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Las locuras de MEL

Rachel Ramírez

Alainet.org

28 de julio 2009

 


Los ricos le llaman loco a nuestro presidente constitucional, José Manuel Zelaya Rosales. Nosotros creemos que si acaso su pensamiento ha tenido rasgos de locura, se trata de una locura productiva, una locura altruista, una locura de amor al pueblo.

Los ricos dicen que Mel está loco. Lo dicen porque, siendo un propietario de considerable fortuna, lo normal hubiera sido que se pusiera de parte de los millonarios, pero se puso de parte de los pobres. Desde la lógica de los ricos, un rico tiene que estar loco cuando se le ocurre soñar con que todos los hondureños y hondureñas tenemos derecho al menos a las condiciones indispensables de sobrevivencia. Loco el hombre. Porque siendo presidente, estando en las mieles del poder, se negó a ser uno más de la serie de figurones insensibles que han pasado por la silla presidencial y, contrario a lo que sus amigos esperaban de él, don José Manuel Zelaya echó su suerte a favor de la gente humilde.

Fue así como decidió que no pagaran electricidad las familias cuyos bienes materiales no pasaran de un ventilador, un televisor, una pequeña refrigeradora, unos cuantos bombillos y tal vez una plancha eléctrica (pues los pobres ya nos acostumbramos a llevar ajadas no sólo las vestimentas sino también las tristezas del alma). El presidente sabía que los pobres aguantamos hambre, que nuestros bienes materiales generalmente son de cuarta, de quinta o hasta de octava mano; él sabía que colocamos remiendo sobre remiendo, que cada día es una angustia por no saber qué vamos a darles de comer a nuestros hijos. Siendo él un miembro de la aristocracia, se decidió por los pobres. "¡Tiene que estar loco!", bramaron los magnates.

Del pensamiento pasó a los hechos: Mientras él fue presidente, más de 600, 000 (dije seiscientas mil) familias tuvimos electricidad gratis, quiero decir que jamás pagamos ni un centavo a la ENEE; incluso hubo una época en que no sólo no nos cobraban sino que al ir al banco el cajero, a nombre del Gobierno, nos daba entre cien y ciento cincuenta lempiras, como ayuda solidaria. Nosotros no pagábamos electricidad porque el Gobierno de Mel Zelaya nos la regalaba; pero los magnates no pagan electricidad porque se la roban, y no hay poder en el mundo que los meta a la cárcel. Sus fábricas y sus empresas consumen la electricidad que paga la clase media hondureña.

Mel, como toda la gente de buena voluntad, tiene loco el corazón. Es un loco soñador. Soñaba y ponía en práctica sus sueños. Un buen día los padres de familia de Honduras fueron exonerados del pago de matrícula en los centros educativos oficiales; y en cierto momento los niños y las niñas comenzaron a recibir merienda en su escuela; y de un día para otro declaró la guerra al analfabetismo; y otro día aumentó el número de médicos para que cuidaran completamente gratis de la salud del pueblo; y otro día hizo una ley para brindarles seguro social a las empleadas domésticas; y los campesinos recibieron títulos de sus parcelas y semilla mejorada y préstamos para las siembras y la opción a usar los tractores de los que regaló Venezuela al pueblo hondureño (pero la burocracia al servicio de los ricos enredó las cosas y los tractores nunca fueron entregados a los campesinos).

Los pobres sí compartimos los sueños locos de Mel; ¿cómo no abrazar el sueño de que todas las familias que viven abajo de la línea de la pobreza recibieran un bono de casi tres mil lempiras? Seguramente muchas de las familias que recibieron el bono solidario nunca habían tenido de junto esa suma de dinero.

Es verdad que muchos de los sueños de Mel se perdieron como por arte de magia entre las manos de algunos de sus "colaboradores", pero también es verdad que cientos de miles de desposeídos vieron el sueño de Mel hecho realidad. Y mientras los pobres gozaban el sueño de Mel, el insomnio asaltó a los magnates, a esos señorones gordos en cuyos zapatos Florsheim aún rechinan las arenas de los desiertos del Medio Oriente, de donde llegaron hace poco más de medio siglo, con una mano adelante y la otra atrás; esos magnates que se han apoderado de la política hondureña, de las cúpulas religiosas, del fútbol, de los medios masivos de comunicación, de los negocios libres de impuestos y de mil cosas más. Esos son los que no volvieron a pegar un ojo, ante la realidad de los sueños locos de Mel. Otros que dejaron de dormir tranquilos fueron algunos revolucionarios que se hacen llamar marxistas y que (¡esto da risa!) no aceptaban a Mel porque "Mel no es marxista".

Está bien que los magnates y algunos mal llamados marxistas no quieran a Mel. Pero habemos millones que lo queremos. ¿Quiénes somos los que queremos a Mel? Somos la gente que vive en las aldeas, en los campos bananeros, los que henos aguantado hambre siempre, los intelectuales de alta sensibilidad humana, los revolucionarios sin etiquetas estúpidas, la gente pobre de las ciudades, la clase media consciente, quienes no tenemos más currículum que las manos encallecidas, en fin, el pueblo. Lo queremos porque en él vemos la esencia de nuestra tierra. Los magnates dirán que Mel ayudó a la gente sencilla sólo para llegarle al corazón. Muy bien, que lo digan. Lo cierto es que quien nos regala un pescado y quiere enseñarnos a pescar merece que lo queramos. ¡Qué bueno que Mel Zelaya optó por ganarse el corazón de nosotros mediante el método de devolvernos la dignidad! La pregunta fundamental es: ¿Por qué ustedes, magnates, nunca hicieron nada parecido? Queremos a Mel porque es el primer presidente que se interesó por la suerte de los que nada tenemos; ustedes sólo pensaron en nosotros para ver el mejor modo de arrancarnos la alegría y nuestra fuerza de trabajo. Vistas así las cosas, tienen ustedes razón de llamar loco a Mel.

En su locura, Mel se negó a entrar en negocios con las "Sagradas Familias" de este país; eso no se lo perdonaron, pues si hubiera hecho negocios con ellos, podrían haberlo manipulado, podrían "amablemente" haberle torcido el brazo en las conversaciones de sobremesa. Eso no lo pudieron hacer, ¡qué rabia! Pero la cresta más alta de la ola de su locura llegó cuando propuso que los chuñas, los chucos, los analfabetas funcionales o no funcionales debíamos tener derecho a construir una nueva patria a través de la redacción de una nueva Constitución. Fue esto lo que rompió los siete cielos que cubren este país: Los cancerberos, los dueños de la patria por decreto divino, sacaron a los gendarmes del Apocalipsis, y, en contubernio con los Halcones más Poderosos de la Tierra, derrumbaron la casa de las y los verdaderos hondureños.

¡Qué loco que está Mel! Y su locura es tan contagiosa que los propietarios comerciales de este país ya no saben qué hacer con tantas y tantos locos dispuestos a ofrendar la vida por la patria que sueña Mel y que defendernos a como de lugar.

- Rachel Ramírez, Identidad 1804-1957-00102, es profesora de Biología y Química. Jubilada en el año 2007 con cinco mil (5000) lempiras, después de quince años de servicio. Gracias a otra locura de Mel, el INPREMA no tuvo más remedio que equipar mi salario a 5500.00 (cinco mil quinientas lempiras).

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