El profundo odio clasista
y racial, y la subestimación
ideológica que la revolución venezolana concita
entre "los unos y los otros" (¿Chávez es
militar, no?), no empezó hace 15 años, cuando
los bolivarianos plantearon la urgente necesidad de impulsar
la modernidad liberando sociedades y países, en
lugar de capitales y mercados.
Ese tipo de odio viene de lejos,
se incubó en
cuatro momentos de nuestra historia común y aún
es causa de sudor en el espinazo del bestiario político
continental: la sublevación de Tupac Amaru en el
Tahuantinsuyu (1780), el levantamiento de los comuneros
en Colombia (1781), la revolución negra en Haití (1791-1804)
y el movimiento insurgente del cura Miguel Hidalgo en México
(1810).
Avisadas de que las cosas del
poder colonial se pudrían
sin remedio (e inconfesablemente inquietas por los alcances
sociales de la revolución haitiana), aparecieron
en distintas ciudades de América jóvenes
ilustrados que organizaron juntas emancipadoras, jurándole
lealtad al rey Fernando VII depuesto por la invasión
de Napoleón a España.
Así como Jorge Luis Borges en el caso de las
invasiones inglesas a Buenos Aires (1806 y 1807), Carlos
Fuentes también se lamenta (en su fantástico
estilo de no decir diciendo) de que el "inmenso orgullo
patriótico de los españoles" (leáse: "atrasado",
ya sabemos que Espartaco era "populista", etcétera),
le hubiese puesto condiciones al Gran Corso gritando "¡Vivan
las cadenas!" ( El espejo enterrado , FCE, 1992,
p.244).
Vivan las cadenas. No era ésta una "paradoja" (Fuentes),
sino el grito de guerra del pueblo llano contra el invasor.
Pero de aquellos años proviene ya el cuestionamiento
a los "nacionalismos", mal entendiendo que sus políticas
serían manifestaciones del "pasado", a más
de una terca voluntad de "aislamiento" en "un mundo que
se abre" (¿?).
Concedámosle, concedámosnos, el beneficio
de la duda: si "nacionalismos" como el bolivariano nos
están devolviendo a frustrados momentos de nuestra
historia... ¿el neoliberalismo nos proyectó al "futuro",
o al excitante pasado de la piratería y el saqueo
colonial?
Cuando se excluye el papel del
nacionalismo popular insurgente; cuando se niega el papel
del Estado juzgándolo
por las clases que lo desnaturalizan; cuando se omite o
da por muerto al imperialismo (y en particular al imperialismo
yanqui), sólo resta llorar de emoción ante
la tumba del hipernacionalista almirante Nelson (¡qué bien
que la hizo!), o encender los cirios que nos iluminarán
en el otro mundo posible.
Otro mundo es necesario y posible.
Mas no a costa del falseamiento o necia ignorancia de
la historia libertaria de nuestros pueblos. Creáse o no, antes de Internet
y los teléfonos celulares, existían luchadores
sociales más inteligentes y lúcidos que nosotros.
Animada por Francisco de Miranda
y Simón Bolívar,
la Junta de Caracas fue la primera en proclamar la independencia
total de España, el 5 de julio de 1811. Los "ilustrados" se
dividieron en dos: "conservadores" y "reformadores" (luego "liberales"),
y a los indios, mestizos y negros se les dio un poco más
de comida, a cambio del "consenso".
Sólo los líderes de Haití y los
indígenas que oyeron la campana de Hidalgo en Mesoamérica,
Bolívar en el Caribe y en los Andes y José Gervasio
Artigas en el río de la Plata, entendieron que el
grito vox populi-vox dei debía ser algo
más que la resignación a las promesas de
un Dios blanco y excluyente.
En los mapas de la impresionante
superficie continental (de California a la Patagonia),
los patriotas de mirada ancha acariciaron una "nación de repúblicas" (Bolívar).
Ellos fueron los primeros en hablar de "unidad". Mas no
de "unidad" en sentido pueril y reduccionista, sino de
la unidad "confederada" de países fraternos y solidarios
nacidos de la lucha común.
Estados Unidos (que aún no se llamaba oficialmente "de
América") era entonces un país admirado por
los revolucionarios de la América española.
Sin embargo, el Destino Manifiesto del puritanismo racista
anglosajón, los hizo cambiar de opinión.
Tres años antes del nacimiento de Marx, en la
célebre Carta de Jamaica (1815), Bolívar
subrayó dialécticamente las diferencias entre
la América de ellos y la nuestra. Y 87 años
antes de El imperialismo, fase superior del capitalismo , El
Libertador advirtió con tono lapidario a su
amigo Campbell que Estados Unidos plagaría "...
la América de miserias en nombre de la libertad" (1829).
No nos sorprendamos: el partido único fue concebido
por José Martí en la época en que
Lenin y Stalin aprendían a leer y a escribir.
Pero no pequemos, por sobre todo,
de "universalismos" y "cosmopolitismos" confinados
a cuatro o cinco capitales de Europa occidental. El mundo
conocido de la caballada derechista, su mundo, se les va
de las manos. Y ya sin políticas y propuestas viables,
sólo le queda el odio cerril contra lo que más
deploran de Chávez y su revolución: la recuperación
de la autoestima y el espíritu de lucha de todos
los pueblos del mundo, sin excepción.