Irak en América Latina
Por Domingo Dominguez
junio 2003
(Supratexto basado en un pequeño recuadro titulado "Irak" en la revista
Manière de voir, 69, junio-julio 2003, dedicada a Latinoamérica; p. 92)El primer soldado de la coalición anglosajona muerto en la invasión
imperial a Irak, el 21 de marzo en Um-al-Qasr, se llamaba José
Gutiérrez.
Tal vez José no imaginó ese fin en su corta vida; o tal vez sí, en su
desesperanzada infancia. Después de haber sido un niño de las calles
guatemaltecas, decidió partir en 1997 rumbo a la "tierra prometida":
Estados Unidos. Recorrió, como lo hacen miles de humildes
centroamericanos desesperados por la miseria, cinco mil kilómetros de
manera clandestina para llegar a "La Meca" del Nuevo Imperio. El 25 de
marzo de 2002 se enroló en los marines imperiales, por supuesto en el
rango más débil de la estructura militar: sangre de cordero para el
Dios
de las invasiones imperiales. El 3 de julio de ese mismo año, como
inspirado por José, el Calígula petrolero que ocupa el trono imperial
decretaba una orden ejecutiva para la "naturalización rápida" de
inmigrantes que tomaran esa opción de sacrificio. Se multiplicó la
sangre
de cordero: más de cinco mil trescientos inmigrantes clandestinos se
enrolaron en el ejército imperial obteniendo así la nacionalidad
estadounidense. Hay actualmente 31.000 extranjeros en las fuerzas
armadas
imperiales. Su triste destino no es una gran novedad: durante la guerra
contra Vietnam los latinos (y los negros) ya habían sido enviados
masivamente al frente; 20 % de los soldados muertos allí fueron latinos
(muchos de ellos portorriqueños) cuando la proporción de la población
latinoamericana en Estados Unidos en ese entonces era sólo el 5 %. En
la
actualidad, de acuerdo con las informaciones del mismo Pentágono, más
de
quince mil de los militares desplegados en el Golfo son de origen
latinoamericano. Jóvenes guatemaltecos, salvadoreños, panameños y
otros,
empujados por las condiciones de miseria, arriesgan su vida desde
temprano para llegar al país cuyo gobierno, en los años ochenta (cuando
ellos nacían), impidió todo intento de transformación social en
Centroamérica. Son los jóvenes que utiliza el poder imperial de
Washington, de la manera más desvergonzada y como le cuadra al Imperio
de
la mentira y el engaño, como carne de cañón para luchar "contra la
tiranía y por la democracia". El Calígula petrolero, desde su trono de
sacerdote fanático y sediento de más sangre de cordero, lanza de nuevo
su
caballería queriendo asesinar otra vez a Martí; el 20 de mayo de 2003
su
grito histérico reza: "Dios bendiga al pueblo cubano que lucha por su
libertad". Desde la isla de la dignidad, el esclarecido pueblo cubano
ha
sabido responder: "¡Gracias Führer! ¡Ya verá con qué conmovedora
emoción
y cariño lo recibiremos en la tierra de Martí y de Maceo, de Camilo y
del
Che!".