FMLN y FSLN en Centroamérica:

Malas lecturas

Sergio Ramírez

La Jornada

29 de marzo del 2004

 

Managua • Hace un par de semanas estuve de visita en San Salvador para dictar un taller de periodismo literario ante la plana de redacción de La Prensa Gráfica, y aproveché la ocasión para instruirme sobre las elecciones en curso, en largas conversaciones con amigos de las más variadas tendencias políticas.

La campaña electoral tenía tintes feroces, sobre todo en la propaganda de televisión, y el país se hallaba ya polarizado. Héctor Silva, el antiguo alcalde de San Salvador, el candidato por quien yo hubiera votado, era la víctima de esa polarización, porque su coalición de centro izquierda seguía bajando dramáticamente en las encuestas ante el síndrome del voto útil.

La campaña no giraba alrededor de las razones para votar por uno de los dos candidatos mayoritarios, Antonio Saca, de Arena, o Schafik Hándal, del FMLN, sino al contrario, para no votar por el uno o el otro. Y en esa polarización, advertí que el FMLN y su candidato llevaban todas las de perder, porque conozco la experiencia de Nicaragua.

Tanto en Nicaragua como en El Salvador, el arma más formidable de propaganda de la derecha contra la izquierda tradicional, representada por el FSLN y el FMLN, es el pasado. La invocación del miedo al pasado, a la guerra, la inestabilidad, la ruina económica y la enemistad con Estados Unidos se vuelve eje de ataque, siendo el hecho que estos dos partidos provienen de una tradición guerrillera y fueron parte del conflicto que asoló a ambos países a lo largo de la década de los ochenta, recuerdo aún fresco. Y hoy, los representantes diplomáticos de la administración de Bush, no tienen empacho en inmiscuirse para reforzar estos argumentos.

El FMLN, atraído a la trampa mortal, contestó esta campaña y convirtió la contestación en el eje de su propaganda electoral, lo que lo puso a la defensiva, que es la peor manera de conquistar votos y la más fácil de perderlos. No sólo empezó a acusar a la derecha de haber causado males mayores, sino que su candidato, lleno de enojo, anunció en los mítines medidas represivas contra sus adversarios no más llegar al poder.

Hay una contradicción clave en la conducta de los partidos de origen guerrillero, entre lo que verdaderamente son hacia adentro, entidades autoritarias y cerradas, y lo que quieren ser a la hora de una contienda electoral. Y también cometen el error craso del doble discurso, más radical fuera de campaña y más edulcorado en campaña, como si el electorado no tuviera una sola memoria.

Pero peor que eso es la escogencia de sus candidatos presidenciales, que se hace hacia adentro, más que hacia el electorado abierto. El líder único es el único candidato presidencial, y deviene candidato por siempre, como en el caso del FSLN, aunque pierda cada vez que se presenta. Más riesgo cree correr si permite que otro sea el candidato, aunque ese otro tenga mejores oportunidades de ganar. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de retener una cuota de poder.

Las consecuencias están a la vista. Schafik Hándal fue derrotado por 60 por ciento de los votos, casi la misma cifra con que fue derrotado Daniel Ortega en las últimas elecciones presidenciales de Nicaragua en 2002. Y Hándal está lejos de renunciar a su cargo de dirigente máximo, y único, tras esta debacle, como también lo ha estado Ortega.

También saltó en las conversaciones con mis amigos salvadoreños el tema del efecto que la reciente victoria del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) podría tener en beneficio del FMLN, dado que ambos partidos son de izquierda. Yo opiné que no iba a tener ninguno. Revolver las dos situaciones sería, en el buen decir cubano, "un arroz con mango".

Arena ha estado en el poder en El Salvador, de manera continua, por mucho más tiempo que el Partido Popular (PP) en España, con lo que el FMLN debería representar para el electorado una indiscutible alternativa de cambio frente al desgaste del adversario. De hecho, la campaña del FMLN se basó en el eslogan del cambio.

En España, antes de los actos terroristas del 11 de marzo, el PSOE, que también proponía el cambio frente al desgaste obligado del PP, no iba a ganar, según las encuestas. Ganó porque el electorado buscó de pronto, y en el último momento, seguridad frente al terrorismo, al advertir que el gobierno de Aznar había comprometido esa seguridad inmiscuyéndose en la guerra de Irak, con lo que esa guerra se estaba trasladando a España.

Por el contrario, los actos terroristas ocurridos en España, por mucho que El Salvador tenga algunas tropas simbólicas en Irak, no llevarían al electorado a volcarse en contra de Arena, como ya se ve. Más bien, tal como ocurrió con el FSLN tras los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, esos actos sólo podían acabar de perjudicar al FMLN.

Es cierto, en fin, que tanto el FMLN como el FSLN son miembros de la Internacional Socialista, a la que pertenecen el PSOE y los demás partidos socialistas europeos. Pero esa pertenencia no crea ninguna identidad. La verdadera identidad se crearía si esos partidos, aún dirigidos por viejos líderes guerrilleros, pasaran a ser partidos modernos y abiertos, con candidatos jóvenes e imaginativos, y que esos viejos líderes se declararan a sí mismo prescindibles. ¿No resulta una contradicción que el candidato de la derecha haya sido en El Salvador un joven de 39 años, y el de la izquierda alguien de 72, casi el doble de edad?

¿Hay esperanzas de un cambio semejante? Pocas, por lo que se ve. Una vez derrotado, Hándal se ha puesto la vieja camisa de fatiga, y anuncia una "resistencia sin tregua" frente al nuevo presidente, a quien se niega a felicitar. ¿Será una nueva candidatura suya parte de esa resistencia?

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