El programa Hambre Cero
Frei Betto
Adital
13 de abril del 2003
El Programa Hambre Cero es una versión en acción política de un gesto evangélico: la multiplicación de los panes, la posibilidad que tendrán todas las personas de acceder a condiciones mínimas de vida, que les imprima dignidad. Principalmente a las dos más elementales: beber y comer, sin las cuales ningún ser humano puede vivir y mucho menos tener dignidad. Es un escándalo para nosotros, hijos de la modernidad, ya entrando en la post-modernidad, que asistimos a tantos progresos científicos y tecnológicos, observar un hecho que agrede nuestra humanidad: las multitudes que pasan hambre, también en Brasil.
A veces, fuera de Brasil, cuando nos preguntan cómo va nuestra lucha por los derechos humanos, uno se siente obligado a reaccionar así: ¿Derechos Humanos? En Brasil desgraciadamente es un lujo, porque todavía estamos luchando por los Derechos Animales: comer, educar las crías, abrigarse de la intemperie, eso es cosa de animales, y un tercio de la población brasileña todavía no consiguió esos derechos. Nos da vergüenza: en Brasil estamos luchando todavía por Derechos Animales, como si hablar de Derechos Humanos fuera un lujo.
En todo el mundo hay campañas para curar el SIDA, y eso es bueno. Son campañas millonarias. Grandes cineastas, artistas, empresarios, dueños de corporaciones, como Bill Gates (Microsoft), destinan anualmente millones a investigaciones para curar el SIDA y eso es bueno. Pero existe una sombra en este tipo de campañas. No es el SIDA lo que mata más gente en el mundo, ni siquiera la guerra. Lo que mata más personas en el mundo es el hambre. Según alguien insospechable como el Banco Mundial, hoy somos seis billones de personas en el planeta, de las cuales cuatro billones viven bajo la línea de pobreza. De ellas, 1.200 bajo la línea de miseria. Y, de entre estas últimas, 850 millones en situación de hambre crónica. ¿Y dónde están las campañas de combate contra el hambre? Prácticamente no existen. El primero en presentar esta propuesta al mundo en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, fue el presidente Lula.
¿Por qué no existen campañas contra el hambre, tal como existen campañas contra el SIDA? Por una lógica perversa. Porque el SIDA no diferencia entre clases y el hambre sí. Es como si nosotros, los bien alimentados, dijéramos: que los pobres se mueran de hambre no nos afecta, lo que importa es que nosotros no muramos de contaminación del SIDA. Aquí, al poner como pauta principal el combate contra el hambre, el Presidente Lula, no sólo dio un ejemplo al mundo, sino que trastocó toda la lógica del gobierno. Es la primera vez en la historia de este país y, quizá, de la humanidad, que un presidente al ser elegido, no privilegia los inversores extranjeros, la elite brasileña, los que financiaron la campaña.
El gobierno Lula da prioridad a los más pobres de los pobres que son los hambrientos. Son 44 millones en todo el país. Algo más de 9 millones de familias. El hambre brasileña es diferente del hambre africana. No tiene el aspecto trágico de las fotos de Sebastián Salgado porque vivimos en un país de abundancia. Pero, mientras tanto, los índices de mortalidad infantil en nuestro país, son excesivamente altos: de cada mil niños nacidos vivos, 29 mueren antes de completar el primer año de vida y todos los años más de 100 mil niños mueren de desnutrición en Brasil. Eso revela que el hambre es un hecho grave. La cuestión es que en Brasil, o se bebe agua contaminada, o se come excesivamente un único alimento, judías secas (porotos, frijoles), mandioca, con falta de proteínas, con falta de otros ingredientes del equilibrio nutricional, que ocasionan desórdenes glandulares, provocando que los niños tengan una apariencia de gordos. Y al contrario de lo que la imagen revela, están desnutridos. Consecuencia de la desnutrición están gordos por causa de los desórdenes provocados en el organismo.
Tenemos este desafío en el país, de bajar el hambre a cero. No sólo ahora, en esta última campaña, el presidente Lula hizo esta propuesta. Lo hizo en 1990, cuando fue derrotado por el presidente Collor, cuando creó una política de seguridad alimenticia y llevó esa política a las calles. De ahí surgió la Acción de la Ciudadanía. Propuso la creación del Consejo de Seguridad Alimenticia en el Gobierno Itamar Franco, que, desgraciadamente, extinguió después el gobierno de Fernando Enrique. Pero, en todas sus campañas, el tema de la seguridad alimenticia fue prioridad en nuestros programas de Gobierno. En esta última campaña el programa recibió el nombre de Hambre Cero.
El programa de Hambre Cero, al contrario de la mayoría de las acciones de seguridad alimenticia existentes en Brasil no es asistencialista. Hambre Cero es un programa de inserción social. Lo menos importante de Hambre Cero es distribuir alimentos. Eso se realizará en situaciones de emergencia. Lo más importante es generar empleo y renta.
Hambre Cero no exige nota fiscal de ninguna familia beneficiaria, excepto si el comerciante local emite nota fiscal. Cuando Hambre Cero exige del mercado o de la feria un comprobante de que se hizo tal compra, no es por desconfiar de la familia, es para evaluar cómo están evolucionando estas familias en educación nutricional. Si pasan, a partir del trabajo educativo que se realizará, a consumir legumbres, verduras, frutas, etc. Para saber si el mapa de la dieta se va modificando a lo largo del tiempo.
El Programa Hambre Cero es también corrupción cero, donde toda la viveza pícara queda al descubierto.
Hay toda una serie de medios que se acomodaron con gobiernos demagógicos, y que dicen que el programa Hambre Cero no es acertado, que no tiene fuerza, que no es la solución. No tenemos apuro, pero sí responsabilidad. Es necesario proyectar muy bien cada uno de los programas sociales: el Programa del Primer Empleo, la Campaña Nacional de Alfabetización, tal como fue proyectada la Secretaría contra la Discriminación Racial. No hay apuro, hay sentido de responsabilidad. No importa si hay medios que dicen que Hambre Cero está perdido. No, Hambre Cero está muy bien orientado. Tiene sus objetivos, sus recursos, sus metas, porque finalmente, el proyecto está ya acabado. La toma de posesión de Lula fue el otro día. ¿Qué son tres meses en un país continental como el Brasil, con una máquina tan compleja como la del Gobierno Federal, que existe hace más de 100 años, no para servir al pueblo, y mucho menos a los más pobres?
Quiero terminar alertando a todos nosotros sobre dos premisas importantes para entender el gobierno de Lula. Si nos olvidamos de esas premisas todos seremos arrastrados por los que quieren que todo se prenda fuego.
Primera, nosotros ganamos una elección, no hicimos una revolución. Debemos tenerlo muy claro. No crear expectativas revolucionarias sobre un proceso electoral que respeta las reglas del juego democrático burgués. Nunca se habló en el PT, ni en la campaña que no se respetarían estas reglas, incluso porque la coyuntura revela que no hay otro camino que éste para llegar a administrar este país. La coyuntura no nos permite otra brecha.
Segunda premisa, llegamos al gobierno, no llegamos al poder. También está muy claro. Poder es el que existe sobre todos nosotros. Es el capital financiero, es el FMI, son estos señores de la guerra. Poder son los que causaron los desórdenes en Argentina y en Venezuela. El gobierno Lula, consciente de esa diferencia, actúa con cautela en la política económica, porque de nada sirve patear el mástil mayor del circo, y después quedarse embobado, viendo como el barco se va a pique. Costó muchos años llegar donde hemos llegamos. Ahora nos toca a todos profundizar las propuestas de una manera responsable, prudente y decidida. Es decir que no hay ninguna duda que las promesas de la campaña serán rigurosamente cumplidas, pero existe una cuestión de gobernabilidad, tienen que pasar por el Congreso y por el otro polo de poder, claro que sí, que es el sostén de toda la gobernabilidad que son los movimientos sociales, que son ustedes.
Cuidado con la cultura brasileña de quedarnos mirando al Gobierno como si de él fuera a llover el maná. Nosotros que tanto luchamos, que tanto sufrimos, que tanto arriesgamos, que tantos miedos vencimos y que tanta esperanza hemos puesto en el cambio, debemos tomar conciencia de que nosotros somos este Gobierno. Que este Gobierno es cada uno de nosotros, o no podremos asegurar la gobernabilidad capaz de producir los cambios necesarios.
RESPONDIENDO AL PUBLICO
El gobierno no entrará en la aventura en que entró Venezuela, o Argentina. Es decir, no va a suspender los pagos con el FMI. Porque yo aprendí, en la militancia, que no siempre lo deseable es posible. Yo vengo de una experiencia, de la que me siento muy orgulloso, y que me dio muchas lecciones: la Lucha Armada. Participé en la Lucha Armada contra la Dictadura. En aquella época nosotros teníamos todo: teníamos coraje (quiero recordar aquí a Fray Tito de Alentar Lima, mártir de Ceará, destrozado por la tortura a causa de su coraje y dedicación), sí, teníamos coraje, teníamos armas, teníamos dinero, teníamos ideología sólo no teníamos un pequeño detalle: apoyo popular. Ese detalle lo era todo y por eso fuimos derrotados. Eso en la clandestinidad.
Y ahora, querer que un Gobierno elegido en la legalidad burguesa patee el mástil mayor, puede ser muy hermoso para nuestro romanticismo revolucionario, pero es inviable desde el punto de vista de la conjunción de fuerzas que debemos lograr para mejorar este país. Porque hoy, la coyuntura internacional no permite la vía revolucionaria. La experiencia de Nicaragua fue una prueba de ello. Fue la última tentativa con un éxito relativo. Entonces ese no es el camino si queremos crear una sociedad alternativa. Tenemos que aprender a hacer exactamente lo que el Movimiento Social viene haciendo en los últimos 40 años y que a la izquierda tradicional brasileña le costó enormemente aprender: que el cambio se hace con el enfrentamiento por sobre la gente, lo cual es muy difícil y cada vez más difícil, o que el cambio lo hace la gente mediante el trabajo de base. Fue ese trabajo de base el que llevó a un pernambucano inmigrante a la Presidencia de la República.
Y, si nosotros aseguramos la gobernabilidad con ese trabajo de los movimientos sociales, no podremos llegar al mejor de los mundos, pero estoy seguro que habrá un cambio radical en Brasil. No me preocupa que cada brasileño sepa lo que es la lucha de clases. Me preocupa que cada brasileño viva con dignidad. Si lo conseguimos, ya me doy por satisfecho.
* Fray Betto, asesor de la presidencia para la movilización social habla sobre "Hambre Cero" en Ceará. Traducción: Ernesto Baquer (Uruguay)