Estados Unidos ha enloquecido

John Le Carré

The Times, Inglaterra - Argenpress.info

enero 2003

Traducido por Germán Leyens.

Estados Unidos ha entrado en uno de sus períodos de
locura histórica, pero éste es el peor que yo pueda
recordar: peor que el macartismo, peor que la Bahía de
Cochinos y, a largo plazo, potencialmente más
desastroso que la Guerra de Vietnam.

La reacción al 11-S va más allá de cualquier cosa que
Osama bin Laden pudiera haber soñado en sus sueños más
crueles. Como en los tiempos de McCarthy, las
libertades que convirtieron a EE.UU. en la envidia del
mundo están siendo sistemáticamente socavadas. La
combinación de los serviles medios de comunicación y
de los intereses creados de EE.UU. están asegurando,
una vez más, que una discusión que debería estar
estallado en el centro de cada ciudad se limite a las
columnas más sofisticadas de la prensa de la costa
Este.

La inminente guerra fue planeada años antes del ataque
de bin Laden, pero éste la posibilitó. Sin bin Laden,
la junta de Bush estaría aún tratando de explicar
cosas tan peliagudas como la manera cómo logró ser
elegido para comenzar; Enron; su desvergonzada
preferencia por los que ya son demasiado ricos; su
desvergonzado desdén por los pobres del mundo, la
ecología y un montón de tratados internacionales
unilateralmente abrogados. También podrían estar
contándonos por qué apoyan a Israel en su constante
desprecio de las resoluciones de la ONU.

Pero bin Laden corrió un velo sobre todo esto. Los
bushíes están en la cresta de la ola. Actualmente un
88 por ciento de los estadounidenses quieren la
guerra, se nos dice. El presupuesto de defensa de
EE.UU. ha sido elevado por otros 60.000 millones de
dólares a unos 360.000 millones. Una espléndida nueva
generación de armas nucleares está siendo preparada,
así que podemos quedarnos tranquilos. Lo que es menos
claro es qué clase de guerra piensa que está apoyando
un 88 por ciento de los estadounidenses. ¿Cuánto
piensan que va a durar, por favor? ¿Cuál será el costo
en vidas estadounidenses? ¿Cuánto le costará al
contribuyente estadounidense? ¿Cuál va a ser el costo
en vidas iraquíes? -porque la mayoría de ese 88 por
ciento son gente perfectamente decente y humana.

El cómo Bush y su junta lograron transferir la cólera
de EE.UU. de bin Laden a Sadam Husein es uno de los
grandes trucos conspirativos de relaciones públicas de
la historia.

Pero lo lograron. Una reciente encuesta nos dice que
uno de cada dos estadounidenses cree ahora que Sadam
fue responsable por el ataque contra el World Trade
Centre. Pero el público estadounidense no sólo está
siendo engañado. Está siendo intimidado y mantenido en
un estado de ignorancia y temor. La neurosis
cuidadosamente organizada podría llevar exitosamente a
Bush y a sus conspiradores a la próxima elección.

Los que no están con Mr. Bush están en su contra. Lo
que es peor, están de parte del enemigo. Lo que es
extraño, porque yo estoy totalmente en contra de Bush,
pero me encantaría ver caer a Sadam -pero no a la
manera de Bush y no utilizando sus métodos. Y no bajo
la enseña de una tal desvergonzada hipocresía.

La jerga religiosa que conducirá a los soldados
estadounidenses a la batalla es tal vez el aspecto más
nauseabundo de esta guerra surrealista que se viene.
Bush tiene a Dios en su poder. Y Dios tiene opiniones
políticas muy especiales. Dios nombró a EE.UU. para
que salvara al mundo de cualquier manera que le
convenga a EE.UU. Dios nombró a Israel para que sea el
nexo de la política de EE.UU. en el Medio Oriente, y
cualquiera que quiera objetar a esa idea es a)
antisemita, b) antiamericano, c) partidario del
enemigo, y d) terrorista.

Dios también tiene algunas conexiones de miedo. En
EE.UU., donde todos los hombres son iguales desde Su
punto de vista, aunque no sea el de todos, la familia
Bush tiene un Presidente, un ex Presidente, un ex jefe
de la CIA, el gobernador de Florida y el ex gobernador
de Texas.

¿Quieren algunas pistas? George W. Bush, 1978-84:
ejecutivo superior de Arbusto Energy/Bush Exploration,
una compañía petrolera; 1986-90: ejecutivo superior de
la compañía petrolera Harken. Dick Cheney, 1995-2000:
director general de la compañía petrolera Halliburton.
Condoleezza Rice, 1991-2000: ejecutiva superior de la
compañía petrolera Chevron, que bautizó un buque
tanque con su nombre. Y así sigue. Pero ninguna de
estas insignificantes asociaciones afectan la
integridad de la labor de Dios.

En 1993, cuando el ex Presidente George Bush estaba
visitando al tan democrático Reino de Kuwait para
recibir el agradecimiento por haberlos liberado,
alguien trató de matarlo. La CIA cree que ese
'alguien' fue Sadam. Por lo tanto Bush hijo grita:
'Ese hombre trató de matar a mi papito.' Pero no es
algo personal, esta guerra. Sigue siendo necesaria.
Sigue siendo cosa de Dios. Sigue tratándose de llevar
la libertad y la democracia al oprimido pueblo iraquí.

Para ser miembro del equipo uno también tiene que
creer en el Bien Absoluto y en el Mal Absoluto, y
Bush, con mucha ayuda de sus amigos, su familia y de
Dios, está presente para decirnos cuál es cuál. Lo que
Bush no nos dice es la verdad sobre el motivo por el
que vamos a la guerra. Lo que está en juego no es un
Eje del Mal -sino el petróleo, el dinero y las vidas
de personas. La desgracia de Sadam es que se encuentra
sobre el mayor campo petrolífero del mundo. Bush lo
desea, y el que le ayude a conseguirlo recibirá un
trozo del botín. Y el que no lo haga, no.

Si Sadam no tuviera ese petróleo, podría torturar a
sus ciudadanos todo lo que le dé la gana. Otros
gobernantes lo hacen todos los días -piensen en Arabia
Saudí, piensen en Pakistán, piensen en Turquía,
piensen en Siria, piensen en Egipto.

Bagdad no representa un peligro evidente ni presente
para sus vecinos, y ninguno para EE.UU. o Gran
Bretaña. Las armas de destrucción masiva de Sadam, si
es que aún las posee, serían una bagatela en
comparación con lo que Israel o EE.UU. podrían
lanzarle dentro de cinco minutos. De lo que se trata
no es de una amenaza militar o terrorista inminente,
sino del imperativo económico del crecimiento de
EE.UU. De lo que se trata es de la necesidad que tiene
EE.UU. de demostrar su poder militar ante todos
nosotros -ante Europa y Rusia y China, y ante los
pobres pequeños lunáticos de Corea del Norte, así como
ante el Medio Oriente, para mostrar quién gobierna
EE.UU., y quién es gobernado por EE.UU. en el
extranjero.

La interpretación más piadosa del papel de Tony Blair
en todo esto es que creyó que, al montarse en el
tigre, podría controlarlo. No puede. En lugar de
hacerlo, le dio una falsa legitimación, y una voz
suave. Ahora temo que el mismo tigre lo haya
acorralado en un rincón, y que no se puede escapar.

Es terriblemente ridículo que, siendo que el discurso
de Blair lo ha llevado contra las cuerdas, ninguno de
los dirigentes de la oposición de Gran Bretaña pueda
tocarlo. Pero ésa es la tragedia de Gran Bretaña,
igual que la de EE.UU.: mientras nuestros gobiernos
deforman, mienten y pierden su credibilidad, el
electorado simplemente se encoge de hombros y para
otro lado. La mejor posibilidad que tiene Blair de
sobrevivir personalmente debe ser que, en el último
instante, la protesta mundial y una ONU con un coraje
inverosímil obligara a Bush a guardarse su pistola sin
dispararla. ¿Pero qué pasa si el mayor cowboy del
mundo retorna sin la cabeza del tirano para
mostrársela a los muchachos?

La peor posibilidad para Blair es que, con o sin la
ONU, nos arrastre a una guerra que, si jamás hubiera
existido la voluntad de negociar enérgicamente, podría
haber sido evitada; una guerra que no ha sido
discutida más democráticamente en Gran Bretaña de lo
que ha ocurrido en EE.UU. o en la ONU. Al hacerlo,
Blair habrá dañado nuestras relaciones con Europa y
con el Medio Oriente por décadas. Habrá contribuido a
provocar represalias imprevisibles, malestar en el
interior, y un caos regional en el Medio Oriente.
Bienvenidos a la fiesta de la política extranjera
ética.

Hay un camino intermedio, pero es duro: Bush se lanza
a la guerra sin aprobación de la ONU y Blair se queda
en casa. Adiós a la relación especial con EE.UU.

Me estremezco cuando escucho a mi Primer Ministro
prestando sus sofisterías de monitor jefe a esta
aventura colonialistas. Sus muy reales ansiedades
sobre el terror son compartidas por todas las personas
cuerdas. Lo que no puede explicar es cómo asocia un
ataque global contra al-Qaeda con un ataque
territorial contra Irak. Estamos en esta guerra, si
tiene lugar, para asegurar la hoja de parra de nuestra
relación especial, para agarrar nuestra parte del
botín de petróleo, y porque, después de darse tanto la
mano en Washington y en Camp David, Blair tenía que
aparecer ante el altar.

-¿Ganaremos, papá?

-Desde luego, hijito. Todo pasará mientras estás en
cama.'

-¿Por qué?

-Porque de otra manera los votantes de Mr. Bush se
pondrán terriblemente impacientes y podrían decidir no
votar por él.

-¿Pero morirá gente, papá?

-Nadie que tú conozcas, querido. Sólo extranjeros.

-¿Podré mirar en la tele?

-Sólo si Mr. Bush está de acuerdo.

-¿Y después, volverá todo a lo normal? ¿Nadie podrá
hacer algo horrible, nunca más?

-Cállate niño, y duerme.

El viernes pasado un amigo mío en California condujo
al supermercado local con una pegatina sobre su coche
que decía: 'La Paz también es Patriótica'. Cuando
terminó sus compras había desaparecido.

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