándose así el camino que
lleva a la verdad. En un sentido la identidad latinoamericana surge
como
el reencuentro con lo que somos en cada uno de los momentos de nuestro
desarrollo histórico, pero no con lo que somos por siempre jamás. En
otro sentido significa el reconocimiento de lo que no somos en cada uno de
esos momentos de nuestro desarrollo, lo que nos diferencia con
nosotros, entre nosotros y del resto de la humanidad.
3. Esta identidad se teje en la vida cotidiana, en su quehacer
diario, en todas las prácticas individuales cuyo sentido social se
actualiza cíclicamente. Siendo la identidad esencia de la resistencia
cultural, base a su vez de toda la resistencia al otro, llega un
momento
en que el proceso de su construcción debe hacerse consciente, lo cual
lleva a cuestionar cada acción del mismo. Por tanto la identidad
latinoamericana es histórica y concreta, no ha sido dada de una vez y
para siempre. No solamente existe sino que hay que cultivarla,
definirla
una y otra vez, proclamarla a toda voz para su imprescindible
concienciación.

Enfrentar la defensa de nuestra identidad debe significar no sólo
promover cacerolazos o revoluciones, no solo negar el ALCA o la “Guerra
contra el terrorismo” sino hacerlo conscientes de qué es lo que
queremos
salvar de cada uno de nuestros pueblos.

“Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo debió
de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos
sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para
emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora
utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma
de
morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y
donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y
para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.” (Gabriel García
Márquez: La soledad de América Latina. Op. Cit. P. 511)


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