"TELECOM une a los colombianos"
Aurelio Suárez Montoya
Argenpress.info
20 de junio del 2003
Durante décadas por todo el territorio patrio este lema distinguió a la principal empresa pública de telecomunicaciones de Colombia. Era tenida como patrimonio nacional de primer orden hasta que el pasado jueves 12 de junio, mediante decretos del Ejecutivo emanados de las facultades extraordinarias otorgadas por sus mayorías en el Congreso, el presidente Alvaro Uribe decidió liquidarla junto con más de una decena de asociadas con las que atendía los sistemas locales de varias regiones. Esa determinación coincidió con la posesión del nuevo ministro Carrasquilla y con su grito de exterminio proferido contra ésta y otras estatales como ECOPETROL y el Seguro Social.La justificación del magnicidio intenta hacerse por la vía fácil: basta decir que un trabajador promedio gana al año millones de pesos o que existen privilegios insoportables para despertar la aprobación en el observador desprevenido o 'resentido' y, 'por si las moscas', se agrega 'el intento de secuestro' al gerente, que según los informes policiales se trató de fraguar el martes 10 de junio. Se monta un expediente vendible ante la opinión: la combinación de 'sindicalismo con terrorismo' que permite manipular cualquier sondeo de opinión que valide esta nueva(!) creación de la Seguridad Democrática.
El debilitamiento de TELECOM tiene orígenes distintos a la versión oficial. Hace cerca de diez años se intentó darle el primer zarpazo decretando su privatización. Como resultó fallido, se emprendió una calculada operación de liquidación. Al poco tiempo, gracias a un fallo del Consejo de Estado, la empresa fue obligada a alquilar su infraestructura a dos nuevos competidores en el mercado de larga distancia. Se configuró así una estructura de negocio absurda que los entendidos siempre censuraron. Por un lado, dos empresas que sólo tienen costos variables para prestar el servicio y , por el otro, TELECOM con menores ingresos al ser sometida a la entrega de parte de su actividad y teniendo que incurrir, además de sus propios costos de operación, en los costos fijos derivados de la inversión inicial, que en este tipo de sector son los más altos y que sólo pueden cubrirse con paulatinos incrementos de la participación en el mercado.
Como si lo anterior fuera poco, cuando don Armando Montenegro era Director de Planeación Nacional, esa dependencia calculó que TELECOM, en asocio con empresas multinacionales del sector, era capaz de instalar cerca de dos millones de líneas telefónicas más. Las cuentas de Montenegro y su equipo resultaron fallidas y alegres y por ello TELECOM se ha visto sometida a demandas, en la mayoría de los casos injustificadas pero bien apadrinadas, por un monto cercano a 800 millones de dólares, lo cual no deja de ser una amenaza todavía mayor.
El crimen está consumado y los aparentes culpables bien marcados. Por si aparecen dudas se publicitan informes contables globales con acucias financieras sin discriminar los rubros ni confrontar en pesos reales los ingresos en comparación con los anteriores al proceso neoliberal. Tan maquillados como los mismos que las empresas energéticas e informáticas presentaron en Wall Street para atraer inversionistas y embaucar ahorradores, informes que presentados así pueden mostrar cualquier cosa.
Aparecen varios miles de nuevos desempleados como ya pasó con los expulsados del INCORA, INPA, DRI e HIMAT. Mientras tanto los verdaderos culpables se aprestan a comprar acciones de la creada TELECOM S. A o a servir de comisionistas de las inversiones extranjeras que se aprestan con tal fin. Entre 1990 y 1999 las compras en el área de comunicaciones que alcanzaron en América Latina casi 135.000 millones de dólares y ya tienen, gracias a Uribe, otra presa para cazar. Entre tanto, la antigua contraseña comercial, ' TELECOM, une a los colombianos' ha de servir de consigna de la resistencia contra la subasta privatizadora del gobierno y sus Carrasquillas de cabecera, ministros y asesores, empecinados en ofrendar al capital financiero internacional lo poco que todavía queda del país.
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