Una
América Latina revuelta: ¿Para dónde vamos
el 2005?
Manuel
Hidalgo
Argenpress.info
31
de enero del 2005
El rebote de la economía mundial de fines de 2003, se afianzó
en el 2004 y, como se sabe, se prolongará -aunque atenuadamente-
este 2005. En ese contexto, las bajas tasas de interés
internacionales y los altos precios de las materias primas favorecieron
una singular recuperación de las economías latinoamericanas.
La fortaleza de la demanda china, en particular, elevó
las exportaciones de alimentos, petróleo y minerales de
nuestros países, sacándolos del prolongado ciclo
recesivo vivido desde 1998 hasta el 2003.
La
crisis de las políticas neoliberales en América
Latina -que se extendió por la mayor parte de la región
en el lustro precedente- tuvo así, en 2004, una pausa.
De hecho, los grados de libertad ganados por los gobiernos con
los mayores ingresos de exportación no se tradujeron en
un mayor gasto público, sino que en mayores pagos de la
deuda externa y avances en la estabilización macroeconómica
y en la contención inflacionaria, sobre todo.
Con
amargura, Leonardo Boff señala, a propósito del
Brasil: ' la crisis social es, en parte, el precio que se paga
por el éxito económico'. Pero esa paradoja se podría
aplicar al desempeño de todo el continente: un crecimiento
económico y un 'boom exportador' que no reactivó
sino muy parcialmente al mercado interno y que convive con elevadas
tasas de desempleo y salarios deprimidos.
En
el tablero político de la región, la estrategia
de los EEUU siguió perdiendo posiciones y viéndose
obligada a readecuarse a una correlación de fuerzas más
desfavorable. En un escenario en el que han cobrado dinamismo
tanto la estrategia brasileña como la venezolana que -al
margen de sus diferencias- confluyen en la contención de
la maniobra estadounidense y en la generación de espacios
de autonomía regional y específicamente sudamericana.
Así,
en el plano de la integración económica, el ALCA
se estancó definitivamente, y toda la iniciativa yanqui
se desplazó a la negociación de TLCs bilaterales
que han tenido múltiples tropiezos y enfrentado una creciente
resistencia. Los 5 TLCS firmados con los países centroamericanos
y la República Dominicana no han sido ratificados por el
congreso de los EEUU y los que se negocian con Colombia, Ecuador
y Perú han tenido múltiples desacuerdos y tensiones,
amén de la resistencia de una activa movilización
social que los denuncia.
Por
su parte, los gobiernos brasileño y venezolano lideraron
la constitución de una incipiente Comunidad Sudamericana
de Naciones por parte de 12 países de la región,
al mismo tiempo que se daba nuevos aires al MERCOSUR y se reanimaba
el comercio y la inversión intrarregionales. Un hito histórico,
independientemente de las contradicciones que subsisten en su
seno y de la precariedad institucional que acompaña aún
esta iniciativa; así como la falta de una más activa
participación en este proceso de los movimientos sociales
de la región.
En
el plano militar, el aislamiento de los EEUU y de su peón
colombiano, Alvaro Uribe, se hizo patente en la VI Conferencia
Hemisférica de Ministros de Defensa -Quito, noviembre 2004-
cuando 16 países, con Brasil al frente, votaron contra
su propuesta de crear una fuerza militar interamericana para intervenir
en conflictos internos de Latinoamérica, afirmándose,
por el contrario, la idea de un bloque militar regional planteada
por Hugo Chávez.
En
el terreno político electoral, salvo la derrota del FMLN
en El Salvador y el retroceso de la izquierda en las municipales
de Brasil, los pronunciamientos ciudadanos en las urnas fueron
favorables a las fuerzas políticas que se reclaman democráticas
y progresistas o registraron significativos avances para ellas.
Así aconteció en las elecciones presidenciales de
Panamá y Uruguay, en el referéndum y las elecciones
estaduales de Venezuela, y en las elecciones municipales de Bolivia
y Chile, en particular. Sin embargo, el contenido o perspectiva
de estos triunfos electorales es muy disímil y no puede
generalizarse al respecto, dadas las profundas diferencias de
cada proceso histórico y del trasfondo estructural diverso
en que cada uno de ellos transcurre.
Uno
de los aspectos cualitativos que permite discernir entre ellos
es su mayor o menor soporte en procesos reales de movilización
popular, en los que se exprese una creciente conciencia y organización
de los excluidos y oprimidos, capaz de derivar en experiencias
de poder que pongan fin a la crisis del sistema político.
Y en este sentido es claro, una vez más, que los procesos
de Venezuela y de Bolivia son los que preservan un mayor potencial
de cambio histórico y revolucionario; en un caso, con el
control del gobierno y de otros factores de poder en manos de
las fuerzas populares, y en el otro, aún desde la oposición
y con el soporte fundamental de su fuerza social y política.
El
resonante triunfo de las fuerzas chavistas en el referéndum
de agosto y en las elecciones estaduales y municipales que le
sucedieron, ha dado paso a una ofensiva de la revolución
bolivariana en múltiples frentes y con diversas iniciativas,
tanto en el ámbito nacional como internacional.
Sólo
para referirnos a éstas últimas: es Venezuela la
que busca articular fuerzas en el Encuentro de artistas e intelectuales
en Defensa de la Humanidad y en el II Congreso Bolivariano de
los Pueblos; la que conviene con Cuba un conjunto de medidas concretas
para abrir cauce al ALBA, la alternativa bolivariana para las
Américas; la que en la última cumbre del MERCOSUR
presiona por dotar de real poder político y económico
a la naciente Comunidad Sudamericana de Naciones; la que empuja
la integración energética con la constitución
de las empresas Petrocaribe, Petrosur y Petroamérica, lo
mismo que de Telesur, en el ámbito comunicacional. Es Venezuela,
en definitiva, la que entra a disputar el liderazgo de una Sudamérica
en proceso de conformación, que hasta ahora había
descansado en la diplomacia brasileña como principal referente,
impulsora y gestora. En un momento en que esa diplomacia empieza
a chocar con el rumbo de la política económica del
propio gobierno Lula.
En
el caso de Bolivia, las elecciones municipales de noviembre terminaron
de proyectar al MAS de Evo Morales como principal fuerza política
del país y fueron el preludio de la nueva encrucijada en
que éste se encuentra y que podría derivar en una
súbita renuncia presidencial, la convocatoria de elecciones
y el triunfo previsible del MAS en ellas.
El
presidente Carlos Mesa se manejó con habilidad para ir
postergando el cumplimiento cabal de los compromisos asumidos
en octubre de 2003, utilizando como bandera para ganar apoyo el
de la reposición de la demanda boliviana por la salida
al mar en los foros internacionales y la realización de
un referéndum un tanto ambiguo sobre el tema del gas. Pero
la nueva ley de hidrocarburos se ha ido dilatando, lo mismo que
postergando la convocatoria de la asamblea constituyente, y el
juicio político de Gonzalo Sánchez de Losada. Terminó
desatando la ira y la movilización popular con el alza
de los combustibles. Bolivia está nuevamente paralizada
y el cambio político parece inminente.
El
MAS ha eludido empujar una salida insurreccional a la crisis,
conciente de que ella podría restarle legitimidad nacional
e internacional al recambio político y podría conllevar
costos políticos y humanos significativos, al tener que
confrontar con otras fuerzas políticas y con las fuerzas
armadas, que cobrarían protagonismo en un escenario de
tal naturaleza.
Inteligentemente,
el MAS se ha ido posicionando y se acerca al control del gobierno
cada hora que pasa. Una vez en él, habrá que ver
su capacidad para ejercerlo, a la cabeza de un programa radical
de cambios. La fortaleza de los cuadros del MAS, lo mismo que
las alianzas sociales y políticas nacionales e internacionales
que lo acompañen serán decisivas en lo que promete
ser una experiencia histórica trascendente para el pueblo
boliviano, pero también para toda Sudamérica.
Finalmente,
una referencia a otros procesos en curso, en particular a los
del Cono Sur - Brasil y Uruguay-. En ambos, es el descrédito
de la derecha tradicional más que la emergencia política
del movimiento popular la que dio paso a la victoria electoral
de sus actuales gobernantes. El protagonismo de las fuerzas políticas
es claro y se sobrepone al de los movimientos sociales; sin que
en modo alguno se pueda sostener que éstos son débiles
o inexistentes. Por otro lado, se trata de países que enfrentan
una crítica dependencia del financiamiento externo, que
los hace muy vulnerables a las presiones de la banca internacional.
El
desempeño de Lula en Brasil ha sido suficientemente ilustrativo
de lo que puede esperarse de situaciones como ésta, que
parecen a grandes rasgos presagiar lo que ocurrirá con
el gobierno de Tabaré Vásquez en Uruguay. Un manejo
macroeconómico pragmático y subordinado a los equilibrios
exigidos por la banca internacional postergará ineludiblemente
las demandas sociales. Sin romper con las presiones de los acreedores
de una deuda externa ilegítima, que profundice el camino
que en un momento insinuó Kirchner en Argentina -y que
al presente habría abandonado- no es mucho lo que podremos
esperar de ellos.
Es
basándose en estas experiencias que 'la agencia Standard
& Poor's evalúa sin temores las posibilidades de victoria
de izquierdistas en disputas electorales en México, Perú
y Colombia. Las amenazas serían mínimas porque,
según esta visión, los cambios de los últimos
años se han dado en la postura de la izquierda, no en la
visión de los mercados. 'En vez de rechazar las políticas
de sus opositores, diversos partidos históricamente de
centro-izquierda han adoptado abordajes económicos más
conservadores, reconociendo la importancia de la estabilidad macroeconómica
tanto para el crecimiento a mediano y largo plazos como para avances
sociales amplios', señaló la calificadora.'
En
todas estas experiencias, como lo han tenido que aprender en el
movimiento indígena ecuatoriano, o en el MST del Brasil,
la continuidad y fortalecimiento político de su movilización
es la única garantía de que tales procesos no terminen
en la más profunda frustración. Lo mismo podría
decirse para el nuevo movimiento popular argentino y sin duda
para el valeroso pueblo del Uruguay.
'Mientras
otros movimientos sociales se debilitan ante la llegada al gobierno
de fuerzas progresistas o de izquierda, que suelen 'arrebatarles'
sus banderas históricas y poner en cuestión su autonomía,
el caso del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)
de Brasil, es completamente opuesto', nos dice Raúl Zibecchi.
'En los dos años del gobierno Lula no ha dejado de fortalecerse,
al punto que hoy tiene más acampados que nunca en los veinte
años que lleva trabajando por la reforma agraria y por
la organización de los más pobres.' Los movimientos
campesinos, en especial el MST, están realizando ocupaciones
de tierras todas las semanas. Hay alrededor de 200 mil familias
acampadas.
Sin
embargo, uno de sus asesores más influyentes afirma que
'esta forma de presión no está siendo suficiente
para que el gobierno atienda las demandas de las familias sin
tierra. Reconocemos que elegir nuestro presidente no es suficiente
para cambiar el país. Es necesario ampliar la organización
del pueblo y crear nuevos espacios políticos para superar
esta realidad . Nos quedan aún dos años de gobierno
para aprender a relacionarnos con un gobierno que hace poco, pero
que puede mejorar si lo apoyamos. Sin embargo, tenemos la certeza
de que no es éste el gobierno que esperábamos. Pero
hace bien soñar. Nos vamos a mantener atentos para luchar
por nuestros principios y continuar intentando cambiar Brasil.
Sabemos que Brasil sólo cambiará si cambia junto
al resto de América Latina.'
Con
tales lecciones de nuestros pueblos hermanos, construyamos, pues,
esas esperanzas de cambio, también en este rincón
de la América Latina.
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©2003-2005. Los pobres de la tierra.org - San José,
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