Emir SaderSer de izquierda

Emir Sader

Servicio Informativo "Alai-amlatina"

26 de mayo 2003

ALAI-AMLATINA, 26/05/2003, Río de Janeiro. Desde que la
palabra izquierda fue utilizada para designarla como corriente
política, la izquierda estuvo siempre vinculada a la idea de
justicia social, de igualdad, de solidaridad, de libertad y de
democracia. Múltiples variantes -más reducidas o más
diluidas- buscaron dar cuenta de lo que significaría ser de
izquierda, todas ellas vinculadas al proyecto de construcción
de otro tipo de sociedad. Así la izquierda ganó proyección en
la crítica y en el rechazo al capitalismo, considerado
responsable de la explotación, la opresión y la alienación.
Por oposición, el socialismo siempre asumió un carácter
libertario, de lucha por una sociedad sin clases y sin Estado,
sin dominación y sin explotación, donde los hombres
conquistasen la capacidad de ser dueños de su propio destino.

¿Qué significa hoy ser de izquierda en un país como Brasil?
La mayor brutalidad que vivimos en nuestro país es la
desigualdad, ya que somos sistemáticamente electos y reelectos
por la ONU como el país más injusto del mundo, esto es, aquel
donde los bienes están peor repartidos. Como Brasil es la 11ª
economía del mundo en términos de producto bruto, no se trata
de carencia absoluta de bienes, sino de su pésima
distribución. Por eso, las utopías de izquierda en el Brasil
de hoy tienen que estar íntimamente vinculadas a la
construcción de una sociedad justa, de universalización de
derechos, donde el trabajo esté asegurado para todos, en
condiciones básicas de dignidad en las condiciones de trabajo
y en la remuneración, donde todos puedan vivir de su trabajo y
nadie viva del trabajo ajeno.

Tres etapas sucesivas de formas de organización de la sociedad
produjeron y reprodujeron sucesivamente las desigualdades que
se acumularon y persisten hasta hoy, reforzándose unas a
otras. La primera viene de la colonización de Brasil y de su
sustento en el trabajo esclavo durante siglos. Se produjo la
concentración de la tierra, la exclusión de los trabajadores
rurales del acceso a las condiciones mínimas de sobrevivencia,
incluso después del término formal de la esclavitud. Rescatar
los derechos básicos de la población rural significa por lo
tanto, ante todo, la realización de una reforma agraria que
abarque la totalidad del país. Es parte integrante de la
utopía de la igualdad en el Brasil de hoy la extensión y
consolidación de los derechos al trabajo, a la educación, a la
salud, a la vivienda, a la afirmación de las identidades
culturales de las poblaciones rurales del país.

La segunda etapa de desigualdades fue producida por la forma
como se dio la industrialización, como la producción fue
básicamente volcada a la exportación y al consumo suntuario, a
expensas de las necesidades básicas del conjunto de la
población. Un mercado concentrado demanda bienes de lujo y la
producción, a su vez, se vuelca hacia quien dispone de
capacidad de consumo. Se generó así un círculo vicioso que
alimenta la concentración de renta y la exclusión de la
mayoría de la población de los bienes indispensables a su
bienestar. Luchar por la igualdad significa, en este caso,
luchar por la democratización de la producción, de la
comercialización y del consumo.

Pero recientemente se sumaron las desigualdades producidas por
la financierización de la economía, fundada en las tasas de
interés más altas del mundo. El Estado, vio deteriorarse su
prestación de servicios para la masa de la población, mientras
los recursos básicos recaudados por los gobiernos fueron
drenados para la esfera financiera, el capital productivo
migraba hacia la especulación, la masa de los trabajadores y
de las pequeñas y medianas empresas se endeudaba. Este
proceso se extendió y se profundizó de tal forma que definirse
de izquierda -un gobierno, un partido, una persona- es ante
todo, luchar contra la hegemonía del capital financiero sobre
la economía y todos sus efectos perversos sobre el conjunto de
la sociedad brasileña. Es luchar por el triunfo del mundo de
la producción y del trabajo sobre el mundo de la especulación.

La utopía de la igualdad pasa, hoy, por lo tanto, en primer
lugar, por la lucha contra las raíces de los privilegios: la
propiedad improductiva en el campo, las grandes corporaciones
industriales y comerciales orientadas privilegiadamente hacia
la exportación y el consumo de las elites, y el capital
especulativo. La construcción de un Brasil justo y solidario
comienza por ahí. (Traducción ALAI)

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