Los
culos sucios y la impunidad
Adolfo
Pérez Esquivel*
La
Jornada
13
de febrero de 2005
Comencemos con una breve historia real, en un pequeño pueblito
en el que suelo pasar algún tiempo de vacaciones. En éste
viven cerca de 80 personas, todo el año entre el campo
y el mar. Los habitantes, en su mayoría, son de origen
italiano, con sus grandezas y miserias. Muchas veces tienen momentos
de alegría y de amistad, y otras viven en peleas propias
de una película de Fellini, y despliegan ese extraordinario
realismo mágico que nos emociona y hace pensar.
Entre
los habitantes algunos se definen como anarquistas, otros como
fascistas, y recuerdan con añoranza al Duce; otros se asemejan
a don Camilo, el cura del pueblo, y a don Pepone, el alcalde comunista,
quienes terminan siendo amigos y cómplices y, a la vez,
cada uno carga su pequeño mundo como puede.
Los
vecinos se reúnen en la sociedad de fomento para tratar
los temas comunes del pueblo: limpieza, luminarias, centro de
salud, actos, corte del pasto y relación con el municipio.
Muchas veces las peleas son fantásticas y poco entendibles,
ya que hablan en sus dialectos a gran velocidad y emotividad cuando
suben la presión del debate, lo que hace difícil
poder seguirlos en la discusión.
En
una de esas reuniones acaloradas y tensas se sacan los "trapitos
al sol", acusaciones, insultos y otras yerbas, sobre el dinero
destinado a obras y utilizado vaya a saber Dios en dónde
quedaron pegados.
Ma...
¡Son unos corruptos... porca madonna!.., gritaba uno. ¡¡¡...!!!
¡¡¡...!!! Tienen el culo sucio, gritaba otro.
!!! Más culo sucio es el suyo... Y la tensión iba
subiendo minuto a minuto, con amenazas y acusaciones mutuas que
podía desembocar en pelea.
Hasta
que esa respetable anciana, silenciosa y atenta a las discusiones,
se subió a una silla y les dijo: "basta de tantas
porquerías... Aquí hay muchos que tienen el culo
sucio y huelen a mierda; yo llevo muchos años aquí,
y conozco a cada uno de ustedes y tengo el culo limpio. Sin más
trámite se bajó la bombacha y mostró su trasero
omnipotente.
El
asombro fue tremendo. Todos quedaron atónitos y abrieron
los ojos, mirando ese culo limpio, y comenzaron a aplaudir a rabiar.
¡Bravo, bravo, grandioso!
Semejante
espectá-culo era inédito y asombroso. La respetable
señora se levantó la bombacha y los miró
con desprecio, a pesar de los aplausos a su ilustre trasero.
Hasta
aquí la historia del pequeño pueblito que trata
de encontrar soluciones a sus pequeños y grandes problemas.
Otra
situación es la del país con sus grandes problemas
y la situación de impunidad y convivencia con las mafias
de los culos sucios. Hay algo que huele mal y está podrido.
Los
diputados y senadores que los argentinos elegimos para que nos
gobiernen -entre gallos y media noche-, una vez más, salvo
honrosas excepciones que debemos explicitar para que el pueblo
argentino conozca quiénes tienen el trasero limpio y quiénes
no. En una sesión aprobaron 19 proyectos de ley, burlando
a la opinión pública, sin objeciones, la ley número
25.990, modificando el Código Penal, que se refiere a los
plazos de prescripción de delitos.
Algunos
camaristas (miembros del Poder Judicial) alzaron su voz y preocupación
sobre esa decisión sancionada por el Senado y la Cámara
de Diputados el 16 de diciembre de 2004 y promulgada en el Boletín
Oficial el 11 de enero de 2005, que remplazó dos párrafos
del artículo 67 del Código Penal.
Los
culos sucios felices, porque es un camino hacia la impunidad.
Algo huele mal en el país: los tribunales y las cámaras
de Diputados y de Senadores, donde los olores son distintos de
acuerdo con las jerarquías.
Por
otra parte, dicen que los jueces dejan dormir o congelan las causas;
entonces, en el tiempo hay que buscar una solución al problema.
Que no es posible seguir indefinidamente, y entonces hay que buscar
cómo resolver la situación de las causas.
Otros
gritan que esa reforma no genera impunidad, que permite la transparencia.
Algunos
niegan que una "mano negra" haya metido la mano para
limpiar los culos sucios. Algo huele mal. Mientras el ex de Anillaco
(Carlos Menem) ve cómo zafarse de sus causas pendientes,
de acuerdo con las nuevas reformas penales.
Las
cosas van como ani-llaco al dedo.
Los
diputados y senadores nacionales, en su decidida y pletórica
premura por reformar la ley, tratan de justificar que las causas
no pueden seguir indefinidamente, aun aquellas por malversación
de fondos. La impunidad y las mafias, agradecidas a tanta gentileza.
Debemos
tener memoria de algunas cosas que van más lentas que "Manuelita",
la famosa tortuga, que en lugar de ir a su pueblo se asentó
en el parlamento y el palacio de justicia. De la reforma constitucional
-en 1994- a la fecha han pasado más de 10 años,
y los legisladores no han terminado de poner en funcionamiento
los plebiscitos y las consultas populares. Esto tiene una sola
explicación: le tienen miedo al pueblo.
No
tienen el coraje para realizar una auditoría e investigar
las consecuencias y responsabilidades de la deuda externa. Hace
ya casi cuatro años el juez Ballestero envió al
parlamento una resolución judicial reclamando que se investigue
la grave situación provocada por la deuda externa. Los
diputados y senadores miran hacia otro lado. El Poder Ejecutivo
ignora la resolución judicial y sigue su suicida política
de la deuda.
Los
atentados contra la AMIA y la embajada de Israel; la voladura
del arsenal de Río Tercero; la causa IBM y Banco Nación,
y muchas otras perlas de impunidad. Manuelita es rápida
comparada con nuestros legisladores y jueces. Algo huele mal en
el país. Lo han saqueado sin piedad y las mafias continúan
sueltas, los responsables gozan de los culos sucios y de sus aromas.
Las mafias provinciales, con sus políticas de aprovechamiento
de los recursos y negociados con empresas extranjeras, continúan
sus negocios y saqueando.
Los
camaristas federales Eduardo Freiler y Gabriel Cavallo repudiaron
la modificación establecida al Código Penal que
se refiere a los plazos de prescripción de delitos, y afirman
que esa medida llevará a que caigan más de la mitad
de las causas judiciales.
No
se consultó a los jueces acerca de la nueva ley. Les están
haciendo tragar sapos.
Algo
huele mal en el país. No se puede actuar al margen del
pueblo y emprender aventuras para salvar los culos sucios. Todo
eso tiene consecuencias y el pueblo ya está cansado de
soportarlos. Reclama el derecho a la verdad, a la justicia, que
sean transparentes y digan no a la impunidad.
Los
culos sucios deben tener claro que los pueblos son protagonistas
y constructores de sus vidas e historias, y tienen límites
a tanta impunidad.
Febrero
de 2005
*
Premio Nobel de la Paz 1980; fundador del Servicio Paz y Justicia
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