Cuba cambia el modelo económico (completo)
Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
Enero del 2011
I
El cambio en marcha del modelo económico marca un hito decisivo en la Revolución cubana y, probablemente, en la historia mundial de luchas por el socialismo dada la singularidad que ha caracterizado a aquella y su ascendencia en los movimientos trasformadores a escala latinoamericana, tercermundista y universal. La “actualización” del modelo –no reforma desmanteladora - se propone preservar el rumbo socialista, en que será “la planificación y no el mercado el rasgo distintivo de la economía” y, por consiguiente, mantener y elevar la calidad de las conquistas en educación y salud gratuitas así como seguridad social para todos, cuya sostenibilidad es imposible con el modelo económico en vigor. Para lograrlo, prevé una descentralización progresiva de las decisiones, ahorros sustanciales de recursos, aumentar exportaciones, sustituir importaciones, potenciar la oferta de productos al mercado interno, hacer que el salario remunere de veras los resultados, elevar la productividad en relación con el salario medio, instaurar un sector de trabajadores por cuenta propia y microempresarios como fuente de empleo para cientos de miles que quedarán disponibles en las nóminas infladas del Estado y como palanca creadora de producciones y servicios que la empresa estatal no ha podido solventar; trasformar en cooperativas numerosas empresas públicas como peluquerías, talleres de mecánica automotriz, servicios gastronómicos y de taxis.
Se propone, en suma, un radical golpe de timón en el modo de organizar y dirigir no sólo la economía sino la sociedad, en los métodos y estilo de trabajo del Partido Comunista de Cuba( PCC) y el gobierno y en las funciones diferenciadas que deben existir entre ellos. Para comprenderlo es necesario remontarse a la trayectoria de cambio y continuidad, propia de la Revolución desde sus orígenes, tratando de superarse siempre a sí misma y de adaptarse a los convulsos cambios en la palestra internacional, a la vez que ha enfrentado la guerra económica más prolongada de la historia contemporánea.
La actualización del modelo cuestiona conceptos que se dieron por verdades absolutas en los manuales del socialismo derrumbado y se asienta en la decisión de no volver a copiar de otras experiencias, sin desechar por ello la asimilación de lo que en ellas pueda haber de provechoso, e incluso de lo positivo del capitalismo. También impugna arraigadas concepciones erróneas prevalecientes en la isla sobre la distribución en el socialismo, como consecuencia del paternalismo, el idealismo y el igualitarismo generados desde los albores de la Revolución por el afán de lograr lo antes posible toda la justicia social. La actualización requiere un cambio de mentalidades.
Antecedentes inmediatos de ella son el discurso de Fidel Castro en la Universidad de La Habana en noviembre de 2005 y el movimiento promovido por el presidente Raúl Castro desde el 26 de julio de 2008 cuando convocó a abrir un debate nacional sobre los cambios “estructurales y de concepto” que debían realizarse en la economía. En aquel debate se palpó el sentir y la opinión del pueblo, que inspiraron la elaboración del Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del VI Congreso del PCC, puestos ya a discusión en las organizaciones de base de aquel así como en asambleas obreras, campesinas, estudiantiles y populares, cuyas propuestas y opiniones serán objeto de análisis en la reunión partidista a celebrarse en abril, dedicada a la economía nacional. El discurso de Raúl sobre el debate de este documento en la Asamblea Nacional constituye un análisis crítico y autocrítico memorable no ya sobre la economía sino sobre la construcción del socialismo en Cuba, “punto de inflexión”, como lo calificara Eusebio Leal, historiador de la ciudad de La Habana, en encuentro con intelectuales.
Fidel, en el “discurso de la universidad”, como es conocido, planteó: “Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo”. Es de suponer que esta afirmación está sustentada en la ausencia de una auténtica teoría de la construcción socialista como consecuencia de la infertilidad del trabajo teórico en la ex URSS. Dicho en palabras de Raúl: …la edificación de la nueva sociedad en el orden económico es, en mi modesta opinión, un trayecto hacia lo ignoto…
II
Los cambios “estructurales y de conceptos” en el modelo económico cubano se irán introduciendo gradualmente entre 2011 y 2015, entre el VI y VII congresos del Partido Comunista de Cuba (PCC). El presidente Raúl Castro se refirió por primera vez a la importancia de instrumentar estos cambios en su discurso del 26 de julio de 2009 pero a la vez alertó sobre la necesidad de no incurrir en la improvisación, razón por la que el Proyecto de Lineamientos Económicos y Sociales del VI Congreso se han diseñado a partir de un prolongado periodo de estudios por la Comisión Económica, encargada de preparar la agenda de la reunión. Cuando se ha considerado pertinente, se han realizado y monitoreado experiencias piloto cuyos resultados han nutrido posteriormente los Lineamientos o el paquete de instrumentos legales que ha sido y será menester legislar antes y después del VI Congreso para poner en práctica las trasformaciones.
Paralela e interactivamente con el trabajo de la comisión ha estado en marcha un debate nacional con dos procesos asamblearios, uno inmediatamente posterior al mencionado discurso y otro iniciado el 1 de diciembre de 2010, que sigue en curso hasta febrero. En el primer caso para tomar los criterios de la población sobre lo que obstaculiza y daña la economía nacional por vicios o conceptos erróneos, prohibiciones y regulaciones que engordan la burocracia y propician la corrupción, sean propios, importados de las fórmulas fracasadas o resultado de una mezcla entre ambos. En el segundo, para debatir los Lineamientos, por lo que puede afirmarse que este paso es el inicio del VI Congreso del PCC
Al referirse a que la construcción socialista en el orden económico es un trayecto “hacia lo ignoto -lo desconocido”, Raúl subrayó que por esa razón “cada paso debe meditarse profundamente y ser planificado antes del próximo, donde los errores se corrijan oportuna y rápidamente para no dejarle la solución al tiempo… que al final nos pasará la factura aún más costosa”. Y es que la actualización del modelo tiene implicaciones que exigirán de un grado de atención máxima por parte de los dirigentes del partido y el gobierno en todas las instancias. No puede subestimarse la tensión social que ya está creando –y agudizará- el dejar fuera de las nóminas del Estado alrededor de un millón y medio de personas durante el transcurso del quinquenio, entre ellos muchos profesionales universitarios, que ahora tendrán que buscar el sustento como trabajadores por cuenta propia, microempresarios o empleados de estos últimos.
Aunque en no pocos casos de personas con habilidades para estas actividades y urgidas de elevar sus ingresos las nuevas medidas son recibidas con beneplácito, existe una franja de cubanos que siempre han sido trabajadores del Estado o, en todo caso, han disfrutado de los subsidios y gratuidades por muchos años y ahora manifiestan desesperanza e incertidumbre. Tal vez luego los hechos les demuestren a muchos que el nuevo rumbo no lesiona, o hasta beneficia, sus intereses personales, pero no se puede asegurar que sea así en todos los casos. La dirección revolucionaria ha insistido en que nadie quedará desamparado y que la seguridad social protegerá a todos aquellos que no puedan valerse por sí mismos, que en el futuro se subsidiará a personas vulnerables y no a todos puesto que el presupuesto no lo resiste, además de que se suprimirá gradualmente la libreta de racionamiento. De esta, vale enfatizar que si en su momento fue la decisión más revolucionaria contra la especulación y para la distribución justa, desde hace años se erigió en una traba para la retribución socialista por que beneficia por igual al trabajador de vanguardia y al que no aporta a la sociedad, y ha devenido un mecanismo de alimentación del mercado sumergido. No me cabe la menor duda de la voluntad política del gobierno cubano en lograr que estos cambios resulten lo menos traumáticos que sea posible, pero al mismo tiempo, como ha dicho Raúl, habrá decisiones “que no son populares” pero que será necesario tomar para poder mantener y mejorar incluso los servicios gratuitos de educación, salud y seguridad social.
Lo sustantivo es que la actualización del modelo económico ha devenido cuestión de vida o muerte, no ya para el modelo sino para la elevación de la calidad de vida de la sociedad en su conjunto y para la subsistencia misma de la Revolución. Raúl puntualizó que “o rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio”.
III
En las dos entregas anteriores argumenté la ineludible necesidad de cambiar el modelo económico de Cuba, rectificando errores paradójicamente originados en la voluntad de conseguir toda la justicia social, aunque también en la copia de ciertos modos de hacer de otras experiencias que buscaron construir el socialismo. Si estudiamos el mensaje de Fidel a los estudiantes del 17 de noviembre de 2010(síntesis de las ideas de su discurso de la Universidad de 2005) y los discursos de Raúl Castro desde el 26 de julio de 2009 hasta el que sirviera de conclusión de la última sesión de 2010 de la Asamblea Nacional y los resúmenes de los debates de aquella publicados en la prensa cubana, encontramos varios aspectos centrales.
Primero, este proceso lo anima la inquebrantable decisión de asegurar la irreversibilidad de la revolución socialista en Cuba y de sus conquistas emblemáticas mediante la aplicación de un máximo de racionalidad en todos los sectores de la economía, rectificando los errores y prácticas que entorpecen ese objetivo, particularmente aquellos que conspiran contra el poder estimulador del salario. Se busca detonar un gran proceso de acumulación de capital que dé sustento material a aquel objetivo crucial, comenzando por la forma más simple de lograrlo, que es el ahorro de recursos de todo tipo en lugar del gasto injustificado que ha existido.
Segundo, es de estratégica importancia avanzar a paso seguro en la elevación de la producción agropecuaria y de la industria a ella asociada, de modo que en el plazo más corto posible – acaso en diez años- se pueda llegar a producir en la isla el grueso de las verduras, tubérculos y cárnicos que requiere el consumo nacional, así como disminuir sustancialmente la onerosa importación de alimentos que pueden producirse en el país, a la vez que aumentar las exportaciones tradicionales y no tradicionales del sector. En suma, conseguir la soberanía alimentaria sin desconocer que la agricultura requiere de un grado de subsidio estatal, pero este debe dedicarse a facilitar precios más estimulantes al productor y no a subvencionar deficiencias. En apoyo de esta línea de acción se impulsa la agricultura urbana, surge y toma cuerpo la suburbana, se emplea la tracción animal para ahorrar combustible, continúa la entrega de tierras estatales en usufructo a particulares y cooperativas que ya sobrepasa el millón de hectáreas, se estudian con urgencia formas de simplificar la cadena entre productor y consumidor y se avanza en la descentralización de las decisiones, entre otras medidas, aunque con gran resistencia de la burocracia y de los viejos conceptos.
Tercero, se desprende de la documentación citada el justo equilibrio concedido a los factores objetivos y subjetivos, sin cuya aplicación estratégica no habría sido posible el triunfo de la lucha armada de liberación, la resistencia contra las agresiones sistemáticas de Estados Unidos, las conquistas revolucionarias singulares de Cuba, ni su permanente solidaridad con los pueblos del mundo, pero que no ha sido observado con igual precisión en la dirección de la economía. Este concepto está asociado a otro igualmente vivo en la mente de los dirigentes cubanos y es que el socialismo, a diferencia de todas las sociedades anteriores, se construye conscientemente, por lo que no se debe confiar a la espontaneidad del paso del tiempo o a la acción de los mecanismos de mercado, sino a una previsora planificación que no deseche la utilización regulada de aquellos mecanismos como parte de las leyes y regularidades objetivas del desarrollo social. Llegados aquí, expongo mi criterio de que en rigor, en Cuba revolucionaria nunca ha existido un modelo económico delineado a largo plazo pues la hostilidad del imperialismo forzó a constantes y traumáticos virajes tácticos para garantizar la pura supervivencia y no el desarrollo pleno de las fuerzas productivas.
Lo que permite y exige diseñar ahora un modelo económico a largo plazo es la cantidad y calidad de capital humano formado por la Revolución; la complejidad y diversidad alcanzada por la sociedad cubana; el análisis crítico de la propia experiencia y de las causas del derrumbe soviético; la nueva situación de independencia e integración en América Latina, y la declinación de la hegemonía de Estados Unidos pese a que en medio de su crisis conserve el mayor poder militar del planeta, enormes recursos económicos y políticos y no haya cambiado su política hostil hacia Cuba.
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