Los intelectuales al borde del peligro
Oscar Amaya Armijo
Alainet.org
6 de agosto del 2009
Cuesta hilvanar un discurso cuando uno enfrenta la grandilocuencia y la dispersión ideológica que caracteriza a ciertos intelectuales y, sobre todo, cuando se han erigido en “analistas políticos”.
Son aquellos que visten la atorrancia de frac; allí se les ve en las casas expendedoras de cultura, exhibiendo su snobismo, engolando la voz y mesándose la barba.
Son aquellos trasnochados de los que hablaba Juan Ramón Molina. Cargan, decía aquel gran poeta, el rictus del suicida en sus semblantes, de tanto “trabajo intelectual”. Fingen un cansancio a la usanza de los románticos finiseculares.
De esta especie se ha llenado la sociedad hondureña. Son aquellos que aparecen en ciertas columnas periodísticas aconsejando a todo aquel que se cruza por sus pasos. No hay gobernante o guru religioso que haya escapado de sus oportunas consejas.
Todo está bien: que aconsejen a los incautos gobernantes, políticos y garúes, siempre y cuando sus consejos busquen el bien común, como rezan ciertos preceptos; pero cuando la supuesta sabiduría del “analista político” se suma a la opresión estatal y, desde allí, sugiere atentar contra otros intelectuales por supuestas conspiraciones peligrosas, es actuar con perversión y alevosía.
Recién leí en un periódico nacional las sugerencias que un “analista político” hacía al oído del gobernante de facto. Le decía que los intelectuales, “marxistas tardíos”, eran más peligrosos que Manuel Zelaya Rosales, ya que éste, siendo un “animal publicitario (sic), sólo busca el exhibicionismo patológico, y, por tal razón, no constituye ningún peligro para el sistema social imperante, pero sí aquellos, quienes parapetados en el anonimato, atentan con sus ideas contra el actual orden establecido.
Para estos intelectuales, sugiere el “analista”, se debe “considerar una estrategia de respuesta inmediata”, dada su alta peligrosidad y “rencor” (más que la de Mel). Esta respuesta, por el tono amenazante con que se escribe, implica atacarlos, utilizando cualquier medio, por que ellos sí atentan contra la “legalidad burguesa” desde dentro y, por ende, acabar con los privilegios.
Pero esto de destruir la “legalidad burguesa” por dentro, es una falacia mediática para que se crea que desde la clandestinidad se fomenta la lucha de clases, cuando ésta, y lo sabe el “analista”, es una característica del sistema social en que vivimos, y existe independientemente de la voluntad de los intelectuales.
De lo que se trata, es de promover reformas que estimulen la convivencia social, la equidad y la solidaridad humana en los marcos del capitalismo, tal como ocurre en la mayoría de los países del mundo. El “analista” de marras, sabe que en la actual coyuntura, no está en juego la instauración del socialismo, sino que el retorno precisamente de la “legalidad burguesa”, destruida por unos lunáticos sin instrucción política.
Esta propuesta “estratégica” es harto peligrosa para aquellos intelectuales que tienen un pensamiento divergente o contrario al actual orden de cosas. En realidad, la sugerencia del “analista”, se basa en la vieja tesis funcionalista de Augusto Comte, quien comparaba el funcionamiento del organismo social con el de un organismo vivo, al que se le adhieren parásitos y bacterias para destruirlo por dentro y, para evitar tal catástrofe, hay que aplicar medidas profilácticas para preservarlo sano. De igual forma, debe procederse con los intelectuales, académicos y profesores, por que, al igual que los parásitos y bacterias, se han incrustado como “burócratas” en el tejido del organismo social para destruir la “legalidad burguesa” por dentro y, por tanto, para evitarlo, debe aplicárseles una “estrategia inmediata” de eliminación.
Según este sabio analista, a estos intelectuales hay que enfrentarlos ahora con “atención” y “talento”, entendiendo por atención “cuidado y “advertencia”, dado el alto potencial que poseen aquéllos para organizar la lucha por la toma del poder.
Pero este conspicuo hombre del análisis, sabe que las únicas armas de los intelectuales son las palabras, las viejas máquinas de escribir y, quizás, un destartalado ordenador de la tercera generación. Lo demás es especulación de alguien que perdió su solidaridad para quienes lo respetaron, en algún momento de su vida, por haber ofrecido una pizca de trabajo intelectual digno y progresista.
Ahora los intelectuales creativos y orgánicos, los académicos, los profesores, están a merced de que, en algún momento menos esperado, les quemen sus bibliotecas, sus libros escritos o, en el peor de los casos, enfrentados a los escuadrones de la muerte como en los mejores tiempos del fascismo.
- Oscar Amaya Armijo, Unión de Escritores y Artistas de Honduras (UEAH)
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