Ocupen su localidad
José Merino del Río
marzo del 2003
La función ya comenzó. Impúdicamente la televisión nos muestra los
preparativos, los misiles que se van a emplear, las bombas inteligentes que
se van a lanzar, el armamento sofisticado jamás pensado que se
utilizará en la primera guerra del nuevo orden mundial imperial. El espectáculo
promete ser de primera. En el despacho oval de la Casa Blanca ya se han
instalado pantallas de última generación, para que el comandante en
jefe pueda sentir que participa en una guerra de verdad, no como en los
tiempos de Vietnam, cuando el joven George, gracias al dinero de su
padre, pudo escapar del reclutamiento e iba de bar en bar y de chica en
chica a bordo de un Triumph descapotable, mientras otros mataban y morían
en el frente de batalla.Esos tiempos quedaron atrás, nada de sangre en las pantallas, ahora la
guerra puede ser un magnífico espectáculo, compitiendo por cuotas de
pantalla con la ceremonia de los Oscar. Para esos tenemos a la CNN. Ya
nos está dando adelantos. Las tropas del imperio esperando en el
desierto kuwaití, infladas de hamburguesas, pizzas y toda clase de bocadillos,
en una ciudad virtual donde en la noche brillan los letreros de la
Burger, Subway, Coca Cola, incluso se ha instalado una joyería para que la
tropa, integrada mayoritariamente por negros y latinos, pueda regresar
a la casa con algún regalo para la novia o la esposa. La guerra light,
no dejará huella del lado del agresor, nadie aparecerá con las manos
manchadas de sangre. Tampoco, seguramente, nos dejarán ver los cadáveres
de las víctimas. El Pentágono es últimamente muy sensible, como lo
pudimos observar ya en la guerra del Golfo de 1991 y en la más reciente de
Afganistán. Guerras limpias, bombas inteligentes, soldados que parecen
salidos de una pasarela de la alta costura, fuegos artificiales que
adquieren una luz especial en las noches casi siempre estrelladas del
Medio Oriente.Hay quien pueda pensar que no tienen derecho a hurtarnos una parte del
espectáculo, al fin y al cabo estamos acostumbrados a una televisión
que chorrea sangre, hasta en las más inocentes de las telenovelas. Pero a
Bush se le puede atragantar algún pretzel si le colocan, en vivo y en
directo, una niña iraquí despezada, o los ojos saliendo de las órbitas
de un ciudadano iraquí mirando al comandante supremo, al que la fe y la
lectura continua de la Biblia, le ha permitido, según confesó a un
grupo de predicadores que visitaba la Casa Blanca, vivir sin el vaso de
bourbon.La CNN y otras cadenas, se quejan de esta férrea censura del Pentágono,
pero igual prometen que el espectáculo será extraordinario. Una
maquinaria de guerra que nos despierte, ¡ se ha inaugurado el siglo XXI! Sobre
los escombros de la ONU, el Gran Hermano nos transporta a la barbarie,
y quiere que todos seamos testigos de este gran asesinato, premonitorio
de futuras masacres y humillaciones, que podrá ser suicidio colectivo
si en esa hora, en ese instante en que lluevan las bombas, millones de
mujeres y de hombres en el planeta no sentimos que por nuestras venas
hierve la sangre de la indignación y de la rebeldía contra este poder que
nos ofende y nos invita a luchar por otro mundo posible.