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Afganistán, primer productor de opio en el mundo tras la exitosa invasión de EU

David Brooks

La Jornada

19 de enero de 2005

 

Nueva York, 18 de enero. Por un lado, el gobierno estadunidense se autocongratuló por su "éxito" al reportar la confiscación de "gran cantidad" de drogas ilícitas en las fronteras estadunidenses y, por otro, sin proclamaciones se comprobó que uno de los resultados de la "exitosa" guerra contra Afganistán es que ese país regresó a ser el principal productor de opio en el mundo.

Aunque el gobierno dijo que confiscó una "gran cantidad de drogas en sus fronteras durante el último año fiscal -56 mil confiscaciones por un total aproximado de un millón de kilogramos con un valor al menudeo de 2 mil 600 millones de dólares- señaló que el contrabando de drogas ilícitas "permanece como una amenaza a la seguridad de Estados Unidos", admitió Robert Bonner, comisionado de la agencia de Aduanas y Protección Fronteriza del Departamento de Seguridad Interna.

Contando todas las confiscaciones en todos los puntos de ingreso al país (costas, fronteras, etcétera), hubo más de 56 mil decomisos, alrededor de un millón de kilos de droga. Entre las confiscadas sobresalen mariguana, cocaína y heroína.

Hablando de heroína, resulta que el primer país invadido por Estados Unidos en su nueva "guerra contra el terrorismo", y que ahora es presentado como el gran modelo de la transición democrática pro estadunidense -o sea la primera joya en la campaña de George W. Bush para "democratizar" a los estados enemigos del mundo musulmán- tiene como su mayor fruto haber recuperado el primer lugar mundial en producir la materia prima para la heroína y morfina: la amapola.

Durante el régimen del talibán, se prohibió el cultivo de la amapola, medida que se aplicó con dureza y que logró una reducción de 90 por ciento del cultivo de 2000 en adelante. Desde la invasión estadunidense, en 2001, la producción repuntó y ahora la Organización de Naciones Unidas y otras agencias calculan que Afganistán produce un 87 por ciento del opio del mundo, la mayoría del cual se convierte en heroína y morfina.

El negocio del opio de Afganistán, según cálculos, tiene un valor mundial hasta de 30 mil millones de dólares. El ingreso del opio contribuye, según cálculos, con unos 2.8 mil millones anuales a la economía de Afganistán -equivalentes a 60 por ciento del PIB "legítimo" del país-, y da empleo directo a un 10 por ciento de la población. Por primera vez el cultivo se realiza en todas las 34 provincias del país.

Peor aún, autoridades estadunidenses calculan ahora una gran cosecha para este año, la cual podría elevar el ingreso de los jefes del narcotráfico por el opio de 2.2 mil millones de dólares en 2004 a 7 mil millones este año. Ahora el gobierno de Bush busca promover un plan antinarcóticos para enfrentar el problema, señalando que estos recursos seguramente son canalizados a las filas del talibán y grupos terroristas como Al Qaeda.

Pero un esfuerzo efectivo de erradicación y persecución podría generar problemas aún más serios, los cuales también terminarían beneficiando a grupos "terroristas" y dañando la estabilidad política interna del país, señalan expertos. "Si uno intenta destruir el cultivo de droga y la economía se desploma 10, 20 o 40 por ciento en un año, ¿cuál será el resultado? Una revuelta armada", advirtió Barnett R. Rubin, ex asesor de la ONU en Afganistán, en una entrevista con el Los Angeles Times este mes.

El Departamento de Estado propone invertir 780 millones de dólares durante los próximos tres años para esfuerzos antinarcóticos en Afganistán, pero continúa el debate en el gobierno de Bush sin lograr hasta la fecha un consenso de cómo enfrentar el problema. Para algunos, lograr los objetivos de consolidar la estabilidad de ese país y obtener el apoyo de la población para la lucha antiterrorista no será posible si también se ataca el ingreso más importante para la población de ese país: el cultivo de amapola.

Por lo tanto, al menos en Afganistán, parece que los grandes objetivos de la política exterior del gobierno de Bush a nivel mundial -antiterrorismo, estabilidad política pro estadunidense y política antinarcóticos- se contradicen entre sí.

A la vez, la promoción de una política económica "de mercado" y las consecuencias de la globalización neoliberal para un país como Afganistán también nutren el cultivo de la amapola, ya que alternativas como el trigo y otros productos "lícitos" no brindan resultados equivalentes. O sea, la opción "racional" de mercado es el cultivo de drogas, tanto para los granjeros como para la fuerza de trabajo (la cual gana casi el doble del salario en la cosecha que en trabajo lícito en Kabul), así como para la economía de uno de los países más pobres del planeta.

Mientras tanto, en un año las autoridades estadunidenses de seguro volverán a anunciar que han tenido éxito en confiscar una cantidad aún más grande de heroína y otras drogas, casi todas exportadas por los países más cercanos y leales al gobierno de Washington, como Afganistán y Colombia.

 

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