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Leonardo Boff, místico de la tierra

Frei Betto

ALAI, América Latina en Movimiento

Enero 2009

Leonardo Boff cumplió 70 años el día 14 de diciembre pasado, fiesta de san Juan de la Cruz.

Desde 1974, cuando yo salí de la cárcel y él regresó de sus estudios en Alemania, comparto la mesa y la palabra de Leonardo Boff. Dos veces al año, religiosamente, pasamos juntos un fin de semana, intercambiando ideas y vivencias con el Grupo Emaús, que reúne a teólogos, pastoralistas, filósofos y científicos sociales.

Juntos asesoramos al gobierno sandinista de Nicaragua y a la Revolución cubana en sus relaciones con la Iglesia Católica. Estuvimos un mes en China en 1988, en contacto con los cristianos interesados en encontrar el punto de equilibrio de sus relaciones con el régimen socialista.

Leonardo Boff me hizo esta confidencia, en Corrêas, RJ, el 23 de abril de 1987: “Leí a Platón, a san Agustín y toda la obra de san Buenaventura a la luz de una vela, en el noviciado franciscano. Mi estructura de pensamiento es buenaventuriana –las cosas no son, ellas simbolizan. Tuve experiencias de Dios. Me gusta estar solo. Mi espiritualidad es casi corporal. No digo nada cuando rezo. Rezo el Gloria al Padre y no pido nada. Sólo pedí por mi sobrina que agonizaba. Hice la promesa de ir en romería a Aparecida. Ella sanó y yo cumplí la promesa”.

“Pasé en Europa por la fase del pensamiento germánico, racionalista, y perdí la fe. En el comentario de los Salmos pasé por la experiencia dolorosa de recuperar la fe.

“Nunca recé a los santos. A Nuestra Señora sí. Y me gusta mucho la Trinidad. Toda mi vida es trinitaria. Todo lo organizo en tres. Mi libro sobre la Trinidad es culminación de toda una búsqueda. Busco recuperar a Dios como Dios trinitario. No sé si rezo. A veces me siento rezador por vivir en esta atmósfera religiosa.

“Para mí el hacer teología no es rezar, es reflexionar sobre Dios. Rezar es no pensar, es sentir a Dios. Es el corazón que siente a Dios, como decía Pascal. La razón no piensa a Dios.

“Procuro estar en Sus manos. Él me mete y me saca de las crisis. Ni me preocupo por salvarme. El infierno es una verdad asintótica, como decía Rahner, para alinearnos con Dios. Todos salimos de Dios y volvemos a Él”.

Éste es Leonardo: místico, teólogo, militante.

Ecoteología

Todos apostamos a que la ciencia encuentre el modo de expulsar los virus que contaminan el organismo humano. ¿Sería exagerado imaginar a la Tierra /Gaya, un cuerpo vivo, aniquilando el principal virus responsable de su destrucción: los seres humanos?

Ésta es una de las inquietudes de Boff, dedicado ahora a la ecoteología. Censurado por Roma, dejó la Orden Franciscana y el ministerio sacerdotal. Pero no abandonó su oficio teológico ni rompió su comunión con la Iglesia. Ahora, como laico, amplió su espacio de libertad. Cada libro nuevo que sale de su pluma representa un grito más a favor de los pobres y de la salud de la Tierra.

Toda su obra reciente es una alerta de salvación de la Tierra y de su fruto más precioso: la humanidad misma. Boff nos invita a un viaje a los inicios culturales -las narraciones ancestrales sobre el origen del mundo- y científicos –la autogénesis de la materia, del Big Bang a la noósfera. Como observador atento, analiza los pecados capitales antiecológicos en un campo específico -la Amazonía- y recorre la senda holística que nos conduce de la física cuántica a las narraciones indígenas sobre el Universo, de la cosmogénesis a la Cristogénesis, en una versión actual de Teilhard de Chardin. Nos propone, en fin, el empeño en la construcción de una “biocracia”, democracia sociocósmica, centrada en la vida.

De la lógica pericorética del Universo -“todo interactúa con todo en todos los puntos y en todas las circunstancias”- deriva el estilo narrativo de Boff. Aunque el titilar de las estrellas y la irrupción de las células, la explotación mercantil de la naturaleza y la comunión intratrinitaria del Padre con el Hijo y el Espíritu Santo, parezcan cosas distintas, ellas destacan, en la obra de Leonardo, como dibujos de un mismo tapiz. No se puede comprender el significado de una figura sin captar su intrínseca relación con las demás. “Nosotros, como partes del Universo, somos todos hermanos y hermanas: las partículas elementales, los quarks, las piedras, las babosas, los animales, los humanos, las estrellas, las galaxias. Hace tiempo estábamos todos juntos, bajo la forma de energía y partículas originarias, en la esfera primordial; después, dentro de las estrellas rojas gigantes; luego en nuestra Vía Láctea, en el Sol y en la Tierra. Estamos hechos de los mismos elementos. Y como seres vivos poseemos el mismo código genético de los otros seres vivos: de las amebas, de los dinosaurios, del tiburón, del mico león dorado, del Australopiteco al homo sapiens-demens contemporáneo. Un nexo de fraternidad y sororidad nos une objetivamente, cosa que san Francisco, en el siglo 13, intuyó místicamente. Formamos la gran comunidad cósmica. Tenemos un origen común y, ciertamente, un mismo destino común”, escribe.

Se engaña quien, en la óptica de los viejos paradigmas, cataloga al autor como un neófito panteísta convencido de que todo es Dios y Dios y mundo se identifican. Su abordaje es inverso, es panenteísta: Dios se hace presente en todas las cosas. Toda la Creación y las creaturas son sacramentos de la presencia inefable de Dios. Como se equivocan también los que creen que Boff cambió la liberación de los pobres por una mera moda de defensa del medio ambiente.

Su teología de la liberación se amplía, centralizándose en el pobre, principal víctima también de la destrucción ambiental, y poniéndolo como sujeto de una alternativa que reate los vínculos que fueron rotos entre el ser humano y sus semejantes y entre la humanidad y la naturaleza, de la que somos expresión y plenitud. “La teología de la liberación debe asumir, en el discurso ecológico, la nueva cosmología, la visión que entiende la Tierra como un superorganismo vivo articulado con el entero universo en cosmogénesis”, propone. Por eso insiste en que “importa, en primer lugar, ampliar el sentido de la liberación. No sólo deben ser liberados los pobres y oprimidos, sino todos los seres humanos, ricos y pobres, porque todos son oprimidos por un paradigma que a todos nos esclaviza, de maltrato de la Tierra, de consumismo, de negación de la alteridad y del valor intrínseco de cada ser”.

Un hombre puede cambiar de lugar social y de función institucional. Pero la matriz de su identidad permanece inmutable, y a veces inaprensible. En cada libro o conferencia, Boff se revela indeclinablemente franciscano. Su paradigma personal tiene nombre y fecha: Francisco de Asís (1181-1226), “un ser de deseo”, como él lo define. (Traducción de J.L.Burguet)


- Frei Betto es escritor, autor de “Mística y Espiritualidad”, junto con Leonardo Boff, entre otros libros.

 

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