La legión del terror
Angel Guerra Cabrera
La
Jornada
16
de junio del 2005
La entrada en Estados Unidos y
renuencia de sus autoridades a aplicar la ley al anitcastrista
Luis Posada Carriles está trayendo consecuencias muy comprometedoras
para Washington. El adalid mundial de la "guerra contra el
terrorismo" quedará expuesto como el más grande
promotor del terrorismo de Estado en la historia universal, pese
a los enormes recursos propagandísticos dedicados a fomentar
la imagen contraria. La actitud complaciente de George W. ante
Posada ha insertado de nuevo en el debate público algo
que la maquinaria mediática alguna vez informó de
manera inconexa y parcializada pero guardó hace tiempo
en el cajón del olvido: la trasnacional del terror articulada
por Washington para mantener y ampliar su hegemonía en
el mundo.
Hiroshima y Nagasaky no se borran de un plumazo.
Gran parte del componente latinoamericano y caribeño de
este rompecabezas pudo ser armado con los relatos escuchados en
el reciente Encuentro Internacional contra el Terrorismo, por
la Verdad y la Justicia, celebrado en La Habana. Obviamente, se
habría necesitado de más de tres días para
que todos los asistentes ofrecieran sus testimonios y opiniones,
atando más cabos sueltos de esta historia escrita con sangre.
El derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz y su estela genocida
que segó unas 200 mil vidas. La Operación Cóndor,
montada por la CIA y las dictaduras militares de América
del sur que llevaron a la muerte a decenas de miles de activistas,
sindicalistas, militantes revolucionarios e intelectuales de Argentina,
Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil. El papel del gobierno
de Estados Unidos en la autoría del golpe de Estado contra
el gobierno de Salvador Allende, así como en el baño
de sangre que le siguió. La guerra sucia contra los movimientos
revolucionarios centroamericanos y la Nicaragua sandinista. Las
invasiones yanquis a República Dominicana, Granada y Panamá.
La contrarrevolución (anti)cubana de Miami como brazo ejecutor
continental de represión, atentados terroristas y operaciones
encubiertas de la CIA, que llegaron hasta el Congo y Vietnam.
Así, Posada Carriles, autor de la voladura
de un avión civil cubano, ligado a la represión
en Venezuela, El Salvador, Argentina y Guatemala y responsable
de abastecer a la contra nicaragüense pudo ser visto no como
individualidad sino como integrante de una legión internacional
del terror entrenada, organizada y financiada por la CIA no sólo
para actuar contra Cuba, sino donde Estados Unidos lo requiriera.
Tirando los hilos tras Pinochet, Videla, Stroessner, Banzer y
Figuereido fueron saltando a escena Ronald Reagan, George H. W.
Bush (padre), Henry Kissinger y John D. Negroponte. En fin, los
estrechísimos vínculos de la familia Bush con la
mafia (anti) cubana, que alcanzan a los vástagos George
W. y Jeb, uno presidente de Estados Unidos y el otro gobernador
del estado de Florida. Es por eso que los reunidos en La Habana
decidieron constituir un tribunal internacional civil para juzgar
estos crímenes y acusar como máximos responsables
de ellos a la ilustre nómina de personeros del imperio
antes citado. Y es que los sistemas judiciales establecidos han
demostrado su incapacidad para someter a proceso a los causantes
de la eliminación física, en nuestra región,
de casi toda una generación de luchadores sociales y revolucionarios.
La prueba más reciente de ello es la
farsa judicial escenificada en el caso de Posada Carriles, cuya
detención fue llevada a cabo sólo después
de casi dos meses de su entrada ilegal en Estados Unidos, gracias
a las vigorosas denuncias de Fidel Castro y a la solicitud de
extradición presentada por Venezuela. Mientras tanto, y
hasta que Posada compareció ante la prensa, las autoridades
de ese país decían desconocer su paradero e incluso
llegaron a negar que estuviera en su territorio. Ya detenido,
sólo se le acusó de inmigrante ilegal y en la primera
vista del juicio de migración celebrada en El Paso, Texas,
ni siquiera se mencionó la solicitud venezolana de arresto
provisional acorde al tratado de extradición vigente entre
los dos países. Está en Washington una delegación
de la Asamblea Nacional de Venezuela que entregará de nuevo
a sus pares estadunidenses la solicitud de extradición,
ahora contentiva de un voluminoso expediente, ya remitida por
su cancillería al Departamento de Estado. El proceso de
Posada parece tomar un sendero de dilaciones que, mientras más
largo, más hundirá en el pantano a Bush, el cruzado.
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