EEUU:
Origen del hegemonismo
Lisandro
Otero
Rebelión
8
de febrero del 2005
El actual empuje hegemónico norteamericano no comienza
ahora, es el resultado de una estrategia finisecular. Theodore
Roosevelt siguió el ejemplo de Gran Bretaña: una
gran potencia debía tener colonias donde procurarse materia
prima y vender productos manufacturados, pero solo podían
adquirirse posesiones en ultramar si se cuenta con una gran flota.
En el Colegio Naval de Guerra, Roosevelt afirmó: "Prepararse
para la guerra es el medio más efectivo de promover la
paz".
En sus Memorias,
aparecidas en 1885, el general Ulysses S. Grant había afirmado
otro tanto: "Para mantener la paz, en el futuro, será
necesario estar preparados para la guerra". Roosevelt comenzó
el diseño de su plan de expansión naval siendo Secretario
de Marina y lo completó cuando llegó a la Presidencia.
Cuba, Filipinas, Puerto Rico, la liquidación del imperio
hispánico, Panamá, República Dominicana,
fueron eslabones de esa cadena.
Quizás
la única nación vencedora en la Primera Guerra Mundial
fue Estados Unidos. Intervino tarde y el costo material fue muy
inferior al de sus aliados. Emergió, en cambio, por primera
vez en el escenario mundial, como una potencia influyente. Al
victorioso Wilson lo sucedieron los aislacionistas Harding y Coolidge,
que asumían el nuevo liderazgo casi como un embarazoso
e indeseable compromiso. El gobierno republicano de Hoover llevó
al país a un frágil auge con su política
de laisser-faire. Los especuladores se enriquecieron en Wall Street
con un ascenso espectacular de los valores de bolsa.
En 1929 la
pompa se desinfló. La depresión económica
y el desempleo ensombrecieron el panorama norteamericano hasta
que Franklin Delano Roosevelt lanzó el New Deal. Se prohibió
el trabajo infantil, se dictó un límite a la jornada
laboral, se estableció el salario mínimo y los sindicatos
pudieron negociar contratos colectivos de trabajo. Un flujo de
iniciativas que movilizaban nuevamente la riqueza con inversiones
estatales condujo a una lenta recuperación.
La Segunda
Guerra Mundial se inició bajo el signo de la lucha contra
el fascismo pero se convirtió en el vehículo de
la expansión acelerada de la hegemonía norteamericana.
Cuando terminó el conflicto los Estados Unidos tuvieron
un solo oponente de consideración en el mundo: la Unión
Soviética, ello dio inicio a la Guerra Fría que
propició, --como una de sus consecuencias en el plano interno--,
las persecuciones del senador MacCarthy. La cacería de
brujas en Estados Unidos fue una concesión de los liberales
que aceptaron un embate preventivo contra los izquierdistas. Los
liberales sabían que el anticomunismo podía salirse
de cauce y constituir una amenaza a los derechos civiles pero
lo asumieron como un riesgo necesario. La histeria exacerbada
en torno a la defensa de la seguridad nacional terminó
oponiéndose a la libertad de investigación y de
expresión. Ocurrieron el famoso caso de los diez de Hollywood
y sobre todo el célebre escándalo Oppenheimer, síntomas
de la descomposición del cuerpo social.
John Foster
Dulles decidió que Norteamérica debía ser
el policía del mundo, su escudo perenne contra las "peligrosas
hordas" del imperio ruso. Dulles estimó que debía
desatarse una permanente carrera armamentista que Estados Unidos
ganaría porque los rusos se arruinarían primero.
Por tanto Norteamérica debía existir, de manera
permanente, con una economía de guerra. Un tercio de su
presupuesto sería dedicado a ello.
Pero fue un
general cubierto de gloria, Dwight Eisenhower, quien al finalizar
su mandato presidencial denunció la existencia del complejo
militar industrial: la colusión de la importante fabricación
armamentista con la dirección de las fuerzas armadas. Su
influencia se advertía en todas las esferas. La mecánica
de poder desatada por Teodoro Roosevelt tenía perniciosas
consecuencias. Cada día se identificaba más la maquinaria
bélica y el gran poder industrial financiero.
Bastaba echar
un vistazo al destino de los grandes halcones de la guerra: el
general MacArthur terminó de presidente de la Remington
Rand, el general Leslie Groves, que dirigió la construcción
de la primera bomba atómica, fue su vicepresidente, el
general Lucius Clay fue nombrado presidente de la Continental
Can, el general Doolittle terminó en la Shell Oil, el general
Ridgway presidió el Mellon Institute, el general Bedell
Smith, antiguo director de la CIA, asumió la conducción
de la United Fruti.
El asesinato
de Kennedy mostró que en Estados Unidos podía efectuarse
un golpe de estado como en cualquiera de las ínfimas repúblicas
bananeras. Entonces ocurrió el síndrome de Vietnam.
En la Primera Guerra Mundial los Estados Unidos perdieron cincuenta
y dos mil hombres. La guerra en Vietnam costó las vidas
de más de treinta y cuatro mil soldados y un cuarto de
millón de heridos, muchos de ellos cruelmente mutilados
para el resto de sus vidas.
El pueblo
norteamericano no alcanzaba a comprender como una pequeña
operación militar en un mínimo país asiático
se había descontrolado hasta cobrar tales proporciones.
El resultado fue una profunda aversión a la política
de intervenciones armadas, que el gobierno de Bush hijo, de corte
neofascista, ha reanimado con una bestial ferocidad.
gotli2002@yahoo.com
Permitida
la reproducción parcial o total siempre y cuando se
citen las fuentes. Copyleft
©2003-2005. Los pobres de la tierra.org - San José,
Costa Rica.
Volver
arriba