Lospobresdelatierra.org - Inicio

 

El Kristo Social

Alfonso Chase

La Prensa Libre

18 de diciembre del 2006



En unos apuntes inéditos de don Roberto Brenes Mesén, se puede colegir que fue el grupo de los llamados ácratas, definidos y estudiados por Luis Ferrero, los que primero celebraron la idea del Kristo Social, centrados en la figura de Jesús de Nazareth, en la unidad de lo divino y lo humano, y con plena urgencia de resolver problemas en la tierra, y hacer de su mensaje un himno a la fraternidad. Literariamente, fue Carmen Lyra, quien en 1919 en su texto “El ensueño del Rabí” dio entrada en la literatura nacional a la unidad de la presencia divina con el contorno humano, que era frecuente oír en las enseñanzas de Joaquín García Monge, Roberto Brenes Mesén y la belleza del pensamiento, místico y espiritual, de Omar Dengo, en esa idea, casi colectiva entre ellos, de la figura del señor Jesús, como un Kristo Social. Las raíces de la espiritualidad, que tuvieron en ellos una convivencia de la religiosidad y la ciencia, no importunaron nunca la celebración de las Fiestas de Pascuas, desde la rememoración del portal franciscano hasta la celebración del Arbola de Navidad como árbol de la vida, interiorizado en el ser más íntimo, como logró hacerlo Omar Dengo en sus mejores tiempos de introspección.

Esto se hizo frecuente en la expresión pedagógica donde las historias de Jesús, el público y el oculto según los textos apócrifos, constituyeron el esplendor de la educación del cuerpo y la mente, con celebraciones que incluían asuntos pastorales de la religiosidad popular, entre ellos villancicos, pastorelas, cuentos y milagrerías, atribuibles a la infancia de Jesús de Nazareth, y de sus amigos, especie de jolgorio que se matizaba con aguadulce y mistelas, tanto en el ámbito escolar como en el íntimo, cuando las familias constituían hogares y no dormitorios selectivos.

Mi generación heredó la tradición de don Carlos Luis Sáenz y su esposa doña Adela Ferreto, marxistas confesos y seguidores de las ideas del Rabí, según expresión de Carmen Lyra, con pesebres y hasta obritas de teatro de gran belleza artística e inusitada importancia literaria. Todo esto se daba en el plano intelectual alegórico, donde se rescataba la presencia y vigencia, del mensaje de Jesús de Nazareth, con su entorno de Kristo Social, cercano de los humildes y cuya trayectoria adquiría contornos de propuesta revolucionaria, sacando del Nuevo Testamento historias y anécdotas totalmente subversivas, que venían a poner a la historia sagrada en el devenir de las luchas sociales.

María Isabel Carvajal hacía, según me cuenta uno de sus entenados, un pesebre adecuado a la lógica de sus ideas, para los niños y los fieles dialécticos, que contemplaban la puesta en escena entre musgos y barbas de viejo, y humildes lucecitas con ojos absortos y miradas hasta bobaliconas, extasiados por la grandeza pequeña de la obra de arte. Juan Manuel Sánchez, y su esposa Berta, hacían su Belén, que se que acompañaba con los dibujos de temporada del ilustre dibujante, en donde sobresalían la belleza estática de los rostros y el montón de cosillas superpuestas, sobresaliendo el cohombro en su extraña brillantés y su exquisito perfume, casi invisible.

Es interesante como tres personas casi antinómicas, Lilia Ramos, Emma Gamboa y Corina Rodríguez, representaban a su manera, y fui testigo privilegiado de aquello, el nacimiento y ese papel que les fuera asignado por la memoria de Omar Dengo, como una fiesta tradicional pero que estaba en relación con el cambio de estación, con la llegada de un gélido verano, mientras la reina Mab, entrando por el Bajo de la Hondura, se repartía por todo el país con su legión de angélicas y gnómicas figuras para anunciar un cambio que en Lilia era dialéctico, en Emma espiritual y en Corina mental, que transformaba a los seres humanos y los hacía más solidarios, graciosos y llenos de una bondad natural muy propia de los textos neotestamentarios y la tradición oculta del verdadero Emmanuel o Yeshúa, ese Kristo Social que a las tres les hizo hacer obra social y artística.

Algo le falta a nuestra educación. A partir del magisterio de los autores antes citados, sobre todo en la Escuela Normal, se vivía en todo su esplendor el legado salvífico de Jesús, no entre los comodines de una iglesia de donaciones o indulgencias, sino en el espacio interno de la cultura personal y el externo de las costumbres tenidas por tradicionales, pero que escapan al ámbito rector de las condenaciones y los sermones apocalípticos. El Kristo social era el hijo de Dios, e hijo del Hombre y su proceso de vida fue el exponer sus ideas ante un mundo que no lo entendió nunca, hasta la fecha, y una visión que de seguro a ellos les venía de la lectura de las Florecillas de San Francisco o de las meditaciones de Renán.

Educar quiere decir amar. Nuestra educación es inservible y nos enerva porque no está fundada en valores sino en ejes transversales, cuando lo está, que no instan al ser humano a dar la cara por sus ideas, o asumir el destino del Gólgota, sino a ser hombres y mujeres de éxito para pasar una prueba de examen, ganar un título y seguir por la vida como si no pasara nada.

Toda Pascua de Navidad tiene en su significado interno una Pascua Florida. Pero entre ambas media una muerte y una resurrección. Este es el verdadero significado del Kristo Social y lo que nos dejaron de herencia todas estas personas, adelantadas a su tiempo, pioneras, que buscaron con sus actos y sus acciones, en el mundo del arte, dejar testimonio de una existencia activa y trascendente, es decir: pedagógica, sabiendo que la idea del nacimiento de Jesús, es más efectiva que cien ordenadores trabajando al unísono, pero vacíos de significado.