El desafío de América Latina
Miguel Urbano Rodrigues
Correio da Cidadania - Rebelión
21 de diciembre del 2003
El año 2004 halla a la humanidad colocada ante la alternativa sintetizada por Rosa Luxemburgo en otro contexto histórico: socialismo o barbarie.
No tenemos la menor idea de los contornos que podrá asumir el socialismo del futuro. Pero la evolución de la crisis de civilización -la mayor de la historia- cierra las salidas. O marchamos hacia el abismo o creamos condiciones que profundicen la crisis del capitalismo, haciendo inviable su continuidad.
Soy optimista. Precisamente porque la humanidad, aunque lentamente, comienza a percibir que su sobrevivencia está puesta en cuestión por un sistema de poder monstruoso, creo que el gran desafío de nuestra época tendrá un desenlace positivo. La irracionalidad del sistema en su forma última de capitalismo imperial de dominación planetaria tiende a accionar mecanismos cuya acción interna e externa, complementarias, contribuirá a agilizar su implosión.
Tomar conciencia de que el proyecto de sociedad robotizada que nos quieren imponer es tan monstruoso como el del III Reich es premisa de la dinamización de la lucha a escala universal.
En ese sentido los pueblos de Iraq y de Afganistán, rechazando la ocupación, avalan los cementos de la doctrina de las guerras preventivas, dificultan el funcionamiento del engranaje militar e iluminan el vientre de la crisis del sistema. Al demostrar que es posible resistir en las circunstancias más adversas, señalan un rumbo a la humanidad.
Puesto que hoy la crisis del capitalismo en los EUA es estructural -como lo demuestra István Mészaros- ella se agravará, lo que reforzará la agresividad del sistema de poder imperial. Cabe a las fuerzas progresistas contribuir a que, dialécticamente, la resistencia se amplíe también, diversificándose. La enorme marea de condena de las guerras y de solidaridad con sus víctimas no debe tener reflujo. Mantenerla a un nivel siempre alto es exigencia en una lucha cuya globalización aparece como réplica a la impuesta por el enemigo.
La solidaridad con los pueblos que resisten -y el de Palestina aparece en la línea del frente al lado de los de Iraq y Afganistán- se manifiesta de maneras muy diferentes en los países industrializados cuyos gobiernos son cómplices del sistema de poder imperial (en algunos casos, como los de Inglaterra, España e Italia, socios en la agresión), y en los países del Tercer Mundo.
Es mi convicción que en América Latina el choque entre los pueblos y el polo imperial se va a intensificar. La vulnerabilidad del sistema será más transparente. A eso contribuirá la profundización de la ya mencionada crisis estructural del capitalismo en los EUA (gigantescos déficits fiscales, de cuentas corrientes, de balanza comercial, desvalorización del dólar, no aflujo de capitales extranjeros, etc), la condena creciente de las guerras en Asia, y el aumento de tensiones con la Unión Europea. El inevitable esfuerzo de Washington para imponer el ALCA en 2005 provocará la correspondiente reacción de los pueblos contra el proyecto de recolonización imperial. En un año electoral, sería pura especulación prever qué políticas desarrollará la actual administración estadounidense con relación a Venezuela y Colombia. A la peligrosa tentación de intervenir directamente en el último de esos países le estorba el temor de un fracaso militar cuyas consecuencias serían devastadoras para Washington.
Pero todo indica que las dificultades crecientes que enfrenta el sistema de dominación imperial en todo el mundo funcionarán como estímulo al proyecto bolivariano que Chávez, acosado por una oposición feroz y golpista, en una coyuntura muy difícil, intenta llevar adelante.
Simultáneamente, en la vecina Colombia, el sueño de Uribe Vélez - representante de las oligarquías más anacrónicas del hemisferio- se deshace en la confrontación con la realidad. Las FARC -hoy un ejército de 18 000 hombres y mujeres que combate en 60 frentes- han resistido a todas las ofensivas que pretendían aniquilarlas. El discurso que presentaba la destrucción de la insurgencia guerrillera por las armas, repitiendo a los generales del Pentágono en Vietnam, ha sido desmoralizado en el terreno.
La demostración de que la resistencia por las armas es todavía posible en circunstancias históricas y geográficas muy especificas da la certeza de que la intervención de las masas en el proceso político podrá pesar decisivamente en el choque entre la América Latina y el sistema de poder imperial de los EUA.
No cabe en este breve texto recordar, aunque sea brevemente, las formas que la resistencia tiende a asumir en los países al sur del río Bravo. Pero los acontecimientos de Bolivia ha llamado la atención hacia una evidencia. La insistencia imperial estadounidense por imponer políticas neoliberales conducirá a fracasos en cadena. La capitulación de gobiernos electos con el apoyo de grandes mayorías podrá, como ocurrió en Ecuador con Lucio Gutiérrez, generar ilusiones. Pero en un continente donde los pueblos tienen una sed insaciable de participar en la construcción de su futuro, la derrota final espera a tales maniobras.
Es este caldero efervescente con el que el pueblo brasileño se confrontará, en el 2004, con la necesidad de opciones inaplazables. El discurso oficial del gobierno no logra ya ocultar cómo se ha malogrado una estrategia que, invocando la necesidad de poner la casa en orden y evitar el descalabro económico y financiero, ha estado gradualmente cimentada en concesiones inaceptables al imperialismo. Un banquero norteamericano disfrazado de brasileño al frente del Banco Central y políticos como Palocci, Furlan, y otros, asesorados por una corte de oportunistas, han tratado de garantizar la continuidad de una estrategia neoliberal, mientras prometían para el mañana inmediato la política social que era la esencia del compromiso de Lula. El PT se pudre visiblemente.
Brasil cuyo timón es controlado por políticos que marchan contra el sentido de la historia tendrá, así lo espero, que asumir en el continente el papel insustituible para el cual está vocacionado.
En la crisis de civilización contemporánea no hay discurso táctico que pueda justificar políticas de transición que sirvan a los objetivos de una estrategia que encamina a la humanidad hacia el abismo.
Resistir, con la cabeza fría, con prudencia, pero con firmeza y lucidez, es un deber de los pueblos de América Latina, tan directamente amenazados. Cada cual de acuerdo con su situación especifica. Cuba, por ejemplo, resiste heroicamente hace 45 años .
El coraje demostrado en un contexto de tragedia por los pueblos de Iraq, de Afganistán, de Palestina, nos recuerda que el enemigo es más vulnerable de lo que parece, y que, temprano o tarde, todos los pueblos tendrán que intervenir en la batalla, en defensa de su propia sobrevivencia.
Lisboa, 8 de diciembre de 2003
Traducción de Marla Muñoz