Los dos hermanos
León Tolstoi
Rusia, 1828-1910
Dos hermanos viajaban juntos; hacia el medio día tendiéronse en el bosque para descansar.
Cuando despertaron vieron cerca de ellos una piedra, con una inscripción; la descifraron y esto fue lo que leyeron:
Que quien encuentre esta piedra camine por el bosque hacia el Oriente; que en su camino hallará un río; que lo atraviese; a la otra ribera verá a una osa con sus oseznos; que coja los oseznos y escape a la montaña sin volverse. Allí verá una casa, y en aquella casa encontrará la dicha.
Entonces dijo el menor al mayor:
--Vamos juntos; quizá podamos atravesar el río, coger los oseznos, llevarlos a aquella casa y encontrar ambos la dicha.
Pero el mayor replicó:
--No iré en busca de los osos, ni te aconsejo que lo hagas. En primer lugar, porque nada prueba la veracidad de esta inscripción, que acaso sea una broma; en segundo, porque es muy posible que la hayamos leído mal; y en tercero, aun admitiendo que eso sea la verdad, pasaremos la noche en el bosque, no hallaremos el río y nos extraviaremos. Y aun cuando hallásemos el río, ¿podríamos pasarlo? Quizá sea muy ancho y su corriente rápida. Mas, dado que lo pasásemos, ¿crees cosa fácil apoderarse de los oseznos? La osa nos degollaría, y en vez de la dicha encontraríamos la muerte. Por otra parte, aunque consiguiéramos apoderarnos de los oseznos, no nos sería posible escapar sin que descansásemos sino hasta haber llegado a la montaña. Por último, allí no se ve qué dicha es la que se encuentra en aquella casa; quizá sea una dicha de la que nada podamos hacer.
Y el hermano menor repuso:
--No soy de tu opinión; sin objeto no se escribió eso en esta piedra. El sentido de la inscripción es claro y preciso. Desde luego, no hay que correr tan gran peligro. En segundo lugar, si no vamos nosotros podrá otro descubrir esta piedra, hallar la dicha en lugar nuestro y nosotros no obtendremos nada. Por otra parte, nada se consigue sin esfuerzo. Y, además, yo no quiero pasar por cobarde.
A lo que dijo el hermano mayor:
--Sabes el proverbio: "La codicia rompe el saco", o aquel otro: "Más vale pájaro en mano que ciento en el aire".
Replicó el menor:
--Y yo he oído decir: "Quien no se arriesga no pasa la mar", y también: "Bajo una piedra inmóvil no corre el agua". Pero me parece que es hora de partir.
Marchó el menor y el otro se quedó.
Un poco más lejos, en el bosque, el menor encontró un río, lo atravesó, y junto a la orilla vio una osa que dormía; cogió los oseznos y, sin volver la cabeza, echó a correr hacia la montaña. En cuanto llegó a la cima, una multitud de gente salió a su encuentro y transportóle a la ciudad,donde se le nombró rey.
Reinó cinco años; al sexto, otro soberano más fuerte que él le declaró la guerra, se apoderó de la ciudad y le expulsó.
Entonces, el hermano menor erró de nuevo y volvió a la casa del mayor, que vivía pacíficamente en el campo, ni rico ni pobre.
Ambos hermanos sintieron mucho gusto contándose su vida.
--Bien ves-díjole el mayor-que yo estaba en lo cierto. He vivido sin sobresaltos, y tú, que fuiste rey, piensa cuán atormentada fue tu vida.
Respondió el menor:
--No deploro mi aventura del bosque; cierto que ahora ya no soy nada; pero tengo, para embellecer mi vejez, el corazón lleno de recuerdos, mientras que tú no los tienes.
Tomado de Cuentos escogidos, Editorial Porrúa, México, 1999