Entrevista a Fidel CastroComandante Fidel Castro, 1° de mayo.

Por Miguel Bonasso

www.pagina12.com.ar

mayo 2003

 

"Era una cuestión de vida o muerte"

La ola represiva en Cuba desató repudios en todo el mundo. En este
diálogo
exclusivo el líder cubano explica los motivos que lo llevaron a tomar
esa
decisión y contesta las críticas de los "amigos de Cuba" como Saramago.
Asegura compartir la repulsa filosófica contra la pena capital, pero
sostiene que fue necesaria para quebrar "una ola de secuestros de
barcos y
aviones planeada para crear una crisis migratoria que sería el pretexto
de
un bloqueo naval que conduciría inevitablemente a la guerra". En su
larga
charla, también habló de la guerra en Irak y la situación de Lula y
Chavez.
Reveló entretelones de su relación con Carlos Menem y aseguró que
alguien
bien informado le "contó que los Montoneros ayudaron al ex presidente
con
cientos de miles de dólares para su campaña electoral del 89".

Desde La Habana

"Estoy tranquilo y ustedes también deben estarlo: el caballerito
(Menem) no
tiene ni la más remota posibilidad de ganar las elecciones", le dijo un
regocijado Fidel Castro a Página/12 al final de una larga entrevista
exclusiva, la primera que concede a nivel mundial después de los
fusilamientos de abril. En los tramos iniciales, en cambio, había
estado
tenso y grave, mostrándose comprensivo hacia quienes "aborrecen la pena
capital" que Cuba –aseguró– se vio obligada a aplicar por "razones de
vida o
muerte". El preludio de nuevas revelaciones sobre una conspiración que
"la
mafia terrorista de Miami, en combinación con la extrema derecha de
Estados
Unidos" prepara para "crear una grave crisis que podría conducir a una
confrontación armada entre Estados Unidos y Cuba".
El extenso reportaje (que se prolongó por más de diez horas) fue
realizado
el jueves y viernes últimos, en dos sesiones consecutivas y en dos
escenarios distintos: un austero salón de acuerdos del Palacio de la
Revolución y su comedor privado en el Palacio de Convenciones. Allí lo
observamos a piacere, (con mi compañera y colaboradora Ana de Skalon),
arrellanado en el butacón, con su infaltable uniforme verde oliva, su
barba
gris, el aire de hidalgo castellano que le han tallado los años,
desplegando
las manos y las frases afiladas, la capacidad minuciosa de una memoria
que
no necesita el auxilio de los antioxidantes y un asombroso registro de
expresiones, a veces musitadas con voz apenas audible, desde la cautela
del
estadista o la íntima confidencialidad del gran personaje que busca
acortar
distancias con el interlocutor. Sin excluir momentos lúdicos, de
carcajadas
inesperadamente juveniles, para celebrar las ironías que lanza como
misiles
sobre los poderosos del mundo (George W. Bush) y sus acólitos de la
segunda
línea, como José María Aznar, a quien caricaturiza por su "bigotico"
hitleriano.
En esas horas aceptó todas las preguntas, empezando por las más ásperas
y
previsibles sobre la pena de muerte y las críticas respuestas
-esperadas y
lamentadas– de no pocos amigos de la Revolución: le contestó a
Saramago,
desplegó un variado diapasón narrativo, que incluyó insospechadas
nostalgias
de Carlos Gardel y Libertad Lamarque o el recuerdo entrañable del
hermano de
su padre al que visitó en Buenos Aires en 1959, junto con
pormenorizados
relatos sobre las acechanzas que pesaron y pesan sobre Cuba, divertidos
entretelones sobre su relación personal con Menem que incluyeron un
sorpresivo señalamiento acerca de la relación entre el ex presidente
argentino y los Montoneros.

El enviado de Página/12 no quiso recurrir al truco socorrido de mechar
las
narraciones más extensas (como la de Playa Girón, ver nota aparte)
incluyendo preguntas artificiales que hubieran falseado la vocación
didáctica, el ritmo y la respiración del entrevistado. Acaso pensando
que
tuvo el privilegio de reportearlo –tras muchos años de buscar esa
entrevista– en un momento crucial de la historia: tal vez la crisis más
peligrosa a la que se ha enfrentado Cuba en sus cuarenta y cuatro años
de
revolución.

–La primera pregunta es obvia: imagino que usted evaluó que habría un
generalizado repudio con el tema de los tres fusilamientos recientes...
–Sí, fue perfectamente evaluado. Es algo demasiado serio como para
adoptar
decisiones a la ligera. De hecho habíamos establecido una moratoria que
duraba ya casi tres años. Fue verdaderamente doloroso para los miembros
del
Consejo de Estado tener que romper esa moratoria. Esto no se hace sino
por
causas absolutamente justificadas, puesto que conocíamos el precio de
la
medida, ya que hoy día –y no les quito razón a los que se oponen a
ella– el
número de los que piensan de esa forma crece y crececada vez más, de lo
cual
realmente me alegro, puesto que compartimos, y por razones profundas,
el
aborrecimiento a la pena capital.

–¿Cuáles fueron entonces esas causas?
–Puedo resumírtelo en tres palabras: cuestión de vida o muerte. Me
preguntarás por qué. Sencillamente la mafia terrorista de Miami, en
combinación con la extrema derecha de Estados Unidos, se proponían, y
aún se
proponen, crear una grave crisis que podría conducir a una
confrontación
armada entre Estados Unidos y Cuba. No es que esto nos ponga nerviosos
o nos
quite el sueño. Es algo demostrado, durante 44 años, que nosotros
sabemos
enfrentarnos a cualquier peligro. No es inútil recordar que en 1961
libramos, entre los días 17 y 19 de abril, una dura batalla frente a
una
expedición mercenaria que desembarcó por Girón, y detrás de esa
invasión
estaba la escuadra norteamericana con un portaaviones, naves de guerra,
buques de desembarco y las tropas pertinentes para intervenir
inmediatamente
después de que el gobierno creado por ellos pudiera aterrizar en un
aeropuerto recién construido, en una de las zonas más pobres del país,
precisamente en un punto que se ha hecho después famoso: Playa Girón.
Claro,
nosotros hicimos todos los cálculos correspondientes y se luchó durante
68
horas consecutivas, sin un minuto de receso, hasta el último punto de
resistencia enemiga: Playa Girón cayó en nuestro poder. No pudo
aterrizar el
gobierno que tenían en Miami.

–¿Y quién iba estar al frente de ese gobierno, (José) Miró Cardona?
–Miró Cardona y un grupito que tenían en Miami en una casa, para
trasladarlo
tan pronto dispusieran de una cabeza de playa. Si hubieran podido traer
un
gobierno y proclamarlo como tal gobierno, inmediatamente habrían
intervenido
sus tropas y, detrás de ellos, como es habitual, las famosísimas tropas
de
la OEA (ríe), constituidas, por lo general, por dos o tres pelotones
cuando
más, para crear las apariencias de “una coalición de fuerzas
democráticas,
patrióticas y salvadoras” del hemisferio occidental, como hicieron
después
en Santo Domingo y en otros lugares; como lo acaban de hacer en Irak,
solo
que esta vez con tropas inglesas, y las demás, teoría. El barquito que
Menem
solía enviar en situaciones como esta, no tuvo tiempo de llegar a las
proximidades del Golfo Pérsico, donde su misión era observar por
televisión
la guerra (risas).

–Me parece bueno volver después sobre Menem, porque, como usted sabe,
dentro de una semana se vota en Argentina, pero quería preguntarle
antes
como diferencia la época de Girón de la actual.
–Yo te menciono esto (la invasión de 1961), porque tú empezaste
preguntando
sobre la cuestión de los fusilados. Y ése fue un momento de esos que se
califican de vida o muerte. Si ellos tienen éxito, la guerra no se sabe
cuánto hubiese durado; hubiéramos sido el Vietnam de aquella época, y
el
resultado no sería diferente, porque ya nosotros teníamos para esa
época
unos 400.000 fusiles y cientos de miles de milicianos, entrenados en lo
posible, pero con un gran ardor revolucionario. Lo cito como ejemplo
del
momento que estábamos viviendo. Allí no era cuestión de fusilar a
nadie, era
cuestión de combatir contra los invasores, ya que era un enfrentamiento
armado casi directo con Estados Unidos en el que los mercenarios
cubanos
constituían la vanguardia para enmascarar el tipo de guerra durante las
primeras horas. Tiempo más tarde tuvimos momentos también sumamente
difíciles: la Crisis de Octubre de 1962. Pero eso ocurre exactamente
casi 18
meses después, en que de nuevo nos vimos ante una situación
extraordinariamente compleja: replegarnos, rendirnos, o mantenernos
como
siempre nos hemos mantenido, firmes y dispuestos a luchar hasta el
final. En
aquella ocasión nos amenazaban decenas de armas nucleares. No recuerdo
haber
visto un solo cubano en el cual pudiera apreciar una expresión de miedo
y
mucho menos una expresión de pánico. Ahí afrontábamos la muerte con
total
decisión, sin la menor vacilación.Aquel episodio dio lugar a
diferencias
grandes con los soviéticos, porque ellos inconsultamente tomaron la
decisión
de retirar los misiles sin acuerdo con nosotros.

–¿Nikita Kruschov?
–Sí, desgraciadamente Kruschov, que por otro lado tuvo grandes gestos
de
amistad con Cuba. Llegó a un arreglo sin nosotros. En dicho arreglo se
estipulaba inspección a nuestro territorio. No lo aceptamos, y nunca se
hizo
la comprobación en tierra cubana de la retirada de aquellos proyectiles
por
exclusiva decisión soviética. Tuvo que hacerse en el mar. Si cuento
esto es
para expresar que ni Girón, ni la Crisis de Octubre, ni otros momentos
en la
historia de la Revolución Cubana fueron los únicos en que nuestro país
se
vio ante riesgos graves y cuestiones de vida o muerte.
–Me parece importante marcar dos diferencias...
–Esto es solo una parte de lo que yo debo decir para que pueda
explicarse la
circunstancia en que nos vimos obligados a aplicar la pena capital.

–Una diferencia, en términos militares, podría ser este poder que
aparece
arrasador después de los bombardeos de Bagdad y todo lo demás; o sea,
un
escenario de guerra actual, con esas características, ¿cómo lo
enfrentaría
Cuba?
–Yo creo que tú te adelantas mucho. En aquella época existían dos
superpotencias; hoy existe solamente una, tan poderosa como jamás
existió en
la historia. Esto marca, podríamos decir, la diferencia entre aquellos
años
y hoy. Entonces, a tu pregunta, te quiero decir que estoy marcando la
diferencia, aparte de lo cual tú puedes seguirme preguntando, porque no
estaría respondido el tema si no se van usando los argumentos para que
esto
se entienda.

–Hemos leído en estos días que Kevin Whitaker, jefe del Buró Cuba del
Departamento de Estado, advirtió a La Habana que los secuestros de
aviones y
embarcaciones cubanas constituyen "una amenaza para la seguridad de
Estados
Unidos".
–Es que el plan concebido de antemano consistía en provocar con la ola
de
secuestros una crisis migratoria que sería utilizada como pretexto para
un
bloqueo naval, lo que inevitablemente conduciría a una guerra. Una vez
finalizada la guerra fría, y cuando se suponía que todo el mundo
comenzaría
a ahorrar un poco de dinero en armas, esta superpotencia, en los
últimos dos
años, se ha consagrado a una carrera armamentista sin precedentes, en
el
preciso instante en que la superpotencia adversaria ha dejado de ser
superpotencia. La pregunta es para qué quería un gasto en armamento de
400.000 millones de dólares por año. ¿Qué objetivo podía tener ese
fabuloso
gasto en armas? Sólo tiene una respuesta: el claro propósito de dominar
el
mundo por la fuerza. Algunos podrían preguntar: ¿Y no tiene esa
superpotencia otros medios para establecer ese dominio, a partir de sus
ventajas militares, económicas, tecnológicas y políticas? Parece que
no, a
partir del hecho real de que, desde el punto de vista económico, el
orden
establecido, la globalización neoliberal impuesta al mundo, es
insostenible.
Ya los grandes jefes, digamos, los amos del mundo, que dominan la
economía a
través del Fondo Monetario, el Banco Mundial, la OMC, los enormes
privilegios concedidos por los acuerdos de Bretton Woods y otros
grandes
resortes, no pueden sostener el sistema que han impuesto.
Por ejemplo, la OMC (Organización Mundial del Comercio) no pudo
reunirse en
Seattle; se produjo una verdadera sublevación. La reunión pro ALCA en
Quebec
fue una cumbre que tuvo lugar encerrada en un búnker, no pudo
prácticamente
sesionar. Hasta allí llegaron los gases lacrimógenos lanzados contra
las
organizaciones sociales de Estados Unidos, Canadá y de otros países que
se
oponen a esa anexión. Ya el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial,
la OMC y el Grupo de los 7 no pueden reunirse en cualquier lugar del
mundo.
Ni en Davos, donde se juntan losrepresentantes de las grandes empresas,
los
teóricos y los asociados a este orden económico mundial; no pueden
reunirse
ni en Suiza. La penúltima reunión tuvo lugar en una montaña de Suiza
que
recordaba las fortificaciones y las alambradas de la batalla del Marne
y de
Verdún, en la Primera Guerra Mundial. Los canadienses seleccionaron
unas
alturas inaccesibles, Nápoles no resultó lugar adecuado. Ya sólo les va
quedando algún espacio que construyan en el laboratorio espacial para
que el
Grupo de los 7 y algunos otros se puedan reunir allí. Me pregunto,
realmente, si acaso esta crisis, esta insostenibilidad del orden que
han
creado, no está relacionada con el surgimiento hoy día de una fuerte
tendencia nazifascista instrumentada por la extrema derecha de Estados
Unidos que usurpó el poder en unas elecciones fraudulentas en noviembre
del
año 2000.
Como puedes apreciar son notables estas diferencias a las que existían
en
los días de Playa Girón. Hoy, el gobierno de esa superpotencia, que
incluye
cínicamente a Cuba entre los estados que promueven el terrorismo, ha
declarado la doctrina hitleriana del ataque preventivo y sorpresivo
contra
60 o más países sin que nadie sepa qué significa la frase “o más”, una
incógnita que puede incluir hasta países de la propia Europa.
Hay que tener en cuenta que recientemente amenazaron a Holanda con
invadirla
si se juzgaba algún norteamericano por el Tribunal Penal Internacional,
por
crímenes de guerra.
A esto puede añadirse que, en su discurso al cumplirse el 200
aniversario de
la creación de West Point, el presidente Bush les declaró a más de 850
oficiales acabados de graduar que debían estar listos para atacar de
inmediato cualquier oscuro rincón del planeta. Es de esperar que nadie
tome
a la ligera los peligros a que se enfrenta un país como Cuba, que ha
luchado
durante 44 años sin ceder un milímetro, sin hacer una sola concesión al
imperio, y absolutamente decidido a no hacerla.
Aquellas palabras del señor Presidente de Estados Unidos han sido
acompañadas ya por dos guerras: Afganistán e Irak. Esta última, que
constituyó una guerra de conquista de la tercera reserva mundial de
petróleo, acaba de observarla el mundo a través de miles de imágenes de
televisión y ha podido ver ciudades bombardeadas sin piedad, sometidas
a
tales ataques que dejarán por toda la vida un trauma en millones de
niños,
jóvenes, ancianos, hombres y mujeres adultos. Ha podido observar
también el
mundo los cadáveres destrozados y la mutilación de quién sabe cuántos
niños.
Ese imperio constantemente busca pretextos para continuar con esa
política
de agresión y de guerra en puntos clave para Estados Unidos y los más
íntimos colaboradores y asesores del Presidente de ese país, entre
ellos,
los miembros de una verdadera mafia terrorista cubano-americana;
precisamente los que le dieron el triunfo en las elecciones
fraudulentas de
noviembre del 2000. Según conocemos perfectamente bien, buscan
pretextos
para que nuestro país sea sometido a una agresión similar a la de Irak,
y
una de sus esperanzas está en llevar a cabo una serie de provocaciones,
algunas de las cuales están en marcha. Por ejemplo, el intento de
desatar,
acudiendo al potencial delictivo de carácter común, una ola de
secuestros de
barcos y aviones de pasajeros en Cuba.
Ese plan comenzó a producirse el mismo día que iniciaron la guerra,
aproximadamente dos horas antes de comenzar la agresión militar en
Irak, es
decir, alrededor de las 7.00 de la noche, con el secuestro de un avión
de
pasajeros que volaba entre Nueva Gerona, Isla de la Juventud, y La
Habana,
llevado a cabo por seis delincuentes comunes que esgrimieron cuchillos
similares a los de los secuestradores de los aviones de pasajeros
norteamericanos que estrellaron contra las Torres Gemelas. Al avión
cubano
de pasajeros desviado de su ruta con 36 personas a bordo, lo obligaron
a
aterrizar en Cayo Hueso.
Allí trataron pésimamente mal a los pasajeros y a los tripulantes,
dieron
derecho a la residencia a varios de los cómplices del
secuestro,sometieron a
juicio meramente formal a los secuestradores, y a los pocos días un
fiscal
de Miami, estrechamente vinculado a la mafia terrorista, decretó el
derecho
a la libertad provisional de los secuestradores. Tal cosa no ocurría
desde
hacía nueve años, cuando se firmaron los acuerdos migratorios entre
Estados
Unidos y Cuba, y tiene lugar repentinamente dos horas antes de la
guerra. La
impunidad ulterior dio lugar a que de inmediato el potencial delictivo
de
carácter común recibiera el mensaje y así el día 30, o sea, 11 días
después,
secuestran un segundo avión con 46 pasajeros a bordo; 24 horas más
tarde un
grupo de delincuentes, con antecedentes penales que nada tienen que ver
con
cuestiones de carácter político, según afirmaron los propios
secuestradores,
asaltan una lancha de pasajeros de las que presta servicio en la bahía
de La
Habana, con 50 personas a bordo, según ellos mismos informaron por
radio
–entre los rehenes había niños y extranjeros de visita en Cuba–,
amenazando
con lanzar pasajeros por la borda si no se les suministraba gasolina u
otra
embarcación.
Como es norma establecida no tratar de interceptar naves secuestradas a
fin
de evitar accidentes, ellos se alejaban. Esa lancha de pasajeros
avanzaba
por mar abierto y olas con fuerza de 3 a 4, a punto de zozobrar en
cualquier
momento. Milagrosamente no se hundió la embarcación y perecieron todos.
Se
les pudo auxiliar oportunamente, siendo conducidos a un puerto de la
costa
norte, donde los secuestradores mantenían la misma posición de
chantaje,
hasta que se logró reducirlos, con la cooperación de los mismos
secuestrados. De este hecho y de las informaciones recogidas, se podía
apreciar que estaba ya en marcha la ola de secuestros de embarcaciones
y
aviones de pasajeros. Puede añadirse que 24 horas después se produce
otro
intento de secuestro con arma de fuego y armas blancas de un avión de
pasajeros. Fue frustrado. La ola planeada y ya en marcha para buscar un
pretexto de conflicto era necesario cortarla radicalmente.
Fue por ello que, en virtud de leyes previas y mediante proceso
judicial,
tres de los ocho principales responsables fueron juzgados en juicio
sumario
y sancionados por los tribunales a la pena capital, sin que el Consejo
de
Estado ejerciera clemencia, de acuerdo con las facultades que le
atribuye la
Constitución. Era ya cuestión de escoger entre la tolerancia a este
tipo de
hechos –aplicando simplemente medidas de prisión, que carecen de toda
eficacia cuando se trata de personas a las cuales en nada intimidan las
prisiones por sus propios antecedentes penales– o la vida de millones
de
ciudadanos cubanos. Porque nadie debe dudar que en este país, con una
elevada conciencia patriótica y revolucionaria, una agresión
norteamericana
significaría la pérdida de millones de vidas, puesto que se trata de un
pueblo decidido a luchar hasta las últimas consecuencias, aunque la
Revolución, a lo largo de casi tres años, como ya dije, se había
abstenido
de aplicar sanciones de esta índole, a pesar de haber personas
sentenciadas
por los tribunales debido a crímenes repugnantes. Mas esto en sí mismo
no
era suficiente, a nuestro juicio, y por ello hemos declarado que en
cualquier secuestro de naves aéreas y embarcaciones de pasajeros, en
ningún
caso recibirán combustible para proseguir viaje, sus autores serán
sometidos
a los tribunales en juicio sumario, y el Consejo de Estado no ejercerá
clemencia alguna.
Sabemos muy bien que esto tiene su costo, puesto que gran número de
amigos,
y muchos de nuestros mejores amigos, por distintas razones, que pueden
ser
religiosas, humanistas o filosóficas, se oponen a la pena capital.
Mucho nos
ha dolido por ello la necesidad de una medida de antemano conocido que
les
desagradaría, pero no teníamos el derecho de vacilar ni vacilaremos,
dentro
de la ley, en aplicar las medidas que garanticen la vida de nuestros
compatriotas, que han realizado la proeza de resistir durante décadas
criminales bloqueos y agresiones de lapotencia más poderosa que ha
existido
jamás, situada a 90 millas de nuestras costas.

–¿Cómo tomó, en ese sentido, el "hasta aquí llegué" de Saramago?
–Saramago es un buen escritor. Realmente nos duele que no hubiese
entendido
ni una sola palabra de las realidades que viven Cuba y el mundo. El no
es el
único que se opone a la pena capital; a millones de compatriotas
también les
desagrada, pero ni uno sólo tuvo la menor vacilación ante la
alternativa que
conocen muy bien. El debió expresar su desacuerdo, pero no debió
pronunciar
ni una sola palabra que alimente la agresividad del gobierno de Estados
Unidos contra Cuba, ni ofrecer argumentos que recibe con delicia el
brutal
sistema imperialista que pretende justificar una agresión contra Cuba.
Algo
más preocupante, Saramago, y algunos otros que hayan actuado de buena
fe
parecen ignorar por completo que el planeta marcha aceleradamente hacia
una
tiranía mundial nazi-fascista. Con toda seguridad pienso que se dejó
llevar
por un arranque de ira y contrariedad que le obnubiló su capacidad de
razonar. Algo más, tal vez un rasgo pasajero de autosuficiencia y
vanidad,
nada extraordinario en un buen comunista acostumbrado durante muchos
años a
la calumnia y la diatriba, que ha sido de repente elevado al olimpo de
un
Premio Nobel. Rigoberta Menchú, una noble y modesta india guatemalteca,
que
conoce a Cuba y su invariable lealtad a la causa noble de los pueblos
explotados de este mundo, no reacciona igual. De todas formas, por el
valor
maravilloso de sus obras literarias, los libros de Saramago seguirán
siendo
publicados y leídos en Cuba.

–Yendo un poco hacia nuestro hemisferio, podría decirse que
atravesamos una
coyuntura histórica singular: el presidente Hugo Chávez parece haberse
consolidado después del golpe de estado del año pasado, Lula gobierna
el
Brasil, es muy probable que el Frente Amplio de Uruguay se imponga en
las
elecciones de fin de año, y en Argentina parece segura la derrota
electoral
de Carlos Menem. En este marco, me gustaría conocer su análisis.
–La posición neoliberal está derrotada por inviable, insostenible e
insoportable. Chávez, una de las personas más nobles y generosas que he
conocido, ha surgido como fruto de las actuales condiciones históricas
que
prevalecen en nuestro hemisferio, acompañadas, en su caso, de un
sentimiento
verdaderamente bolivariano, martiano y cristiano. No es un hombre
improvisado, tales ideas surgieron en él desde que era muy joven y
comenzaban a verse con toda claridad los primeros síntomas de esta gran
crisis. Prácticamente solo, sin un partido previo, apoyado por
numerosos
grupos nacionalistas y patrióticos de la izquierda venezolana,
predicando
desde un camión y unos altavoces, barrió en una contienda electoral
contra
líderes y partidos tradicionales totalmente desacreditados y en crisis.
Era
algo muy difícil de perdonar, y aquellas fuerzas derrotadas, pero con
grandes recursos económicos y especialmente en posesión de los medios
de
divulgación masiva fundamentales, desataron contra él una implacable
guerra,
y en determinado momento, apoyadas por la traición de elementos tanto
políticos como militares, protagonizaron un peligrosísimo golpe de
Estado
que fue aplastado por el pueblo y los jefes y oficiales jóvenes de las
fuerzas armadas. Más tarde, reagrupadas las fuerzas derechistas y pro
yankis, articularon, apenas siete meses después, una conspiración que
ha
sido quizás la más difícil prueba del proceso bolivariano encabezado
por
Hugo Chávez, que no obstante, gracias a su excepcional talento y su
insuperable capacidad de comunicación, logró vencer, y en una de las
más
difíciles pruebas políticas que he podido presenciar en más de 40 años
de
lucha revolucionaria, logró aplastar al adversario y hoy cuenta con un
apoyo
más sólido que nunca. Aunque su actual experiencia y el apoyo de
fuerzas
populares cada vez más aguerridas hacen más difícil que acontecimientos
como
los mencionados se repitan, sería una ilusión pensar que aquellas
fuerzas no
vuelvan a sus andadas y traten de derrotarlo,acudiendo a los más
groseros
método ue no excluyen su eliminación física.
Se ha producido simultáneamente la victoria electoral de Lula, cuyos
sentimientos están decididamente del lado de los trabajadores y el
pueblo
brasileño, aunque con tan difíciles condiciones objetivas –que incluyen
una
enorme deuda pública externa e interna– se vea obligado a actuar con el
máximo de sabiduría y prudencia, para alcanzar sus objetivos en plazos
más
largos de lo que habría podido suponerse en un gobierno de izquierda en
ese
gran país que es Brasil. No tengo la menor duda sobre el triunfo del
Frente
Amplio de Uruguay en las próximas elecciones. En Bolivia y Ecuador hay
fuerzas políticas y progresistas sumamente fuertes, como son los
movimientos
indígenas y otros sectores muy activos de la sociedad, que están
llamados a
desempeñar un papel de gran trascendencia, si se quiere evitar que el
Mercosur sea destruido y el famoso ALCA se convierta en instrumento de
anexión de los países de América latina y el Caribe a una potencia que,
aun
en el clímax de su poderío, está llamada al desastre mucho más temprano
que
tarde.

De Carlos Gardel
a Carlos Menem

–Llegamos al sur y todavía no ha mencionado a la Argentina, a pesar de
que
estamos a una semana de las elecciones presidenciales.
–Tú dices: "Usted no ha mencionado a Argentina." Entonces yo te
respondo:
efectivamente, no he dicho una sola palabra de Argentina, porque sé que
tú,
como argentino me ibas a mencionar el tema, uno de los más complejos
precisamente, y con relación al cual yo tengo el temor de perder mi
condición de imparcial dentro del proceso electoral cuyo desenlace
tendrá
lugar en pocos días. La prudencia y la sabiduría me aconsejan hablar
muy
breve. Mi amor por los argentinos podría llevarme a estar toda la noche
hablando sobre el tema; optaré por la prudencia. Primero, algo une a
cubanos
y argentinos. A lo largo de la historia ha habido una simpatía, por
distintas razones. Por ejemplo, Libertad Lamarque y Carlos Gardel eran
personajes extraordinariamente populares en nuestro país. Hablo de
cuando yo
empezaba a tener uso de razón, que iba al cine, cuando tenía 10 o 12
años,
si mal no recuerdo, para ver, por ejemplo, las películas de Libertad
Lamarque -tal vez me ponga nostálgico–, y quedaba embelesado con el
trino
maravilloso de aquella inolvidable voz. Recuerdo también los días
tristes en
que murió Carlos Gardel. Y es un hecho harto conocido que aquí el tango
era
más admirado que el ballet o cualquier otra forma de danza española o
europea, que nunca dejaron de gustar mucho. Además, por aquellos
tiempos de
mis años mozos, en que Hollywood no era dueño de todas las pantallas,
en
Argentina se producían excelentes películas, aunque solo fuesen para
niños,
adolescentes y jóvenes. Muchos de los españoles que vinieron a Cuba con
posterioridad a la independencia tenían parientes también en Argentina.
Yo
mismo contaba allí con un tío, Gonzalo Castro Argiz, hermano de mi
padre, a
quien tuve la suerte de conocer en el mismo año 1959 después del
triunfo de
la Revolución, en un viaje a Argentina, a él y a unas primas. Guardo de
su
persona un grato recuerdo por su carácter dulce y afectuoso, más suave
que
el de mi propio padre, gallego y acostumbrado al ejercicio de la
autoridad,
aunque sumamente noble y generoso. ¡Qué tiempos aquellos que visité por
primera vez Argentina! Era, aproximadamente, el mes de marzo. Yo había
estado antes, de paso, por Brasil y Uruguay. Al llegar a Argentina
coincidió
con una reunión nada menos que de la OEA. Había un representante
norteamericano que, si mal no recuerdo, se llamaba Rubotton, o algo
parecido. Por los pasillos del hotel (Alvear) se apareció más de una
vez la
figura de aquel representante norteamericano, como tanteando qué clase
de
sujeto era yo y cómo se me podía domesticar, ya que había salido de la
Sierra Maestra demasiado rebelde. Conociendo muy bien el grado de
pobreza de
los pueblos de nuestro hemisferio, similar a la de Cuba, que nosotros
deseamos transformar, se me ocurrió, nada más y nada menos, en aquella
reunión, que proponer un Plan Marshall para América latina, no menor a
20.000 millones de dólares. ¡Qué lejos estaba yo de suponer que apenas
dos
años después, y como consecuencia de nuestra revolución, unido al
desastre
de Girón, el presidente de Estados Unidos, John Kennedy, estaría
hablando de
reforma agraria, reforma fiscal y otras cosas más o menos parecidas a
aquellas por las cuales nos habían acusado a nosotros de ser
incorregibles
comunistas, y por lo cual, desde muy al principio, en los días finales
del
ilustre (Richard) Nixon y el insigne general Eisenhower, habían
ordenado ya
para Cuba la receta de Guatemala, aplicada a Jacobo Arbenz por haber
tenido
la “insolencia” de proponer, hacer aprobar y promulgar una ley agraria.
Pero
esto sería lo de menos si, a su vez, el presidente Kennedy no
propusiera una
Alianza para el Progreso con aportes económicos equivalentes a 20.000
millones de dólares, exactamente, ni un centavo más o un centavo menos,
la
cifra que yo había propuesto dos años antes. Fue mi primera gran
contribución a la economía latinoamericana, aparte de la cuota de casi
4
millones de toneladas de azúcar con precio preferencial que nos
arrebataron
y fue repartida entre todos los productores de azúcar de América Latina
y
algunos otros países azucareros, cuyas conciencias al araron con las
cuotas
azucareras de Cuba. Todo el mundo feliz, y nosotros, muy seguros y
confiados, comenzamos el largo camino de aprender a luchar contra una
superpotencia cuyas lecciones, al cabo de 44 años, no nos queda más
recurso
que agradecer; gracias a ello, Cuba es hoy Cuba.
No puedo olvidar tampoco que por aquellos días la deuda externa de
América
Latina alcanzaba 5.000 millones de dólares; ahora, cuando pienso que
está
cerca de 800.000 millones, no puedo menos que aterrorizarme ante la
idea de
que fui tal vez quien envició a los países latinoamericanos en ese
diabólico
arte de endeudarse hasta el cuello y convertirse en campeones olímpicos
de
las fugas de capitales, el despilfarro, la malversación, la
privatización:
una especial habilidad para ponerse la soga al cuello y estar a punto
de
anexarse a Estados Unidos. Desde luego, no es tan grande mi tragedia
cuando
albergo la más profunda esperanza y, más que esperanza, la absoluta
seguridad de que los propios pueblos de nuestra América, como ya
comienzan a
hacerlo, se encargarán de arreglar todo lo que hay que arreglar.

–Esto nos introduce directamente el tema de uno de los candidatos.
Usted
habló de privatización, de despilfarro, muchos le podrían poner un
nombre
propio, el de Carlos Saúl Menem, que ha intentado descalificar a su
adversario, Néstor Kirchner, asegurando que quiere "construir una
Cuba", en
tanto él se propone "construir una España".
–¡Caramba!, qué lástima que Menem no tuviera razón, porque con esos
inmensos
recursos de Argentina –un desarrollo industrial nada despreciable, toda
la
energía hidráulica y térmica que se necesita, todo el petróleo y el
combustible como para satisfacer las necesidades de lo que el
neoliberalismo
prácticamente convirtió en una sociedad de consumo; más de 50 millones
de
cabezas de excelentes rebaños de ganado vacuno, sin contar lanar y
caprino;
60 millones de toneladas de granos, soya, trigo, maíz, girasol,
porotos,
lentejas de tan alta calidad como aquellas de las que por un plato fue
vendido un reino; pampas húmedas por millones de hectáreas que no
requieren
casi fertilizante; leguminosas y gramíneas, materias primas para
producir
leche, cerdos, aves y huevos; una de las más ricas regiones pesqueras
del
mundo, etcétera, etcétera, etcétera–, añadidos a millones de graduados
universitarios inteligentes y bien preparados, una clase obrera activa
y
capaz, convertirla en una Cuba donde ni un solo niño se muere hoy de
hambre,
la mortalidad infantil es la más baja de América latina y las
perspectivas
de vida, en tiempos no lejanos, alcanzarán 80 años, con niveles de
educación
más altos, con casi cero desempleo, para sólo citar un mínimo de cosas,
sería sin duda mucho mejor que la Argentina que Menem destrozó y cuenta
hoy
no sólo con miles de niños que mueren de hambre, once millones en la
indigencia, y 60 por ciento de la población por debajo de la línea de
pobreza. De un paraíso terrenal habría que hablar. Convertirla en una
España, no por cierto la España familiar que nos dio cultura y una
parte de
su sangre, sino la España del hombre cuyos bigoticos me recuerdan tanto
los
de Adolfo –algo que realmente dudo mucho si fue casual, intencional
diseño,
o tal vez un gen recesivo de carácter ideológico–, sería otra gran
tragedia
para un pueblo de tanta rebeldía, dignidad y vergüenza como el de
Argentina.
Pero para qué discutir este bizantino tema. Estoy tranquilo, y ustedes
también deben estarlo. El caballerito no tiene ni la más remota
posibilidad
de ganar esas elecciones. Con esto termino, y no me provoques más, que
no
quiero inmiscuirme en los asuntos internos de Argentina.

–Una última provocación: Menem siempre lo atacó a usted públicamente
pero
alguno de sus allegados hizo trascender que fuera del escenario
político y
diplomático las relaciones personales fueron cordiales. ¿Es así? ¿Cómo
fue
su relación personal con Menem?
–Excelente siempre. Cuando nos sentábamos juntos en algún acto o en
algunas
de esas terribles cumbres en que tuve el martirio de sentarme cerca de
él,
siempre bien vestidito con la última moda, corbata y pañuelo del mismo
color, corte no sé si inglés o francés, –porque soy muy mal entendido
en
esos temas, acostumbrado como estoy a llevar durante más de 40 años mi
traje
guerrillero–, me juraba el orgullo de su amistad y me hablaba de los
excelentes vinos de su finca, del gusto por los puros cubanos, y nunca
dejamos de intercambiar puros y vinos. Así tuve la oportunidad de
descorchar
algunas botellas y "disfrutar" de uno de los vinos más exquisitos del
mundo.
Al menos eso habría deseado con toda mi alma, más allá de cortesías
diplomáticas. Algo, sin embargo, puedo asegurar en honor a la justicia:
más
de una vez me obsequió champán de La Rioja de su propia cosecha, y
jamás he
probado un refresco más exquisito (risas). Lamentaría mucho que por
causas
meramente políticas yo me fuese a privar de tales maravillas. Por mi
parte,
he jurado: pierda o no pierda las elecciones le seguiré enviando puros
cuantas veces los necesite, advirtiéndole, como le advierto a cada
amigo a
los que obsequio una caja: "Si fumas, disfrútalos; si no fumas,
regálaselos
a los amigos; pero el mejor consejo que puedo darte es que se los
obsequies
a tus enemigos" (risas). Ahora, me faltaría añadir: no hubo una sola
vez en
que, al hablar conmigo, no mostrara gran orgullo por esa amistad; el
problema era cuando, cinco o diez minutos después, se reunía con la
prensa.
Entonces no había quien lo parara. Me he quedado hasta hoy sin el
privilegio
de poder aterrizar en el modesto aeropuerto que se hizo construir en
las
proximidades de su finca, a la que con tanto afecto más de una vez me
invitó.

–No creo que ahora lo invite a visitar Anillaco; ha recuperado el
lenguaje
de la guerra fría y hasta insinúa que su rival, Kirchner, es montonero.
–¿Eso dijo Menem? No tengo elemento de juicio alguno sobre tal tema,
pero sí
me contaron otra cosa muy distinta. Para hablarte con toda franqueza,
conocí
a los dos Menem. A Eduardo lo vi más de una vez. Recuerdo que estuvimos
juntos a raíz de la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez en su
última
elección, meses antes de la gran matanza de venezolanos, una de las
cosas
que decidió definitivamente la rebelión de Hugo Chávez. Allí
conversamos en
un hotel, guardo de él la impresión de un hombre correcto y amistoso.

–¿Eduardo Menem?
–Sí, Eduardo. Nunca dio razones para que pensara lo contrario. Incluso,
en
determinado momento, cuando aspiraba a Presidente de la
Interparlamentaria,
le dimos nuestro apoyo. Carlos Menem resultó ser otro tipo de hombre;
incluso, nos engañó a todos. Recuerdo muy bien cuando se decía que era
un
hombre de izquierda, el mejor entre los candidatos peronistas. Alguien
bien
informado me contó un día que hasta los Montoneros, que habían sido
casi
eliminados durante la sangrienta dictadura militar y quedaban muy pocos
sobrevivientes, ayudaron a Menem con cientos de miles de dólares para
la
campaña electoral en su primera elección en el año 1989. Valdría la
pena
preguntarle si esto fue o no cierto. Quizás haya todavía testigos que
puedan
dar testimonio. Los que me conocen saben que jamás me hago eco de
falsos
testimonios o mentiras. Si lo desean, pregúntenselo a Aznar –el émulo
de
Carlitos, el que vendió o más bien regaló la Argentina– que todavía no
se ha
dignado a responder nuestra reciente denuncia sobre su papel en la
guerra
contra Yugoslavia.

–¿Ah, pero Aznar sabe lo del apoyo de los Montoneros?
–No. Sabe simplemente que yo siempre digo la verdad.

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De: analia12001@yahoo.com.ar

Un relato inédito sobre la batalla de Playa Girón
Por Miguel Bonasso
Pagina12/WEB
http://www.pagina12.com.ar


Para explicar los fusilamientos, Fidel Castro sostiene que "la mafia
terrorista de Miami, en combinación con la extrema derecha de Estados
Unidos, se proponían crear una grave crisis que podría conducir a una
confrontación armada entre Estados Unidos y Cuba". Y pone como ejemplo
lo
ocurrido en 1961, cuando "una expedición mercenaria desembarcó en Playa
Girón y, detrás de esa invasión, estaba la escuadra norteamericana y
las
tropas necesarias para intervenir inmediatamente después de instalado
un
gobierno títere". Para dejar claro el paralelismo de la situación,
Fidel
Castro realizó ante Página/12 un inédito relato de la batalla más
famosa en
defensa de la Revolución Cubana.
–Ellos suponían, por la fuerza que traían, más el apoyo aéreo, que ese
punto, Playa Girón, estaría en sus manos, o no el punto –porque,
realmente,
el punto mencionado llegaron a tomarlo en su ataque por sorpresa–, sino
la
franja de tierra comprendida entre dos puntos de desembarco, Playa
Larga y
Playa Girón, separados del resto del territorio nacional por una de las
más
grandes ciénagas de Cuba, la cual constituye de por sí una especie de
Paso
de las Termópilas, atravesada por dos carreteras recién construidas por
la
revolución en los años 1959 y 1960; que no podían ser flanqueadas, que
conectaban la franja de tierra firme entre esas playas con la tierra
firme
al otro lado de la ciénaga, un terreno boscoso y pedregoso, con una
vegetación no muy alta, pero sí adecuada para la defensa contra
cualquier
contraataque.

–O sea, que iban a montar ahí una cabecera de playa...
–Sí, ellos tomaban esa franja entre Girón y Playa Larga. Esos lugares
están
prácticamente a la entrada y al fondo de una bahía abierta, la más
grande y
profunda bahía de Cuba; con profundidades de cientos de metros de agua,
allí
prácticamente cabía toda la escuadra norteamericana.
Una vez en posesión de esos dos puntos y! de dos carreteras que avanzan
hacia el interior de Cuba, a una distancia, tal vez, de 50 kilómetros
una de
otra, la primera y más directa iba de un central azucarero, atravesando
la
Ciénaga, hacia el punto denominado Playa Larga; y la otra, que hace lo
mismo, partiendo de Girón, avanza hacia la Ciénaga 10 o 12 kilómetros y
allí, antes de atravesar la misma, hace una “Y griega”, en que una
parte se
inclina hacia el norte y otra hacia el noreste. En conjunto, estas dos
carreteras, diseñadas de esa forma, constituyen tres puntos por donde
se
atraviesa la Ciénaga, con un ancho de 8 a 10 kilómetros. Esa Ciénaga
tiene
una gran profundidad, no hay vehículo, ni siquiera infantería, que
pueda
atravesarla. En el ataque del amanecer del 17 de abril de 1961 ellos
ocuparon las dos cabezas de playa, y lanzaron un batallón de
paracaidistas
para tomar los seis puntos situados a la entrada y salida de aquellas
carreteras que atravesaban la ciénaga. Los puntos están en la tierra
firme
de la isla por donde arriban las carreteras y en el lugar de la tierra
ocupada por ellos antes de atravesar la Ciénaga, de modo que lanzaron
sus
paracaidistas por seis puntos diferentes y lograron apoderarse
prácticamente
de cinco de esos puntos. De ellos, nosotros recuperamos uno,
prácticamente,
y avanzamos rápido por el que constituía el camino más recto y tomamos,
del
otro lado de la Ciénaga hacia el sur, en dirección al mar, hacia el
territorio ocupado por los invasores, el otro punto. De modo que ese
primer
día ellos disponían de cuatro de los puntos y nosotros, de dos. La
escuadra
norteamericana, sus buques de desembarco y sus cruceros, a tres millas
de la
costa.

–Visibles, digamos...
–Claro que sí, totalmente visibles. El portaaviones y otras fuerzas de
escolta, un poco más atrás. Además de estos medios y de los transportes
que
trasladaban las tropas, ellos utilizaron aviones de bombardeo B-26 con
base
en Nicaragua, que traían insignias cubanas y pilotos batistianos
que,habiéndose escapado hacia Estados Unidos, tripulaban aquellos avi!
ones
aux iliados por un grupo de pilotos norteamericanos que emplearon en la
medida en que iban sufriendo bajas, para destruir nuestra escasa
aviación y
atacar nuestras fuerzas terrestres. Lanzaron el primer ataque aéreo al
amanecer del día 15, es decir, casi 48 horas antes del desembarco, a
fin de
destruir en sus aeropuertos –que eran tres– los aviones de guerra con
que
contábamos, que eran los que poseía Batista, que curiosamente eran más
que
los pilotos con que nosotros contábamos. Habíamos tomado medidas
preventivas; los aviones estaban dispersos, no porque supiéramos día y
lugar
exacto del ataque sorpresivo, sino porque nos percatábamos de que era
inminente el ataque. Todos estaban dispersos y un número determinado de
armas antiaéreas protegiendo esos puntos. De modo que el ataque
sorpresivo
producido el día 15 al amanecer hizo un estrago limitado, destruyó
algunos
aviones; pero ellos, a su vez, sufrieron pérdidas. En los días que
duraron
los combates, prácticamente todos sus aviones fueron derribados o
puestos
fuera de combate. La mayoría de los que manejaban las antiaéreas eran
jóvenes de 16, 17 y 18 años, algunos de 15, gente de pueblo recién
entrenada; dispararon rápidamente contra los aviones atacantes, y el
pequeño
grupo de pilotos cubanos tuvo una actuación brillante. Se perdieron
unas
cuantas vidas, se perdieron algunos aviones, murieron pilotos y
artilleros;
pero, al final, la fuerza aérea enemiga estaba fuera de combate. En
todo
instante ellos atacaron nuestras fuerzas con insignias cubanas. Aun
después
del ataque del 15, el número de aviones que nos quedaba era superior al
número de pilotos de que disponíamos.
Desde luego que la fuerza aérea de Estados Unidos constituía su
principal
reserva, y prácticamente salvo movimientos de intimidación y algún
aislado
ataque, no entró en acción. El primer ataque mercenario por tierra
ocurre el
17 antes del amanecer, por la zona de Bahía de Cochinos; es decir, en
Playa
Larga y Playa Girón, en horas de la madrugada. Enviaron a los
exploradores,
hombres rana! s, todo lo necesario para preparar el desembarco del
grueso de
las tropas. Allí se produjeron los primeros choques.

–¿Usted estaba allí?
–Yo el día 16 estaba en La Habana, acababa de despedir el duelo de
compatriotas caídos el día 15. Me acosté y dormí temprano, llevaba
muchas
horas sin descanso. La tarde del 16, ante decenas de miles de
milicianos
armados, proclamamos el carácter socialista de la Revolución Cubana.
Fue la
primera respuesta patriótica y desafiante al agresor. Dos o tres horas
después que me había acostado, bien temprano, la noche del 16,
comprendiendo
que era inminente la batalla por tierra, puesto que no tenía sentido
lanzar
aquel ataque aéreo si no tenía un objetivo ulterior de desembarcar, me
despertaron a las tres horas más o menos para informarme que el ataque,
es
decir, los primeros contactos de fuerzas que estaban desembarcando la
madrugada de ese día, se estaban produciendo, y, en previsión de un
segundo
ataque aéreo a nuestras bases –que nunca se produjo y habría sido
inútil que
se produjera–, toda nuestra aviación estaba en el aire en dirección a
Girón,
y allí le ocasionó al enemigo terribles estragos, atacando a las
fuerzas que
desembarcaban, sus lanchas y tropas. Ese mismo día, al amanecer,
lanzaron a
los paracaidistas.
No pudimos proteger a nuestras tropas de tierra, que estaban siendo
atacadas
por aviones de bombardeo con insignias cubanas, con lo que, incluso,
engañaron a algunas de las tropas que marchaban desde temprano en
dirección
a la playa.

–¿Usaban las mismas insignias?
–Las mismas, exactamente.

–¿Las que usaba la revolución?
–Sí sí, las de nuestra aviación. Ellos ocasionaron con eso algunas
bajas,
porque engañaron a las tropas que avanzaban, pensando que aquellos
aviones
eran propios. Nosotros, por nuestra parte, concentramos todos
losaviones en
atacar los barcos y las fuerzas de desembarco; sólo en un instante,
entre
las 10 y las 11 de la mañana, le dimos apoyo directo a un batallón para
que
cruzara por una de las carreteras sobre la ciénaga a una importante
misión.
Resultado: a las 11.00 de la mañana todos los barcos enemigos estaban
hundidos o en fuga, una parte de sus aviones derribada, aunque algunos
de
los nuestros también se perdieron. Todo eso ocurrió el 17 entre las 6 y
las
12 del día. Cuento estos detalles para que, simplemente, vea lo que fue
el
ataque, la forma artera con que se llevó a cabo.


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