Allende, el sueño posible
José Merino del Río*
17 de setiembre del 2003
Nos encontramos en el año 1929. En la ciudad de Chicago, Al Capone, patriota fervoroso, con los retratos de George Washington y Abraham Lincoln sobre su escritorio, llama a la defensa contra el peligro comunista: "El bolchevismo--dice Capone-- está llamando a nuestra puerta. No debemos dejarle entrar".
En nombre de la lucha contra el comunismo el Estado imperialista estadounidense fue convertido en un Estado gansteril, como lo ha nombrado el profesor Noam Chomsky. "Quien no está con nosotros, está con los comunistas", fue la consigna que sirvió para justificar la dictadura de Trujillo en República Domicana, de Hernández en El Salvador, Ubico en Guatemala, Duvalier en Haití, Somoza en Nicaragua, Gómez en Venezuela, Batista en Cuba, Stroeesner en Paraguay, etcétera; Nuestra América se llenó de regímenes sanguinarios al servicio del imperio, confirmándose las peores predicciones de Bolívar y de Martí.En 1953, Ronald Reagan, un actor secundario, denunciaba a sus compañeros de profesión ante el Comité de Actividades Antiamericanas del senador MacCarthy. Al año siguiente el gobierno constitucional de Jacobo Arbenz era derrocado por la CIA en Guatemala, acusado de conspiración comunista; dos años después le tocaba el turno al gobierno democrático de Joao Goulart en Brasil.
Ejemplos, apenas una pequeña lista, de terrorismo de Estado, que se extendió a muchos lugares de la Tierra.
Ahora recordamos que hace 30 años, un 11 de septiembre como hoy, fue asesinado el Presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, y destruído el Gobierno de la Unidad Popular que había obtenido la victoria por la vía electoral en 1970. Se trataba de la continuidad de una misma política criminal, terrorista, pero con un significado histórico particular. El 11 de septiembre de 1973 se alteraba el orden mundial. Con el golpe de Estado contra el Gobierno de la Unidad Popular, se ponía fin a una experiencia histórica que se proponía construir el socialismo mediante una vía pacífica y democrática.
No sólo se aplastaba un intento original de ruptura con el orden capitalista, que concitaba la atención y la esperanza de millones de personas en todo el mundo, sino que con ese crimen se inauguraba también una nueva fase histórica que acabaría siendo el modelo de la globalización: el neoliberalismo. Chile se convirtió, a sangre y fuego, en el laboratorio del neoliberalismo. De la misma ciudad de Al Capone, de la Universidad de Chicago, gansters monetaristas con toga académica, liderados por Milton Friedman, se aliaron con Pinochet, comenzaron la destrucción sistemática de la obra política, económica, social y cultural de Allende y del movimiento obrero y democrático chileno, e implantaron el primer modelo del capitalismo salvaje de la era neoliberal. El 11 de septiembre abrió también la experiencia de la dictaduras de seguridad nacional que se extendió por el Cono Sur y otras latitudes de la América Latina. En 1976, un general argentino decía: "Primero mataremos a todos los subversivos. Luego mataremos a los colaboradores. Luego, a los simpatizantes. Luego, a los indecisos. Y, por último, a los indiferentes".La práctica y el discurso del terrorismo de Estado, adquirió nuevas connotaciones que nos resultan hoy conocidas, oígamos lo que decía el general Videla: " Terroristas, no son sólo quienes ponen bombas, sino también quienes actúan con ideas contrarias a nuestra civilización occidental y cristiana".
Salvador Allende dijo que en Chile se llevaba a cabo "un proceso de cambios profundos, un proceso revolucionario, que se hace dentro de nuestra realidad, nuestras características, nuestra historia y nuestra tradición"; "vamos hacia el socialismo -decía el presidente chileno- en democracia de inspiración revolucionaria, en pluralismo y libertad".
Nixon y Kissinger, fueron de los primeros en comprender la atracción poderosa que el proceso chileno tendría para otros pueblos de América Latina y del mundo. Por eso el imperialismo y la oligarquía chilena, emprendieron una contrarrevolución terrorista y sangrienta para reventar ese sueño, y destruir las transformaciones democráticas llevadas a cabo por el Gobierno Popular. Interrogado Kissinger sobre la conspiración en marcha diría: "No veo por qué tendriamos que quedarnos de brazos cruzados, contemplando como un país se hace comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo". Y Nixon, el político mendaz y canalla, diría menos diplomáticamente: "Tenemos que acabar con ese hijo de puta de Salvador Allende".
El 11 de septiembre de 1973 nacía así una nueva concepción del terrorismo de Estado, matrimoniada con la ideología neoliberal. Aquel actor secundario convertido en Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, se va a apoyar en la experiencia criminal de la doctrina de la seguridad nacional, para crear una red terrorista internacional sin precedente. El punto focal se traslada entonces al Medio Oriente, donde se entrena y arma a un ejército irregular de 100 mil combatientes, cuyo objetivo es hostigar y sacar a los rusos de Afganistan. Bin Laden, es uno de los hombres reclutados por la CIA para combatir en nombre del Islam a los infieles que han invadido tierra árabe.
Dice Noam Chomsky que Estados Unidos ha extendido sus dominios y su poder, pero fue siempre matando a otros, la batalla fue siempre en otros lugares, los masacrados fueron siempre los otros. No era el territorio de Estados Unidos.
Así que cuando otro 11 de septiembre volvió a cambiar el curso de la historia, pero ahora con los Estados Unidos víctimas de un acto terrorista contra las Torres Gemelas y el Pentágono, la tragedia que arrancó tantas vidas humanas, quedaba por azar, pero expresando una conexión de hechos históricos explicables, atada a aquel otro 11 de septiembre en que ardía la Casa de la Moneda en Santiago de Chile. El brazo de la CIA que dirigió el golpe contra Allende, no pudo, o no quiso, detener la violencia terrorista de sus antiguos discípulos. No son dos terrorismos hijos de un choque de civilizaciones, son productos de la propia cultura dominante y global, de una cultura de la dominación y de la violencia que hunde sus raíces en el terrorismo de Estado, y que produce actos desesperados de respuesta en el mundo de los empujados a situaciones desesperadas de imposibilidad de vivir. La irracionalidad del terrorismo fundamentalista religioso, es la otra cara de la irracionalidad del fundamentalismo terrorista del mercado.
Si para matar a Allende se fabricó el supermonstruo comunista, para invadir Irak y abrir la puerta de una guerra sin fin, Bush fabrica el supermonstruo terrorista. Si con el discurso anticomunista se justificó aplastar cualquier intento de apartarse de la política hegemónica de los Estados Unidos, con el discurso del antiterrorismo se tiene la ambición de instalar durablemente la guerra global por el control total del poder. "Quien no está con nosotros, está con los terroristas", dice el presidente Bush, en un giro histórico de un renovado destino manifiesto y un monroísmo planetario. Como bien vió Edward Said, ante un suceso apocalíptico, existe el peligro de un nuevo pensamiento apocalíptico. La erradicación del terrorismo no se plantea como un objetivo militar, ni siquiera político, es un objetivo metafísico. El eje del mal es así infinito, y la guerra del bien no tendrá victoria , y por lo tanto fin. Ante nosotros se abre un período feroz, es una era que asusta, pero que sin embargo puede ser enfrentado con la misma esperanza y dignidad con que Allende se enfrentó a sus verdugos.
Pensaron sus asesinos que Allende y lo que su lucha y su ejemplo representaron para tanta gente, en tantos lugares del mundo, se borrarían con el paso del tiempo y con la aplanadora de guerra neoliberal y su dictadura global.Pero sucede que en la historia de la humanidad los explotados, los excluídos, los que sufren, guardan en algún pliegue escondido de la memoria, el recuerdo siempre renovado de sus mártires, el amor y el respeto que crecen a medida que el paso de los días nos separan de aquellos acontecimientos.
La vida de Allende se fundió con las luchas de su pueblo y la construcción de un instrumento de liberación que se fraguó en la Unidad Popular. Mil días de gobierno de Allende, levantaron una ola de esperanza sobre la posibilidad de transitar una vía inédita al socialismo, como lo presintió el Che en la dedicatoria que escribió en su libro "La guerra de guerrillas" que había regalado al revolucionario chileno: " A Salvador Allende que por otro medio trata de obtener lo mismo".
Salvador Allende fue un combatiente de la ética, de la coherencia entre pensamiento y acción, de lucha incansable por la dignidad y la justicia, de compromiso con los humildes y explotados. Treinta años después de su sacrificio, llegan a nosotros los ecos de una voz poderosa y eterna que nos invita a seguir la lucha por esos ideales, desde la Moneda en llamas bajo las bombas escuchamos sus palabras:
"Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos(...) Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre [libre] para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".
En la memoria colectiva de los pueblos brilla la estrella de Allende, su ejemplo alimenta la esperanza de que otro mundo es posible, otro socialismo es posible, para que nunca más otros 11 de septiembre se tiñan de dolor y de sangre.
* Coordinador del Foro de Acción Política "Otra Costa Rica es posible, otro mundo es posible". Palabras pronunciadas en el acto público celebrado el 11 de septiembre en el Paraninfo de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) en San José, Costa Rica, en recuerdo y repudio del 30 aniversario del golpe de Estado contra el Gobierno democrático y popular de Salvador Allende.