Joaquín García Monge, 1881-1958Dos ejemplos (Miguel Obregón Lizano)

Joaquín García Monge

Costa Rica 1881-1958

Repertorio Americano 31: 103, 1936

 

De los papeles inéditos del Sr. G. M. -En junio del año pasado se lo encargó alguna Directora de Escuela en esta ciudad; se escribió; nunca mandaron por él.-

Un costarricense preocupado, de los buenos de Costa Rica, en el exterior, cuando llega el correo de por acá, suele decirse a su esposa: "Cuénteme si algo hablan de don Miguel Obregón".

Echa de menos aquel costarricense la justicia de un elogio, de un homenaje a don Miguel. Casi al final de la vida, ahora le llega de los maestros. Menos mal, habría sido peor que no le llegase. No somos de piedra, no nos son indiferentes los homenajes de nuestros conciudadanos. Es verdad, casi siempre los dejan para después de la muerte; las flores suelen quedarse para los finados, rara vez se las ofrendan a los que todavía viven. Es un modo de consolarse, y hasta de arrepentirse, pero algo es algo.

Mucho habría de decir de don Miguel Obregón. Ya Luis Felipe González, hace años, habló bastante de su obra meritoria. ¿Cuántos lo saben? Ahora andan los maestros pidiendo datos para este homenaje. Nunca es tarde, que los busquen, que los hallen, que los pregonen.

De don Miguel yo sé algunas cosas, pero tengo que ser breve; pocas palabras piden al respecto para los periódicos de estos días. Voy a ponerles a los maestros dos ejemplos buenos que les ha dado, y les deja, don Miguel Obregón. Uno de ellos: mantenerse al día con los estudios. Lo he sabido siempre a don Miguel informándose, buscando los libros recientes; son los de su mayor afición los de astronomía, geografía, matemáticas y los que atañen a escuelas y colegios, y óiganlo a escuelas y colegios nuevos.

Hay maestros de vanguardia, los hay de retaguardia. Don Miguel sería de los primeros en todo tiempo. Por eso logró hacer lo que hizo. ¿Se lo agradecerán los maestros? ¿Cogerán alguna vez la lección permanente de su vida?

Y el otro ejemplo: Retirarse a tiempo de las filas, dejarle el campo a los más jóvenes; que hagan las cosas, bien o mal, pero que las hagan y rehagan ellos, que desempeñen su papel, que asuman su responsabilidad, que a su modo vivan la historia del país. Es bueno pedirle a la vida que ya de viejos, tengamos el tino y la discreción de no estorbarle a la gente nueva, que llega con otras inquietudes, otras ideas, otros ideales y creencias. En este sentido, don Miguel ha manejado con sumo decoro su vejez.

Y de lo que sabe de la historia viva de la Educación en este país ¿quién se lo ha recogido? Lástima que ese saber llegue a perderse: es único. Si aquí se acercaran a los hombres egregios los que están creciendo, cogerían buenas lecciones y advertencias. No hay un darse la mano de los mayores a los menores; no hay amistad ni diálogo.

¡Cuánto se pierde con esta desunión! Desunidos, porque los jóvenes no admiran a los viejos, o estos se muestran desdeñosos de los jóvenes. Don Miguel ha sido siempre acogedor; lo que le ha faltado es un secretario. ¡Cuánto tendría aprendido a estas horas ese secretario!

Lástima que el Reglamento Orgánico que don Miguel generosamente concibió, y consiguió, para maestros de Costa Rica -sin que ellos hicieran esfuerzo alguno para obtenerlo, así tan adelantado como resultó-se haya quedado a medias en su cumplimiento. Culpa de los maestros, que por ambicioncillas indebidas, e intrigas para mejores posiciones, o creárselas ilícitamente, y alentados por los politiqueros al uso, se burlan de aquellos artículos que les estorban. Valdría la pena que en este homenaje a don Miguel, fuera uno de sus números el que consolidara su obra y su memoria con la constitucionalización, digamos, de la Ley Orgánica del Personal Docente y así ponerla a salvo de abusos.


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