Las sanciones económicas estadounidenses contra Cuba : Objetivos de una política imperial
Salim Lamrani
5 de diciembre del 2003
Las sanciones económicas estadounidenses impuestas a Cuba son únicas por su longevidad y su complejidad pero reflejan una cierta coherencia si uno toma en consideración el objetivo real de la primera potencia del mundo. Para eso, hay que empezar por el postulado siguiente : el bloqueo forma parte de un arsenal destinado no a la promoción de los valores democráticos como lo pretende la administración de Washington, sino al control de las riquezas naturales de las naciones del Tercer Mundo mediante su sobyugación. La historia de los Estados Unidos, cuya principal característica es la conquista violenta y sangrienta de nuevos territorios, lo demuestra sin lugar a duda.
Ya a mediados del siglo XIX, el imperialista estadounidense William Gilpin anunciaba: "El destino incumplido del pueblo americano es de someter el continente".1 El primer objetivo de los Estados Unidos es de asegurarse que los recursos de los países del Sur permanezcan accesibles para el capital de los maestros del universo. El caso de Cuba es específico porque se trata del único país que se atrevió a negarse a seguir las directivas dictadas por su vecino del Norte, construyendo un camino político económico y social soberano e independiente, a pesar de las coacciones unilaterales impuestas por Washington. La enemistad de la cual sufre Cuba refleja una continuidad histórica de la que hay que recordar las grandes líneas que, sea dicho de paso, serían conocidas de todos si existiera cualquier estima a relatar truismos históricos evidentes. Ese tema no sería sujeto a controversias si la sociedad en la cual vivimos fuera intelectualmente libre.
Cuba es quizás la más vieja preocupación de los colonialistas estadounidenses. Ya el 20 de octubre de 1805, Tomás Jefferson evocaba la suprema importancia del archipiélago del Caribe, todavía bajo dominio español, declarando: "La posesión de la isla es necesaria para asegurar la defensa de la Luisiana y de la Florida porque es la llave del golfo [de Méjico]. Para los Estados Unidos, la conquista sería facil".2 No obstante, España podía gobernar hasta que "nuestro pueblo fuera bastante avanzado para arrebatar esos territorios a los españoles, pedazo por pedazo".3 En 1809, escribía en una carta a James Madison: "Confieso de manera cándida que Cuba sería la adición más interesante a nuestro sistema de Estados".4 La teoría de la "fruta madura" evocada en 1823 por uno de los más lúcidos e inteligentes visionarios políticos de la historia de los Estados Unidos, John Quincy Adams, mencionaba "un objeto de trascendental importancia para los intereses comerciales y políticos de nuestra Unión" que debía caer, cueste lo que cueste, entre las manos de los Estados Unidos.5 Dicho objeto era la isla de Cuba que era ya la prioridad del gobierno estadounidense de la época.
Después del desmoronamiento del imperio de Napoleón, nacía la doctrina Monroe que estipulaba que los Estados Unidos no aceptarían la intervención de Europa en los asuntos del hemisferio americano. Permitía así al coloso del Norte de asentar su predominancia sobre el continente en excelentes disposiciones, sin intromisión europea. La teoría había sido motivada por las ambiciones rusas sobre el Oregon y por la voluntad de prevenir toda reconquista de las jóvenes repúblicas latinoamericanas por parte de las naciones europeas. Pilar fundador de la política exterior estadounidense, la doctrina Monroe tenía un propósito imperialista y hegemónico y sería adaptada luego a las diferentes situaciones con una ampliación de su concepto particularmente con el Corolario de Roosevelt. Los factores económicos eran primordiales en la búsqueda de nuevos mercados. La aparición de una nación industrial y el auge de la producción de bienes conllevaban la necesidad de conquistar nuevos territorios. Y Cuba, por su posición estratégica en el golfo de Méjico, se encontraba en la línea de mira norteamericana, mientras que las diversas tentativas de comprar la isla a los españoles habían fracasado.6
En 1890, las inversiones estadounidenses en Cuba se elevaban a 50 millones de dólares y el 7% del conjunto de los intercambios del vecino del Norte se realizaban con el cocodrilo del Caribe. España importaba productos cubanos por un valor de 7 millones de dólares mientras que las importaciones norteamericanas alcanzaban 61 millones de dólares. Los intereses económicos de los Estados Unidos resentían la necesidad de controlar el mercado cubano de manera más estrecha con el fin de proteger sus inversiones.7
La intervención estadounidense de 1898 en la guerra de independencia de los cubanos contra España tenía como principal objetivo impedir a los revolucionarios cubanos conseguir su soberanía. En efecto, en enero de 1896, el capitán general de la isla, Martínez Campos, responsable de las operaciones armadas españolas, presentó su dimisión, confesando su impotencia en detener a los rebeldes que se habían infiltrado hasta la provincia de Pinar del Río, en el extremo occidente de Cuba. En junio de 1896, los Estados Unidos invocaron en discusiones con España la posibilidad de otorgar el estatuto de autonomía a Cuba para aniquilar el movimiento independentista a la gran cólera de Antonio Maceo, jefe revolucionario cubano, que rechazó tanjantemente la idea.8 Aunque la superioridad material y numérica del ejército español fue aplastante, los insurrectos cubanos acumulaban las victorias y su prestigio cerca del pueblo cubano y de la opinión latinoamericana aumentaba cada día. El embajador ruso en La Habana escribió a su homólogo en España que "la causa de España est[aba] perdida".9 De la misma manera, el coronel Charles E. Akers, corresponsal del Times de Londres en La Habana, notaba: "Con un ejército de 175 000 hombres, con material de toda orden en cantidades ilimitadas, un tiempo maravilloso, poco o ninguna enfermedad, con todo a su favor, el general Weyler ha sido incapaz de vencer a los insurrectos".10 Máximo Gómez, comandante de las fuerzas independentistas cubanas, declaraba el 1 de marzo de 1898: "El enemigo está aplastado y en plena retirada y las veces en que tuvo la oportunidad de hacer algo no hizo nada".11
Fue exactamente en ese momento que los Estados Unidos decidieron intervenir, en plena desbandada española, para expoliar al pueblo cubano de su independencia conquistada con el filo del machete. El senador demócrata de Virginia, John W. Daniel, acusó al gobierno estadounidense de querer intervenir para evitar una derrota de los españoles: "...Cuando llegó la hora más favorable para un éxito revolucionario y la más desventajosa para España...el Congreso de los Estados Unidos es invitado a entregar el ejército de los Estados Unidos al Presidente para ir a imponer de fuerza un armisticio entre las dos partes, una de ellas habiendo ya depositado las armas".12
Se firmó el armisticio el 10 de diciembre de 1898 en París entre los Estados Unidos y España, y los cubanos fueron excluidos del protocolo. La imposición de la infame enmienda Platt - que será abrogada en 1934 después de que los Estados Unidos hubieran tomado el control del conjunto de la vida política y económica de Cuba - redujo a la nada las esperanzas cubanas. Los Estados Unidos tomaron el papel imperial que la España decadente no podía asumir más. Después de haber sufrido del colonialismo español, Cuba iba a padecer el neocolonialismo estadounidense y Washington iba a "construirse un imperio a expensas de España".13 El 1 de enero de 1899, después de la partida de las tropas españolas, la bandera norteamericana - y no la bandera cubana - se levantó en el cielo de La Habana. La fruta madura estaba entre las manos estadounidenses.14
Habiéndose acaparado de la casi totalidad de la economía cubana, los Estados Unidos intervinieron varias veces para mantener el status quo, especialmente en 1912, en 1917 y en 1933 donde las contestaciones populares fueron reprimidas en un baño de sangre. Antes de la Revolución de 1959, las empresas estadounidenses poseían el 80% de los servicios, minas, ranchos, y refinerías de petróleo, el 40% de la industria azucarera y el 50% de los ferrocarriles.15 El régimen de Batista gozó de la benevolencia de Washington en la medida en que sirvió perfectamente sus intereses económicos. Cuba tuvo que esperar hasta 1959 para apreciar el fruto de la independencia que le había sido prohibido durante casi medio siglo y que costó tantos sacrificios. Pero allí también, iba a tener que pagar al precio más alto esa afrenta que nunca le será perdonada por su vecino de siempre. Y ¡qué precio!
El bloqueo total impuesto el 7 de febrero de 1962 viola las más altas convenciones internacionales y va en contra de los más básicos principios jurídicos. Tiene como principal objetivo restablecer el dominio neocolonial estadounidense en Cuba utilizando la hambruna como arma política contra la población cubana. Los argumentos justificando la imposición de ese estado de sitio económico han variado según las épocas. Durante la Guerra Fría, la "amenaza comunista" representada por Cuba era el paradigma en vigor aunque todo estudio serio haría trizas esa teoría. En efecto, en 1959, la presencia soviética era inexistente en Cuba. Pero Washington persistía: Cuba representaba un peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos y Kennedy incitó a Méjico a seguirles en su política de hostilidad contra Cuba. La respuesta de un diplomático mejicano no tardó mucho: "Si declaramos públicamente que Cuba representa una amenaza para nuestra seguridad cuarenta millones de mejicanos se van reír a carcajadas".16
El contexto de la Guerra Fría invocado durante treinta años, para legitimizar la animosidad estadounidense contra Cuba, era en realidad sólo un engaño porque la base factual roza el grado cero. Si existiese cualquier fundamento a esa tesis, los Estados Unidos hubieran normalizado las relaciones con Cuba después del derrumbe del bloque soviético. En vez de eso, Washington lanzó un recrudecimiento de las sanciones económicas con la ley Torricelli en 1992 y la ley Helms-Burton en 1996. El antiguo paradigma falleció en 1991 y uno nuevo ha sido creado. Ahora no se trata de encauzar el comunismo sino de "restablecer la democracia" en Cuba. Una "democracia" dedicada a los intereses de Washington poco importa si es dirigida por un clon de Gerardo Machado o de Fulgencio Batista, a partir del momento en que hace de la subordinación a los Estados Unidos su principal virtud.
El 4 de noviembre del 2003, las Naciones Unidas condenaban las sanciones económicas infligidas al pueblo cubano, por duodécimo año consecutivo, mediante una mayoría jamás alcanzada. No obstante, ni un átomo de cambio se perfila al horizonte con respecto a la política estadounidense hacia Cuba. He aquí un recapitulativo de los sucesivos votos desde 1992:
Número de países a favor del fin del bloqueo
Número de países contra el fin del bloqueo
Países votando en contra
1992
59
3
Estados Unidos, Israel, Rumania*1993
88
4
Estados Unidos, Israel, Albania, Paraguay1994
101
2
Estados Unidos, Israel1995
117
3
Estados Unidos, Israel, Uzbekistán1996
137
2
Estados Unidos, Israel1997
147
3
Estados Unidos, Israel, Uzbekistán1998
157
3
Estados Unidos, Israel, Islas Marshall1999
155
2
Estados Unidos, Israel2000
167
3
Estados Unidos, Israel, Islas Marshall2001
167
3
Estados Unidos, Israel, Islas Marshall2002
173
3
Estados Unidos, Israel, Islas Marshall2003
179
3
Estados Unidos, Israel, Islas Marshall*Rumania votó en contra por error.
Los únicos objetivos de los Estados Unidos son volver a enviar a Cuba a las angustias y tormentos que afligen a las naciones del Tercer Mundo de los cuales se atrevió a extirparse, de saquear sus riquezas y de destruir su sistema social que es "considerado de manera uniforme como el modelo preeminente para el Tercer Mundo", según la American Association for World Health.17 La intención de las sanciones económicas es satifacer el deseo de Thomas Jefferson y de John Quincy Adams, incorporar a Cuba en la esfera de influencia de Washington y permitir al capital extranjero despojarla. Las verbosidades retomando las cuestiones de los derechos humanos sólo se tratan de retórica interesada que disimulan un proyecto muy claro: meter en vereda al pueblo cubano y enviarlo a los miserables estándares en los que se desmejoraba antes del triunfo de la Revolución.
Recientemente, el Presidente George W. Bush, además de haber colocado a la isla del Caribe en la lista de los países terroristas - decisión que debería provocar la hilaridad general entre la comunidad internacional visto la falta de fundamento de esa sentencia - declaró que las restricciones relativas a los viajes de los ciudadanos en Cuba se harían más severas. También llamó a la creación de una "Comisión Presidencial para la asistencia a una Cuba Libre", eso con el fin de rembolsar una parte de la deuda que contrató cerca de sus amigos de extrema derecha de la Fundación Nacional Cubano Americana - una poderosa entidad que no vacila en utilizar el terrorismo como herramienta de expresión política -, durante las elecciones del 2000. ¿Cuál es la veracidad de esa declaración? ¡Ninguna! Es fácil adivinar qué tipo de "Cuba Libre" los Estados Unidos desean crear: una nación "más aceptable para los Estados Unidos" como lo subrayó la administración de Washington ya desde 1959, es decir, completamente obediente a sus órdenes.18
Condoleeza Rice, la consejera a la Seguridad Nacional del Presidente Bush, evocó el "caso intolerable de Cuba" y esa reflexión no está desprovista de fundamento si uno se ubica del punto de vista de los estrategas políticos estadounidenses.19 En efecto, es "intolerable" que un país del Tercer Mundo que, por añadidura, se encuentra en el patio trasero de los Estados Unidos, se atreva a desafiar a los amos del mundo destinando sus recursos naturales a su pueblo y no a los intereses económicos y financieros de Washington. Es inadmisible que una nación asfixiada por una red legislativa de sanciones, que le costaría soportar incluso a una potencia europea, pueda seguir resistiendo después de 44 años de estrangulación económica y, peor todavía, "la política social es indiscutiblemente un sector en el que Cuba tuvo excelentes resultados garantizando una distribución equitativa del ingreso y el bienestar de la población, invirtiendo en el capital humano", según el informe publicado por la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas.20 Y los Estados Unidos no pueden tolerar esa herejía.
Si Cuba se doblega a las órdenes de Washington, si acepta renunciar a su soberanía y someter sus recursos a los apetitos voraces de las multinacionales, será considerada como parte integrante del mundo "democrático". Pero mientras no cumpla esas condiciones, seguirá siendo el blanco de los ataques de Washington. Como decía el Apóstol cubano José Martí, héroe de la segunda Guerra de Independencia, "la libertad cuesta muy cara y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio". Y los cubanos han hecho su elección.
Mientras Cuba siga desafiando la ideología dominante y dogmática del mercado mostrando, con su ejemplo, que es posible liberarse de la desolación del subdesarrollo, no aplicando los dictados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, pero ubicando al ser humano en el centro de su proyecto de sociedad, siempre será el blanco de ataques paramilitares orquestrados a partir de los Estados Unidos. Mientras se niegue a aplicar la disciplina del mercado y del beneficio, el terrorismo económico estadounidense no cesará.22
Las raíces del bloqueo no se remontan a 1959 sino al inicio del siglo XIX porque los expansionistas estadounidenses siempre han querido acapararse de la Isla. En 1902, una librería norteamericana difundía una carta de Cuba bajo el título: "Our New Colony: Cuba".22 Los Estados Unidos harán todo lo que está en su poder para volver a esa situación prerrevolucionaria, para hacer de Cuba otro Puerto Rico, otro Haití u otra República Dominicana - donde la opulencia de una minoría contrasta con la indigencia de la mayoría, y donde las transnacionales estadounidenses obtienen descomunales beneficios - y se agarrarán a la misma locuaz y desusada retórica que no cesan de repetir.
Notas
1 Philippe Jacquin & Daniel Royot, Go West ! Histoire de l'Ouest américain d'hier à aujourd'hui (París : Flammarion, 2002), p. 79.
2 Antonio Beltrán Hernández, L'Empire de la liberté (París : Editions Syllepse, 2002), p. 78.
3 R. W. Van Alstyne, The Rising American Empire (Oxford : Oxford University Press, 1960), p. 81
4 Jane Franklin, Cuba and the United States: a Chronological History. (Melbourne, New York : Ocean Press, 1997), pp. 2-3.
5 Noam Chomsky, L'An 501. La Conquête continue (Montreal, Bruxelles : Ecosociété, EPO, 1995), p. 168.
6 Thomas Jefferson había intentado comprar la Isla en 1808 sin éxito. En 1850, el Presidente anexionista James Polk ofreció 100 millones de dólares a los españoles para Cuba en vano. En 1854, el Presidente Pierce hizo otra oferta a España que también fue rechazada.
Ver a: F. Moya Pons, H. Thomas, L. E. Aguilar, A. G. Quintero Rivera, H. Hoetink, D. Nicholls, L. A. Pérez Jr., J. Dominguez & R. W. Anderson. Historia del Caribe. (Barcelona : Critica, 2001), p 49.
7 Annie Zwang, Les Etats-Unis et le monde : rapports de puissance (1898-1998) (París : Ellipses, 2000), p. 18 ; F. Moya Pons, op. cit., p. 62.
8 José Luciano Franco, La Vida heroica y ejemplar de Antonio Maceo. (La Habana : Ediciones de Ciencias Sociales 1963), p. 110.
9 Philip S. Foner, La Guerra hispano/cubano/americana y el nacimiento del imperialismo norteamericano (Madrid : Akal Editor, 1975. Volume 1), p. 126.
10 Ibid
11 Amalia Rodríguez Rodríguez, Algunos documentos políticos de Máximo Gómez (La Habana , Ediciones de Ciencias Sociales, 1962), pp. 19-20.
12 Foner, op. cit., p. 337
13 Emily S. Rosenberg, Spreading the American Dream (Nueva York : Hill and Wang, 1982), p. 43.
14 Jane Franklin, op. cit., p. 9
15 Howard Zinn, A People's History of the United States (1980. Nueva York : Perennial Classics, 1999), p. 439.
16 Noam Chomsky, Year 501. The Conquest Continues (Boston : South End Press, 1993), p. 146.
17 United Nations Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC), The Cuban Economy. Structural Reforms and Economic Performance in the 1990s (Mexico : United Nations, 6 décembre 2001)., pp. 186-90 ; Pan American Health Organization, « Country Health Profile », Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), Indicadores del desarrollo socioeconómico de América Latina. (Naciones Unidas, 2002), pp. 12, 13, 39, 41, 43-47, 49-56, 66-67 ; 716-733 ; World Health Organization, 2001. www.paho.org/English/SHA/prflcub.htm (sitio consultado el 5 de marzo de 2003) ; World Health Organization, « Selected Indicators : Cuba », 2001. www3.who.int/whosis/country/indicators.cfm?country=cub (sitio consultado el 5 de marzo de 2003) ; Diane Kuntz, « Statement from American Public Health Association », American Public Health Association, 2 mayo 1996, 1. www.cubasolidarity.net/apha.html (sitio consultado el 5 de marzo de 2003) ;
18 Noam Chomsky, Year 501, The Conquest Continues, op. cit., p. 146
19 Wilfredo Cancio Isla, « Bush pide la rápida restricción de viajes a Cuba », El Nuevo Herald, 14 de octubre 2003.
20 United Nations Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC), op. cit., p. 184.
21 Robert Merle, Moncada : premier combat de Fidel Castro (París : Robert Laffont, 1965), p. 34.
22 El FBI (Federal Bureau of Investigation) define el terrorismo internacional como el uso ilegal de la fuerza o la amenaza del uso ilegal de la fuerza contra poblaciones civiles o propiedades con el fin de forzar o intimidar a un gobierno por razones políticas. Las sanciones económicas hacen integralmente parte de esta definición.