Rubén Darío, 1867-1916"El triunfo de Calibán" (1)

Rubén Darío

1898


No, no puedo, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Son enemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los Bárbaros. Así se estremece hoy todo noble corazón, así protesta todo digno hombre que algo conserve de la leche de la Loba (2).

Y los he visto a esos yankees, en sus abrumadoras ciudades de hierro
y piedra y las horas que entre ellos he vivido las he pasado con una
vaga angustia. Parecíame sentir la opresión de una montaña, sentía
respirar en un país de cíclopes, comedores de carne cruda, herreros
bestiales, habitadores de casas de mastodontes. Colorados, pesados,
groseros, van por sus calles empujándose y rozándose animalmente, a
la caza del dollar. El ideal de esos calibanes está circunscrito a la
bolsa y a la fábrica. Comen, comen, calculan, beben whisky y hacen
millones. Cantan ¡Home, sweet home! y su hogar es una cuenta
corriente, un banjo, un negro y una pipa. Enemigos de toda idealidad,
son en su progreso apoplético, perpetuos espejos de aumento; pero su
Emerson bien calificado está como luna de Carlyle; su Whitman con sus
versículos a hacha, es un profeta demócrata, al uso del Tío Sam; y su
Poe (3), su gran Poe, pobre cisne borracho de pena y de alcohol, fue
el mártir de su sueño en un país en donde jamás será comprendido. En
cuanto a Lanier (4), se salva de ser un poeta para pastores
protestantes y para bucaneros y cowboys, por la gota latina que
brilla en su nombre.

"¡Tenemos -- dicen -- todas las cosas más grandes del mundo!" En
efecto, estamos allí en el país de Brobdingnag (5): tienen el
Niágara, el puente de Brooklyn, la estatua de la Libertad, los cubos
de veinte pisos, el cañón de dinamita, Vanderbilt, Gould (6), sus
diarios y sus patas. Nos miran, desde la torre de sus hombros, a los
que no nos ingurgitamos de bifes y no decimos all right, como a seres
inferiores. París es el guignol (7) de esos enormes niños salvajes.
Allá van a divertirse y a dejar los cheques; pues entre ellos, la
alegría misma es dura y la hembra, aunque bellísima, de goma elástica.

Miman al inglés -- but English you know? -- como el parvenu (8) al
caballero de distinción gentilicia.
Tienen templos para todos los dioses y no creen en ninguno; sus
grandes hombres como no ser Edison, se llaman Lynch, Monroe, y ese
Grant cuya figura podéis confrontar en Hugo, en El año terrible (9).
En el arte, en la ciencia, todo lo imitan y lo contrahacen, los
estupendos gorilas colorados. Mas todas las rachas de los siglos no
podrán pulir la enorme Bestia.

No, no puedo estar de parte de ellos, no puedo estar por el triunfo
de Calibán.
Por eso mi alma se llenó de alegría la otra noche, cuando tres
hombres representativos de nuestra raza fueron a protestar en una
fiesta solemne y simpática, por la agresión del yankee contra la
hidalga y hoy agobiada España.

El uno era Roque Saenz Peña, el argentino cuya voz en el Congreso
panamericano opuso al slang fanfarrón de Monroe una alta fórmula de
grandeza continental (10), y demostró en su propia casa al piel roja
que hay quienes velan en nuestras repúblicas por la asechanza de la
boca del bárbaro.
Saenz Peña habló conmovido en esta noche de España, y no se podía
menos que evocar sus triunfos de Washington. ¡Así debe haber
sorprendido al Blaine (11) de las engañifas, con su noble elocuencia,
al Blaine y todos sus algodoneros, tocineros y locomoteros!

En este discurso de la fiesta de La Victoria (12) el estadista volvió
a surgir junto con el varón cordial. Habló repitiendo lo que siempre
ha sustentado, sus ideas sobre el peligro que entrañan esas
mandíbulas de boa todavía abiertas tras la tragada de Tejas; la
codicia del anglosajón, el apetito yankee demostrado, la infamia
política del gobierno del Norte; lo útil, lo necesario que es para
las nacionalidades españolas de América estar a la expectativa de un
estiramiento del constrictor.

Sólo una alma ha sido tan previsora sobre este concepto, tan
previsora y persistente como la de Saenz Peña: y esa fue -- ¡curiosa
ironía del tiempo! -- la del padre de Cuba libre, la de José Martí.
Martí no cesó nunca de predicar a las naciones de su sangre que
tuviesen cuidado con aquellos hombres de rapiña, que no mirasen en
esos acercamientos y cosas panamericanas, sino la añagaza y la trampa
de los comerciantes de la yankería. ¿Qué diría hoy el cubano al ver
que so color de ayuda para la ansiada Perla, el monstruo se la traga
con ostra y todo?

En el discurso de que trato he dicho que el estadista iba del brazo
con el hombre cordial. Que lo es Saenz Peña lo dice su vida. Tal
debía aparecer en defensa de la más noble de las naciones, caída al
bote de esos yangüeses, en defensa del desarmado caballero que acepta
el duelo con el Goliat dinamitero y mecánico.

En nombre de Francia, Paul Groussac. Un reconfortante espectáculo el
ver a ese hombre eminente y solitario, salir de su gruta de libros
(13), del aislamiento estudioso en que vive, para protestar también
por la injusticia y el material triunfo de la fuerza. No es orador el
maestro, pero su lectura concurrió y entusiasmó, sobre todo al
elemento intelectual de la concurrencia. Su discurso, de un alto
decoro literario como todo lo suyo, era el arte vigoroso y noble
ayudando a la justicia. Y [ha] de oírse decir: "¿Qué? ¿Es éste el
hombre que devora vivas las gentes? ¿Este es el descuartizador? ¿Es
éste el condestable de la crueldad?"

Los que habéis leído su última obra (14), concentrada, metálica,
maciza, en que juzga al yankee, su cultura adventicia, su
civilización, sus instintos, sus tendencias y su peligro, no os
sorprenderíais al escucharle en esa hora en que habló después de
oírse la Marsellesa. Sí, Francia debía de estar de parte de España.
La vibrante alondra gala no podía sino maldecir el hacha que ataca
una de las más ilustres cepas de la vena latina. Y al grito de
Groussac emocionado: "¡Viva España con honra!" nunca brotó mejor de
pechos españoles esta única respuesta: "¡Viva Francia!"

Por Italia el señor Tarnassi. En una música manzoniana, entusiasta,
ferviente, italiana, expresó el voto de la sangre del Lacio; habló en
él la vieja madre Roma, clarineó guerreramente, con bravura, sus
decasílabos. Y la gran concurrencia se sintió sacudida por tan
llameante "squillo di tromba (15)".

Pues bien; todos los que escuchamos a esos tres hombres,
representantes de tres grandes naciones de raza latina, todos
pensamos y sentimos cuán justo era ese desahogo, cuán necesaria esa
actitud y vimos palpable la urgencia de trabajar y luchar porque la
Unión latina no siga siendo una fatamorgana (16) del reino de Utopía,
pues los pueblos, sobre las políticas y los intereses de otra
especie, sienten, llegado el instante preciso, la oleada de la sangre
y la oleada del común espíritu. ¿No veis como el inglés se regocija
con el triunfo del norteamericano, guardando en la caja del Banco de
Inglaterra, los antiguos rencores, el recuerdo de las bregas pasadas?
¿No veis como el yankee, demócrata y plebeyo, lanza sus tres ¡hurras¡
y canta el God save the Queen, cuando pasa cercano un barco que lleve
al viento la bandera del inglés? Y piensan juntos: "El día llegará en
que, los Estados Unidos e Inglaterra sean dueños del mundo."

De tal manera la raza nuestra debiera unirse, como se une en alma y
corazón, en instantes atribulados; somos la raza sentimental, pero
hemos sido también dueños de la fuerza. El sol no nos ha abandonado y
el renacimiento es propio de nuestro árbol secular.

Desde Méjico hasta la Tierra del Fuego hay un inmenso continente en
donde la antigua semilla se fecunda, y prepara en la savia vital, la
futura grandeza de nuestra raza; de Europa, del universo, nos llega
un vasto soplo cosmopolita que ayudará a vigorizar la selva propia.
Mas he ahí que del Norte, parten tentáculos de ferrocarriles, brazos
de hierro, bocas absorbentes.

Esas pobres repúblicas de la América Central ya no será con el
bucanero Walker con quien tendrán que luchar, sino con los
canalizadores yankees de Nicaragua; Méjico está ojo atento, y siente
todavía el dolor de la mutilación; Colombia tiene su istmo trufado de
hulla y fierro norteamericano; Venezuela se deja fascinar por la
doctrina de Monroe y lo sucedido en la pasada emergencia con
Inglaterra, sin fijarse en que con doctrina de Monroe y todo, los
yankees permitieron que los soldados de la reina Victoria ocupasen el
puerto nicaragüense de Corinto; en el Perú hay manifestaciones
simpáticas por el triunfo de los Estados Unidos; y el Brasil, penoso
es observarlo, ha demostrado más que visible interés en juegos de
daca y toma con el Uncle Sam.

Cuando lo porvenir peligroso es indicado por pensadores dirigentes, y
cuando a la vista está la gula del Norte, no queda sino preparar la
defensa.

Pero hay quienes me digan: "¿No ve usted que son los más fuertes? ¿No
sabe usted que por ley fatal hemos de perecer tragados o aplastados
por el coloso? ¿No reconoce usted su superioridad?" Sí, ¿cómo no voy
a ver el monte que forma el lomo del mamut? Pero ante Darwin y
Spencer no voy a poner la cabeza sobre la piedra para que me aplaste
el cráneo la gran Bestia.

Behemot (17) es gigantesco; pero no he de sacrificarme por mi propia
voluntad bajo sus patas, y si me logra atrapar, al menos mi lengua ha
de concluir de dar su maldición última, con el último aliento de
vida. Y yo que he sido partidario de Cuba libre, siquier fuese por
acompañar en su sueño a tanto soñador y en su heroísmo a tanto
mártir, soy amigo de España en el instante en que la miro agredida
por un enemigo brutal, que lleva como enseña la violencia, la fuerza
y la injusticia.

"Y usted ¿no ha atacado siempre a España?" Jamás. España no es el
fanático curial, ni el pedantón, ni el dómine infeliz, desdeñoso de
la América que no conoce; la España que yo defiendo se llama
Hidalguía, Ideal, Nobleza; se llama Cervantes, Quevedo, Góngora,
Gracián, Velázquez; se llama el Cid, Loyola, Isabel; se llama la Hija
de Roma, la Hermana de Francia, la Madre de América.

¡Miranda preferirá siempre a Ariel; Miranda es la gracia del
espíritu; y todas las montañas de piedras, de hierros, de oros y de
tocinos, no bastarán para que mi alma latina se prostituya a Calibán!
[Publicado originalmente en la Revista Iberoamericana:

Edición y notas de Carlos Jáuregui (University of Pittsburg)

Notas:
1. El Tiempo, Buenos Aires, 20 de mayo de 1898. El artículo
también se publicó con el encabezado "Rubén Darío combatiente" en El
Cojo Ilustrado de Caracas (1 de octubre de 1898) cuya copia, en
comparación con el texto de El Tiempo, reproducido en Escritos
inéditos (1938) y el publicado en El Modernismo visto por los
modernistas (1980), sirvió para efectos de esta edición. He
modernizado la ortografía y corregido algunos errores de las
ediciones de Mapes y de Gullón que el lector que quiera comparar los
tres trabajos advertirá.
2. El uso de las mayúsculas se reprodujo en los casos en que
parecía significativo. Sobre el discurso de la latinidad ver nota
número 15 en la introducción.
3. En Los raros (1894-96) ya había anticipado a Calibán. Ver
introducción.
4. Sidney Clopton Lanier (1842-1881), poeta de Georgia,
inspirado en Byron, Tennyson y los románticos que condenaba, desde
sus sentimientos ético-religiosos, los males que el espíritu
comercial traía a la sociedad.
5. País de gigantes en Gulliver's Travels de Jonathan Swift
(1726). Comparación que también usa Groussac: "Estamos como Gulliver
en el reino de Brobdingnag" (Del Plata al Niágara 337). En el texto
de El Cojo Ilustrado aparece la errata "Dorbdinac".
6. Se refiere al magnate de ferrocarriles y especulador Jay
Gould (1836-1892) que causó el "Black Friday" (Septiembre 24, 1869)
con sus maniobras con el precio del oro, y a quien Martí criticara
agriamente como "gran monopolizador. . . sobre la espalda del
trabajador" y "millonario duro y desdeñoso" (10: 84-86; 423).
7. Guignol es el nombre de una marioneta francesa creada en Lyon
a finales del siglo XVII; para la época en que Darío escribe guignol
era el nombre que se le daba a los cabarets que presentaban shows
decadentes y en este sentido parece usarse en el texto. A partir 1897
vino a nombrar el teatro del horror con efectos o trucos especiales.
Resulta poco probable, aunque no imposible, que Darío ya estuviera al
tanto del éxito de este teatro.
8. Parvenu significa "advenedizo." Es paradójico que Darío
critique este deslumbramiento norteamericano con los ingleses y para
hacerlo use una palabra en francés.
9. L'année terrible (1872) de Víctor Hugo. En "A Roosevelt"
(1905) repite la idea: "Ya Hugo a Grant lo dijo: Las estrellas son
vuestras." Hugo había atacado a Grant en varios artículos. Gullón
corrige el texto como: "en el niño terrible" (405).
10. Roque Saenz Peña (1851-1914), presidente de la Argentina
(1910-1914). Contradictor de Blaine durante la Conferencia
internacional americana (1890), donde opuso a la doctrina Monroe y su
slogan "América para los americanos," la fórmula: "Sea la América
para la humanidad" (Martí 6: 81; Arellano 84).
11. James G. Blaine (1830-1893) empresario de ferrocarriles y
candidato presidencial por el partido Republicano en 1884; sirvió
como Secretario de Estado durante las administraciones de Garfield
(1881-1883) y Harrison (1889-1893) en las que fue portavoz de los
intereses norteamericanos para Latinoamérica y cabeza visible de la
ingerencia política y económica de los Estados Unidos en el área bajo
la política del "Pan-Americanism." Las opiniones de Darío estaban
influenciadas por Martí quien veía en Blaine encarnada la codicia
imperialista de los magnates republicanos. De Blaine decía el
cubano "A su país si lo tuviera en las manos, le pondría buques por
espuelas y un ejército por caballo, y lo echaría en son de conquista
por todos los ámbitos de la tierra," . . . "Blaine que no habla de
poner en orden su casa sino de entrarse por las ajenas so pretexto de
tratados de comercio y paz" (10: 53, 199).
12. El 2 de mayo de 1898, bajo el patrocinio del Club español de
Buenos Aires, Groussac, Tarnassi y Saenz-Peña pronunciaron sus
conferencias a propósito de la guerra entre EE.UU. y España, en el
teatro La Victoria.
13. Era director de la Biblioteca Nacional.
14. Se refiere a De la Plata al Niágara (1897).
15. Toque de trompeta.
16. Fatamorgana: espejismo que se veía en el estrecho de Mesina y
se atribuía a Morgana hermana del rey Arturo.
17. Animal monstruoso descrito por Job (40:15-24).

 

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