Iraq: Conquista,
petróleo, saqueo
Greg
Palast
Znet
y EstaSemana - Rebelión
12
de diciembre del 2004
En febrero de 2003, un mes antes de la invasión estadounidense
en Irak, me crucé con un documento de 101 páginas,
procedente del interior del Departamento de Estado del gobierno
de los EE.UU. Tenía un título que resultaba simpático:
"Dirigiendo la economía iraquí desde la recuperación
al crecimiento", y formaba parte de un conjunto mayor de
documentos secretos titulado "Estrategia para Irak".
El Plan Económico
penetra audazmente en un terreno en el que jamás entró
anteriormente ningún diseño para invasión:
la completa reelaboración, dice, de "las políticas,
leyes y normas" del estado conquistado. Aquí lo que
encontrarían en el Plan: un programa detallado, comenzado
años antes de que los tanques empezaran a rodar, para imponer
un nuevo régimen de bajos impuestos sobre los grandes negocios,
y la rápida venta de los activos iraquíes - de hecho,
"de TODAS las empresas estatales" a los operadores extranjeros.
Hay más cosas en el Plan, parte del cual se reveló
al público cuando el Departamento de Estado contrató
a una empresa consultora para el seguimiento del traspaso iraquí.
Un ejemplo: Seguramente éste será el primer plan
de ataque militar en la historia que figure en calidad de apéndice,
dentro de un programa para endurecer las leyes del copyright de
la nación atacada.
Y llegando
al tema del petróleo, el Plan no deja nada al azar- o a
los iraquíes. Comenzando por la página 73, los borradores
secretos insisten en que Irak deberá "privatizar"
(es decir, malvender ) su "petróleo y sus industrias
auxiliares". El Plan deja claro que incluso aunque no fuéramos
por el petróleo, ciertamente no nos vamos a ir sin él.
Si el Plan
Económico tiene el aspecto de una Carta a los Reyes Magos
diseñada por los lobbistas de las grandes empresas estadounidenses
es simplemente porque lo es.
Desde eliminar
los impuestos hasta borrar de un plumazo los aranceles iraquíes
(impuestos sobre las importaciones de bienes estadounidenses y
de otros países), el paquete lleva las huellas inconfundibles
de las pequeñas y delicadas manos de Grover Norquist.
Norquist es
el capo di capi del ejército lobbista de la derecha. Cada
miércoles auspicia en Washington alguna conferencia de
miembros de los grandes negocios políticos y grupos de
gorilas de derechas - incluida la Coalición Cristiana y
la Asociación Nacional del Rifle - en la que Norquist diseña
la ofensiva mediática y legislativa de la semana.
Inscrito en
su día como lobbista para Microsoft y American Express,
Norquist dirige actualmente a la asociación "Americans
for Tax Reform", una especie de sindicato de billonarios
anónimos, defendiendo un diseño regresivo de "impuestos
fijos".
Siguiendo
una recomendación, me dejé caer por las oficinas
del super-lobbista en L-Street. Bajo un enorme poster enmarcado
de su ídolo ("NIXON-AHORA MÁS QUE NUNCA")
a Norquist le faltó el tiempo para presumir de moverse
libremente por los Departamentos del Tesoro, de Defensa y de Estado,
y, dentro de la Casa Blanca, de perfilar los planes para después
de la conquista- desde los impuestos hasta los aranceles, pasando
por los "derechos de propiedad intelectual" a los que
ya aludí al mencionar el Plan.
Norquist no
ha sido el único hombre del frente corporativo que ha participado
en el festín del sacrificio de la economía iraquí.
Norquist sugirió el cambio en las leyes del copyright tras
buscar el asesoramiento de la Asociación estadounidense
de la Industria de la Grabación.
Y luego tenemos
el petróleo. Falah Aljibury, nacido en Irak, participó
en la elaboración de los borradores para el Irak post-Saddam.
Según Aljibury, el gobierno empezó a codiciar el
petróleo de su vecino del Oriente Medio a las pocas semanas
de la inauguración Bush-Cheney, cuando la Casa Blanca reunió
a una comisión secreta bajo la dirección de Pam
Wainwright, del Departamento de Estado. El grupo incluía
a hombres de la banca y de la industria química, y el espectro
de temas sobre qué hacer con un Irak después de
la conquista era amplio. Para abreviar, dice Aljibury, "se
convirtió en un grupo petrolero".
Esto no debía
sorprender, dado que la lista de participantes tiene un fuerte
olor a petróleo.
Junto a Aljibury,
un consultor de la industria petrolera, el equipo secreto incluía
a ejecutivos de la Royal-Dutch-Shell y de Chevron-Texaco. Estos
y otros grandes de la industria petrolera elaborarían,
en 2003, el borrador de un Anexo al Plan Económico de 300
páginas, dirigido tan solo a los activos petroleros iraquíes.
La sección petrolera del Plan, obtenida después
de un año de lucha con el gobierno esgrimiendo la Ley en
Defensa de la Libertad de Información [Freedom of Information
Act], hace un llamamiento a los iraquíes para que vendan
a las "IOC" (siglas en inglés del término:
compañías petroleras extranjeras) los activos "downstream"
del país, es decir, sus refinerías, oleoductos y
puertos, cosa que, si no media ocupación armada, cualquier
país del Oriente Medio abominaría profundamente
de renunciar a ellos.
El General
contra el Anexo D
Una cosa se
oponía a la reelaboración de las leyes iraquíes
y a la venta de los activos de Irak: los iraquíes. Alguien
de dentro de la estructura estadounidense lo dijo fríamente
con estas palabras: "Hacen salir a [secretario del Delegado
de Defensa, Paul] Wolfowitz diciendo que va a ser un país
democrático, pero vamos a hacer algo a lo que el 99% de
la población iraquí votaría que no".
En esta batalla
que se prepara entre lo que los iraquíes querían
y lo que el gobierno de Bush planeaba para ellos, los iraquíes
encontraron un aliado inesperado en la persona del General Jay
Garner, el hombre nombrado por nuestro presidente justo antes
de la invasión para que gobernara la nación a punto
de ser conquistada, al modo de un virrey temporal.
Garner es
un veterano en cuestiones iraquíes, que desempeñó
esa misma función autocrática de forma benévola
en la zona kurda, después de la primera Guerra del Golfo.
Pero en marzo de 2003 el general cometió el mayor error
de su carrera. En Kuwait City, recién aterrizado desde
los Estados Unidos, prometió a los iraquíes que
tendrían elecciones libres y justas tan pronto como Saddam
fuera depuesto, preferiblemente en un plazo de 90 días.
El compromiso
de Garner en favor de los 90 días hasta la democracia chocó
contra una roca: El "Anexo D" del Plan Económico.
Hacerse cargo de la industria petrolera de un país - aunque
sólo sea rediseñando las leyes mercantiles y fiscales
- no se puede hacer en un fin de semana, ni tampoco en 90 días.
El Anexo D supone un estricto calendario de 360 días para
la transición de Irak al libre mercado. Y aquí está
el problema: simplemente era inconcebible que cualquier gobierno
elegido por el pueblo les permitiera a los americanos redactar
sus leyes y malvender en subasta amañada la joya de la
corona de la nación, su industria petrolera.
Las elecciones
tendrían que esperar. Como explicó el lobbista Norquist
cuando le pregunté por el calendario del Anexo D: "El
derecho mercantil, de la propiedad industrial, estas cosas no
se pueden dejar al arbitrio de una elección democrática."
Simplemente, nuestras tropas habrán de quedarse un rato
más en Mesopotamia.
Ordenes del
Nuevo Mundo nos. 12, 37, 81 y 83
El General
Garner se resistía, lo cual fue una de las razones para
que fuera cesanteado discretamente por el Secretario de Estado
Donald Rumsfeld la misma noche en que llegó a Bagdad, en
abril. Rummy tenía preparado al sustituto ideal para reemplazar
al recalcitrante general. Puede que Paul Bremer no tenga la experiencia
sobre el terreno de Garner en Irak, pero nadie cuestionaría
las cualificaciones de un hombre que ha estado empleado en Kissinger
Associates en calidad de director general.
Descansando
lo justo para instalarse en el antiguo palacio de Saddam - y añadiendo
otra ronda de alambre de espinos - "Jerry" Bremer canceló
la reunión que Garner tenía programada con los líderes
tribales nominados para planificar las elecciones nacionales.
En su lugar, Bremer nombró personalmente a todos los miembros
del gobierno. Las elecciones nacionales tendrían que esperar
hasta el 2005, sentenció Bremer. La prórroga de
la ocupación iba a obligar a nuestras tropas a alargar
su estancia.
Casualmente,
la demora proporcionaría tiempo suficiente para dejar totalmente
consolidadas las leyes, regulaciones y ventas irreversibles de
activos, en los términos establecidos por el Plan Económico.
Bremer no
perdió el tiempo en esta tarea. En conjunto, el líder
de la Autoridad de la Coalición Provisional sacó
exactamente 100 órdenes gubernativas que rehacen Irak a
imagen y semejanza del Plan Económico. En mayo, por ejemplo,
Bremer - sólo a un mes de salir huyendo por la puerta trasera
de Bagdad - encontró el tiempo para, además de combatir
a la incipiente insurrección, firmar las órdenes
nº 81 sobre "patentes" y nº 83, sobre "copyrights".
Aquí encontró su recompensa el duro trabajo de Grover
Norquist. En adelante se gravaría la grabación de
música con royalties, durante 50 años. Y el código
Windows durante 20 años.
La orden nº
37, "Estrategia Fiscal para 2003" era el sueño
de Norquist hecho realidad: los impuestos alcanzaban su tope en
el 15 por ciento para los ingresos individuales y empresariales
(tal como se sugería en la página 8 del Plan Económico.)
El Congreso estadounidense había rechazado un plan fiscal
similar para América, pero en Irak, con un electorado reducido
a una persona: Jerry Bremer, la voluntad pública no tenía
absolutamente ningún peso.
No todo el
mundo sintió por igual los dolores derivados de esta intrépida
entrada en el libre mercado. La orden nº 12, "Liberalización
del comercio" permitía la libre importación
de productos extranjeros, sin aranceles ni impuestos. Uno de los
grandes ganadores era Cargill, el mayor comerciante mundial de
grano, que inundó Irak con cientos de miles de toneladas
de trigo. Para los agricultores iraquíes, castigados ya
por las sanciones y por la guerra, esto fue devastador. No podían
competir con los excedentes estadounidenses y australianos que
les colaban mediante técnicas de dumping. Pero tan importante
plan ponía en práctica la letra del Plan Económico.
Este golpe
de suerte para el comercio occidental se vio reforzado por el
responsable de agricultura de las fuerzas de ocupación,
Dan Amstutz, importado asimismo desde Estados Unidos. Antes de
que George Bush iniciara su mandato, Amstutz dirigía una
compañía financiada por Cargill.
No tiene ningún
sentido recortar impuestos a las grandes compañías,
ordenar pagos en concepto de copyright al sistema operativo de
Bill Gates para un período de 20 años o destruir
las protecciones a los agricultores iraquíes si algún
gobierno iraquí descontrolado va a suprimir estas medidas
después de unas elecciones. Los gobernadores en la sombra
que se encargan de Irak allá en Washington ya pensaron
también en ello. Bremer huyó, pero lo que ha dejado
atrás son casi 200 "expertos" estadounidenses,
asignados a tutelar a cada nuevo ministro iraquí - funcionarios
que han sido aprobados también por el Departamento de Estado
de Estados Unidos-.
El Precio
El paraíso
del libre mercado en Irak no es gratuito.
Después
de que el General Garner fuera cesanteado, me reuní con
él en Washington. El Plan Económico que le habían
entregado tres meses antes de que los tanques se pusieran en marcha
le merecía poca admiración. En especial teme sus
intenciones respecto de los activos petroleros iraquíes
y la demora en devolver Irak a los iraquíes. "Esa
es una batalla que no desearías que continuara", me
comentó.
Pero tenemos
que continuarla. Tras un mes en el palacio de Saddam, Bremer canceló
las elecciones municipales, incluyendo la votación crucial
que iba a tener lugar en Najaf. Al negárseles las papeletas,
los chiítas de Najaf optaron por las balas. En abril de
este año las milicias del líder insurgente Moqtada
Al Sadr asesinaron a 21 soldados estadounidenses y sometieron
a asedio a la ciudad santa durante un mes.
"No deberían
estar obligados a seguir nuestro plan", dice el general.
"Es su país, su petróleo". Puede que sea
así, pero no lo es según el Plan. Y hasta que se
convierta en su país, la división aerotransportada
número 82 habrá de seguir allá, custodiándoselo.
Greg Palast
es periodista de investigación, y autor del bestseller
del New York Times titulado "La mejor democracia que puede
comprar el Dinero". Su nueva película: las fortunas
de la familia Bush: la mejor democracia que puede comprar el Dinero"
ha sido editada en DVD este mes.
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