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Monseñor Víctor Manuel Sanabria

 

Discurso del Excelentísimo Sr. Arzobispo de San José, Mons. Dr. don Víctor Sanabria Martínez, en la Convención de la Confederación Costarricense de Trabajo Rerum Novarum, celebrada el 1o. de mayo de 1945

Los pobres de la tierra.org

1o. de mayo de 1945

 

Una Convención Popular.

En la prensa norteamericana se ha comentado en los últimos días, a propósito del fallecimiento del Presidente Roosevelt, y de la asunción del poder por parte del señor Truman, que el primero, sin ser del pueblo, vivió y gobernó para el pueblo, y que éste, que sí es del pueblo, habrá de gobernar igualmente para el pueblo.

Del movimiento sindical "RERUM NOVARUM", bien cabe decir que es del pueblo y para el pueblo, con lo que dicho está que es un movimiento de legítima extracción demócrata en el sentido en que otro ilustre Presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, definió el contenido esencial de la palabra democracia, en su significación más pura y tal como la analizara no hace mucho ese gran filósofo de la democracia humana porque cristiana, y cristiana porque humana, Su Santidad el Papa Pío XII, gloriosamente reinante.

Por consiguiente, me cabe el honor de dirigir la palabra a una convención eminente y legítimamente popular, en la que se discuten, con sentido superior social, también con sentido espiritual y cristiano, los intereses de una pujante organización de trabajadores, nacida al calor de una legislación social inspirada en criterios netamente cris­tianos, más aun, cristiano-católicos, los expuestos con tanta oportunidad como brillo por León XIII en la Encíclica "Rerum Novarum", y por Pío XI en la Encíclica "Quadragesimo Anno ". Todavía más. Forzando algún tanto los términos, y con probable lesión de la modestia, diré que me hallo ante una convención sindical, que hasta cierto punto, por relativo que él sea, puedo considerar como mía, ya que ella tuvo existencia, gracias, sí, al entusiasmo, sacrificio y consagración de este gran sacerdote, el Presbítero don Benjamín Núñez y de las personas que junto con él iniciaron la grande empresa en agosto de 1943, pero gracias también al conjunto de palabras que, en ocasión muchas veces discutida y escasamente comprendidas, pronunciara el Arzobispo de San José, y que quiero reproducir ahora textualmente:

"La autoridad Eclesiástica está y estará empeñada en que se formen agrupaciones obreras católicas y en ampliar las ya existentes, no precisamente para debilitar el movimiento de cohesión de las clases trabajadoras, sino para encauzar ese movimiento en la forma que mejor convenga, dentro de los amplísimos derroteros marcados por las enseñanzas pontificias. "

Habla a sus amigos.

Creo, por tanto estar en la casa y hasta ser un poco de la casa. A pesar de ello no podré negar que hube de sobreponerme a ciertas contrariedades psicológicas mías, antes de aceptar la invitación que bondadosamente me hiciera el Padre Núñez, a nombre del Cuerpo Directivo de la Central Sindical "Rerum Novarum", para participar en esta convención. No sé cómo referirme a tales contrariedades, ni si en verdad convenga referirse a ellas. Pero estando, como estoy, en casa, puedo confiar en la discreción y benevolencia de quienes me escuchan, y en todo caso me asiste el derecho de esperar que mis palabras han de ser interpretadas con toda lealtad. A vosotros únicamente me dirijo, y siendo como sois los dueños de mis palabras, seréis asimismo los únicos que tengan propio y natural derecho a comentarlas.

La Doctrina Social Católica aplicada.

En alguna comunicación de la "Rerum Novarum" se me ha llamado con exageración notoria "genio" o cosa por el estilo, de la organización obrera aquí representada. Agradezco el cumplido, curado estoy de vanidades, no acepto el calificativo por no ajustarse a la verdad. El genio de esta organización lo fue y lo es, la Doctrina Social de la Iglesia, tan ignorada entre nosotros durante bien largos años, doctrina tan sagazmente sintetizada en el mote distintivo de la organización "Rerum Novarum". Ni siquiera el Padre Núñez, eminentes como son los servicios que ha prestado a la organización, es el aludido genio. El y yo, y todos cuantos han dispensado su favor y simpatía a la organización, hemos sido y somos simples apóstoles de una doctrina y con ello no hemos hecho otra cosa que poner en práctica lo que juzgábamos ser exigencias ineludible de nuestras convicciones en la hora presente.

Si la justicia exigiera, y parece exigirlo, que en oportunidad como ésta se tributara un homenaje a alguien, ese alguien sería, tendría que serlo, la Iglesia Católica y los Pontífices que promulgaron su doctrina social.

Entre nosotros, a Dios gracias, entiendo que apenas habrá quien ponga en tela de juicio, la conveniencia y oportunidad de la aplicación de la doctrina social católica a la solución de los problemas sociales. Y porque la cita, según parece, viene en apoyo de mi afirmación, recuerdo ahora el caso de un trabajador social, que en oportunidad muy singular, escribió y afirmó, que apoyaría la política social que se estaba adelantando en Costa Rica, política social basada en encíclicas pontificias, y que esa política social encuadraba sin contradicción en sus planes para la organización económica y social de la Nación.

Diversa es la situación en otros países, inclusive en una nación de la que fui expulsado en hipótesis, en cuya Constitución se consignó una cláusula que haría imposible la existencia del Padre Núñez como director de una central obrera, y absurda la presencia de un Arzobispo en una reunión sindical. Existía allá una organización obrera incipiente, homónima de la nuestra, y hubo de desaparecer porque su existencia habría constituido un delito. ¡Y cuenta que todo esto se hizo en resguardo de la Libertad de conciencia! Refiero esta singularidad sin afán de criticar lo que a nosotros no nos importa, y porque venía al caso para señalar las habituales contradicciones de quienes atan de pies y manos a la Iglesia y después le cobran con toda dureza y desde luego con evidente injusticia, que no coopera eficazmente a la solución de la cuestión social. Aludí al citado caso, para recordar que cuando se discutía entre nosotros la legislación social, y ya que técnicamente, según aseguraban los entendidos, no encajaba jurídicamente al consignar en el Código de Trabajo, en su propio aparte, esa libertad de trabajo de los sacerdotes, esto es, la de entrar a la parte de la dura y a veces ingrata tarea de organizar sindicatos, se obtuvo que en el texto del acta de la respectiva sesión de la Cámara se apuntaran declaraciones de fuerza interpretativa, que pusieran tan necesaria y útil libertad al amparo de toda coacción. En un periódico local se publicó el sentido íntegro de aquellas declaraciones, pero ignoro si se consignaron en el texto definitivo del acta de aquella sesión, porque según mis noticias de aquellos días, la nota respectiva se había traspapelado como se dice, en la Secretaría. Quede, de esta ma­nera, constancia formal de que nuestra Cámara de Diputados, por acto expreso, cons­te en el acta o no conste en ella, no quiso atar las manos del sacerdote ni de las de ningún ciudadano, por causa de su profesión religiosa, por manera que todos los ciudadanos y con libertad absoluta, pueden participar en los afanes sociales, nominalmente en los sindicales.

La Legislación Social.

Y vamos ahora a tratar en particular de algunas de las contrariedades psicológicas ya referidas. Participar en esta convención sindical, hija al fin y al cabo, de nuestra legislación social, en la que se dice que el Arzobispo colaboró en alguna forma, por modesta que ésta sea, y no recordar las personas que propusieron, impulsaron y ratificaron aquella legislación y aquellas otras que con toda sinceridad, en escritos y oralmente la han encomiado después, me parecía un pecado, que ni la historia, ni, sobre todo, la rectitud y espíritu de justicia de que a tan buen título se aprecia la "Rerum Novarum" podrían perdonarme. ¿Que algunas de tales personas pueden tener un valor político? Ese no es el valor que a vosotros ni a mí nos interesa en estas materias. Pero tienen también un valor social llamémoslo así, indiscutible, y ni a vosotros ni a mí mismo nos es lícito ignorarlo, tanto más que vosotros y yo, en este lugar, y en esta ocasión, estamos fuera y por encima de toda agitación de partidos. Pronunciad vosotros aquellos nombres en lo íntimo de vuestra conciencia, que con ello satisfecha queda la justicia, que es lo que importa.

Para vosotros, como para mí, cualesquiera que hayan sido o podido ser las circunstancias objetivas, permítaseme la expresión, de tiempos que estarán, como todo tiempo pasado, sometidos al veredicto desapasionado y recto de la historia, la legislación social pasó ya las aguas agitadas de los intereses ajenos a la misma finalidad intrínseca de ella, y respira ya el aire puro en que conviene vivan las instituciones patrias fundamentales.

La Libertad Sindical.

Cuando se discutía, en comisión, el proyecto de nuestra legislación social, a instancias de alguien que no consideraba que fuera del todo preciso el texto que consagra la libertad sindical, aquella Comisión aceptó y patrocinó otro texto más redondeado. En Costa Rica el monopolio sindical es legalmente imposible. Tampoco existe en la práctica. Actualmente hay en Costa Rica dos centrales sindicales obreras: la "Rerum Novarum" y la "Confederación de Trabajadores de Costa Rica" y ambas operan con el mismo instrumento, el Código de Trabajo y las Garantías Sociales. También funcionan varios sindicatos patronales. Podrían existir tres o más centrales y sindicatos de ambas categorías, que con ello solamente se hará más evidente la libertad sindical de que tan ampliamente disfrutamos.

Por motivos y razones que a mí no me corresponde analizar ahora, tal vez no falten quienes esperan o desean que el Arzobispo, en esta convención bendiga o maldiga. Sin embargo bendeciré sin maldecir. En estos mismos momentos la otra Central Sindical obrera, aprovechando como nosotros, la fecha de hoy, hace una manifestación en la que participará el Jefe de la Nación. No creo que en el corazón de ningún trabajador honorable anide la zelotipia, hija de las competencias sindicales mal entendidas. No en el vuestro, porque la otra central organice una manifestación; no en el de los agremiados a ésta, porque vosotros celebréis vuestra convención. Casi diría que esta simultaneidad de actos, era hasta cierto punto, necesaria, para que quedara consagrada, una vez más, la libertad sindical de que tan justamente nos envanecemos.

Salvar la experiencia social costarricense.

Pero, diréis: ¿a qué propósito vienen estas reflexiones? Pues vienen a lo que vienen. Mañana o el año entrante podrían decir los hombres que no sean de buena voluntad, que en este Primero de Mayo se han declarado la guerra técnica y táctica las dos centrales sindicales obreras ya fundadas, y que figuran como jefes de la empeñada batalla, de una parte el señor Presidente de la República y de otra el Arzobispo. Y forzando la imaginación se dirá que se había planteado un conflicto entre la Iglesia y el Estado. Bien sabéis vosotros que ello no es así. A esta convención fuimos invitados ambos, y es un honor y una satisfacción para esta Central ver al Jefe de la Nación presidiendo esta asamblea, y por ello, a nombre de la Central "Rerum Novarum", me complazco en expresarle nuestro reconocimiento profundo. A nosotros, como a los hombres que por uno u otro título la nación considera como sus orientadores en las horas difíciles, lo que nos interesa es que esta grande, inmensa experiencia social que estamos llevando a cabo, se realice a "lo costarricense", y dentro de las bases ideológicas que tan puntualmente detallan nuestros textos de legislación social, a saber, las de la justicia social cristiana, de que hablan los textos de las garantías sociales y el Código de Trabajo en el artículo introductorio.

Sólo quien estuviese cegado por prejuicios podría lamentar el hecho de que se hayan incorporado tales declaraciones de principios en nuestros textos legales, y de que se haya hecho uso, con tan encomiable largueza, de las Encíclicas Pontificias, al plantear nuestra legislación social.

Sus actuaciones en materias sociales.

En verdad, preferiría no hablar de estas cosas, para no dar pábulo a suspicacias irrazonables, cualesquiera que ellas fueran. No obstante creo que conviene hacerlo. No pocas de mis actuaciones en relación con estas materias sociales, y con las que en alguna forma se refieren a ellas, han sido motivo de crítica, quizás no siempre comedida y menos objetiva. Admito, para ser justo, que hay una de aquellas actuaciones que parece la más ocasionada, con título colorado, o sin color, a provocar aquella crítica. Quienes pudieran autorizar su crítica, con títulos suficientes o probables, han honrado su discreción guardando muy oportuno silencio. En este número estáis vosotros.

Por aquella actuación, se me ha alabado sin razón, y también se me ha execrado sin razón. Leí hace poco una publicación de un escritor portorriqueño, que en aquellos días no faltaron quienes me consideraban como candidato probable a la excomunión, pero añadía que tales por lo visto, no habían leído lo que yo había escrito a aquel propósito: que si lo hubieran leído, agrego yo, bien hubiesen podido decir que yo era un candidato seguro a la sumisión irrestricta, y todavía lo soy, a cuanto dispusiera o disponga en su prudencia y sabiduría la Santa Sede. Pues bien, creo que los que me han alabado sin razón, no han leído mis escritos, y que los que me han execrado sin razón tampoco los han leído. De sí mismo decía el Presidente Roosevelt, que él estaba un poco a la izquierda del centro. Yo no estoy, ni he estado, ni quiero estar, ni a la izquierda, ni a la derecha, ni en el centro, en el sentido en que suele emplearse esa palabra. Yo estoy donde está la Iglesia, y la Iglesia está fuera y por encima del centro, de la izquierda, de la derecha, de la izquierda de la derecha, de la derecha de la izquierda. La Iglesia no tiene más orientación que esta: "Sursum, hacia arriba. "

La misión de la "Rerum Novarum".

No exijáis que en estas palabras, escritas a vuela pluma, en los espacios libres, no muchos por cierto, que me han dejado las ocupaciones ministeriales de los últimos días, haya orden lógico, siquiera medianamente aceptable. Por otra parte estimo que ello no es necesario, ya que hablo a amigos, y no en discurso ni en conferencia, sino en simple conversación.

Dije que temía hablar, y estoy hablando, que temía decir, y estoy diciendo. Añadiré, en concreto, algunas consideraciones acerca de lo que, según mi juicio, espera y tiene que esperar el país y la sociedad de la "Rerum Novarum", acerca de lo que yo llamaría la misión de la "Rerum Novarum", y acerca de lo que no es la misión de la "Rerum Novarum".

Lo que no es la "Rerum Novarum".

Comencemos por lo último. No es un foco de demagogia, ni mucho menos. Hay una palabra de la que se ha abusado en los últimos tiempos en Costa Rica y fuera de ella, para tachar todo lo que se quiera tachar, sin creerse obligado el sujeto de dar explicaciones. No la quiero pronunciar. A la "Rerum Novarum" y a sus dirigentes se les ha aplicado, así como se le ha aplicado al que habla, el cual, además ha debido sufrir por ello persecuciones por la justicia. Esto me hace recordar lo que leí en un escrito de Ángel Osorio Gallardo, anécdota que, sin embargo, me aseguró un diplomático que no era verdadera, aduciendo razones que mucho respeté, pero que no me convencieron. Decía aquél escritor que cuando Pío XI publicó la Encíclica "Quadragesimo Anno", algunas señoras muy piadosas de una ciudad del norte de España, dispusieron hacer rogativas por la conversión de su Santidad. Y en verdad que el caso no sería de extrañar, ya que en un tiempo estuvo muy en boga eludir los deberes de la justicia social cristiana invocando malamente las preeminencias de la doctrina, y ahogar esos mismos deberes en las aguas no siempre claras de una caridad mal entendida. La Encíclica de León XIII fue prohibida por algunos patronos, también católicos, en sus fábricas y talleres, lo mismo que la de Pío XI, según lo escribe éste en la Encíclica "Divini Redemptoris", acerca del comunismo marxista y ateo. ¿Qué de raro tendrá, pues, que la Central "Rerum Novarum" haya sido favorecida con aquella calificación simplista con que se suelen excusar en forma vergonzante, y por contera farisaica, los deberes de la justicia social?

Posición constructiva.

La "Rerum Novarum" tiene un carácter propio, del que quizás no haya muchos ejemplos y escasos antecedentes. No milita en el número de los "ANTI', sino en el de los "PRO". En muchas partes ha habido empeño, desde luego bien intencionado, por formar agrupaciones obreras, católicas o no católicas, de carácter antisocialista, anticomunista, antiizquierdista, antirrojista, etc., pero quizás se haya perdido de vista la necesidad de crearlas y formarlas para el servicio de los aspectos positivos, es decir, en pro de la justicia social, en pro de los trabajadores, en pro de los deberes sociales. Aquello es negativo. Esto es positivo. Y mientras tanto aquellas organizaciones, objeto de esta actitud "anti", no han perdido el tiempo y, aunque la confesión nos duela, buena parte de los adelantos sociales ya alcanzados se deben a ellas. Bien saben éstas que los efectos que llamaremos de "anti", si los tienen, vendrán por añadidura como efectos del "pro". Imitémoslas pues. Del enemigo el consejo.

Son bastantes, al parecer los interesados en que la "Rerum Novarum" renuncie a sus aspectos positivos, y contraiga su acción a los aspectos negativos, esto es, que se consagre no a pedir justicia, sino simplemente a impedir que otros la pidan más allá de lo justo, o con métodos de violencia. Se quisiera que fuera a modo de cancerbero de la tranquilidad habitual que muchos creen ver amenazada por la legislación social. Todavía más. Se quisiera que fuera una organización apolítica, es verdad, pero de la que pudiera, tal vez, usarse en sentido político, eventualmente, en "Contra" de esto o de aquello, de éste o de aquél.

Significado positivo de la "Rerum Novarum".

Ya lo ha declarado la Central, y con todo énfasis, en su conclusión del último congreso, allí se dijo lo que es y lo que no es la "Rerum Novarum", y mientras se atengan a esas líneas fundamentales creo yo que marcha sobre seguros carriles. La "Rerum Novarum" es una organización de hombres de "buena voluntad", que apareció en la hora precisa en que se corría el peligro de que, mediante la aplicación a destajo, de la legislación social, de la palabra a que antes me referí, se hiciera posible herir de muerte nuestra legialación social, o desvirtuar sus propósitos esenciales. Mucha mala fe se necesitaría para asegurar que la "Rerum Novarum" es una organización comunista. En el supuesto que se diese esa mala fe, ciertamente ninguna persona sensata estaría dispuesta a dar crédito a tales afirmaciones.

También por eso la "Rerum Novarum", ha venido a ser, por una parte, un motivo de credibilidad en la justicia y en la oportunidad esenciales de la legislación social, y al mismo tiempo testimonio convincente en contra de quienes, por ignorancia, mala fe, o egoísmo, quisieran atentar contra la integridad sustancial de aquella legislación.

Creo estar en lo justo al asegurar que la "Rerum Novarum" es el primer "Hombre bueno" de la legislación social, y uno de sus mejores abonos. Grande y meritoria misión por cierto.

Hubo un tiempo en que hasta personas de moderación notoria, que anhelaban una reforma social que hiciera honor a la justicia, creyeron que sólo las organizaciones llamadas extremistas podrían apoyar y sostener con la necesaria energía, y con probabilidades de éxito, las reformas sociales profundas que se están operando en el mundo. La "Rerum Novarum" ha demostrado que para dar aquél apoyo, de que ciertamente necesitaba nuestra legislación social, no era preciso salir de Costa Rica ni imitar servilmente lo que en otros países había sido puesto en práctica. No hay en Costa Rica, por fortuna, agrupaciones obreras que no hayan declarado, —con sinceridad que, mientras la experiencia no demuestre lo contrario, hemos de tener por verdadera— que sus propósitos no sean exclusiva y netamente costarricenses.

La "Rerum Novarum" y la autoridad eclesiástica.

A propósito de lo que es y de lo que no es la "Rerum Novarum" es oportuno que haga una glosa acerca de los alcances de las declaraciones del último congreso de la Central, en relación con la Iglesia y con la Autoridad Eclesiástica. Leí en aquel entonces un comentario que no hacía honor a la Central. Me pareció entender que se alababa a la Central ya no sólo porque, en opinión del escritor, le había vuelto la espalda a la Iglesia, sino porque le había dado una lección a la Autoridad Eclesiástica. Sea esta ocasión para manifestar, con toda naturalidad, que la Iglesia, la Autoridad Eclesiástica no habría asumido la responsabilidad que asumió, al patrocinar doctrinalmente a la Central, sino bajo aquellas condiciones que ella misma determinó. En otras palabras, el mantenimiento invariable de la línea doctrinal social, que trazó en aquél Congreso es condición indispensable para que la Iglesia continúe dispensando su patrocinio a la Central. Pero ahí termina la responsabilidad de la Iglesia. Por tanto, los éxitos o los fracasos técnicos, tácticos, sociales y económicos de la Central, serán éxitos y fracasos de la misma Central y de sus dirigentes, ya que la Iglesia debe saber dónde termina el "Reino de Dios", y dónde comienzan los dominios del César. Los conflictos que en esos planes debe confrontar la Central, serán conflictos y problemas suyos propios, y no de la Iglesia ni de la Autoridad Eclesiástica. Espero que no se diga ahora que es la Iglesia la que le vuelve la espalda a la Central, y la que le señala sus propias funciones. ¡Cuán difícil parece a veces que los hombres sean capaces de suponer sinceridad y lealtad, en las personas y en las cosas que no son de su agrado!

Hablo, sobre todo, y como es natural, de aquello que más de cerca me interesa. Estamos en la época de las contradicciones. Parece que se ha criticado a la Central por no ser una organización de exclusivismo religioso, y porque en ella se admiten personas que no profesan la Religión Católica, que es la de la mayoría de los componentes de la "Rerum Novarum". La Central es una organización de interés económico-social prevalente, aunque, como es obvio, no puede descuidar los intereses espirituales y éticos que están involucrados en aquéllos, y en la medida que lo estén. Lo único que la Central pide a sus adherentes, es que acepten las soluciones fundamentales de la cuestión social que propone la Iglesia, y que no son, al fin y al cabo, otra cosa que la interpretación razonada y autorizada del derecho natural, al que están sometidos todos los hombres en todas las latitudes. Si todos los militantes de la "Rerum Novarum" fueran católicos, ella y la Iglesia serían los primeros en celebrarlo, pero no se les cierra las puertas a quienes no lo sean, precisamente porque, dentro de la concepción que presidió la función de la Central, ello cedería en detrimento relativo del carácter ecuménico y humano de aquella interpretación del derecho social que da la Iglesia. Las Encíclicas Pontificias no son exclusivamente documentos católicos o cristianos sino también documentos humanos. Y después se afirma que la Iglesia peca de intransigencia...

Apoliticidad de la "Rerum Novarum".

La Central no es una corporación política. Es una organización apolítica. Entendámonos. No puede desinteresarse de la política entendida esta en el sentido que tuvo en mente, creo que Platón, cuando dijo que el hombre es un animal político. La Central no puede desinteresarse de la politicidad del animal-hombre, pero sí profesa, y con todas las veras de su alma, no interesarse en la animalidad humana, que es propia de la política. Conste que hablo en términos platonianos, o, si queremos, platónicos.

Muchas alabanzas se ha tributado a la Central por sus repetidas declaraciones de apoliticidad. Al recordarlas vienen a la mente las palabras de Virgilio en la Eneida: "Timeo Danaos et dona ferentes" que podría traducirse en romance en la forma siguiente: "Qué habré hecho de malo, o qué mal se esperará de mí, cuando tales alabanzas me tributan los griegos". ¡Cuidado con los griegos! Los Aquiles son siempre temibles. Vencen y arrastran a Héctor, y después adquieren títulos de generosos con los despojos del vencido. La consigna de la Central, en esta parte, bien podría ser ésta: "ni política partidista de arriba para abajo, ni de abajo para arriba: defensa contra los atentados de la política partidista horizontal".

Se me dice que de parte de quienes han alabado, en la forma dicha a la Central, se ha puesto a circular la especie, de que ésta es un instrumento político ideado por el Arzobispo para medrar en la política. Vosotros sabéis que eso no es cierto ni puede serlo, y eso basta. Ese es uno de los tantos gajes que se me ha traído al Arzobispo, y que yo deposito con solicitud de coleccionista, en el museo de mis recuerdos.

La mística del movimiento.

Nervio de la disciplina, indispensable para la vida de la organización es la "mística" de la misma, esbozada ya en las declaraciones fundamentales del Congreso tantas veces citado. La "Rerum Novarum" no es un movimiento místico, pero, por contradictorio que ello parezca, no podría vivir sin mística. Si no tuviera mística sería un cuerpo sin alma. Qué sea en última instancia eso que llamo mística de la organización, no es fácil decirlo, así como no es fácil definir el alma y sin embargo, sin ella no se puede existir.

Sin mística, imposible es el espíritu de sacrificio, que es esencial para la vida de la organización, y sin el cual no podrán resolverse los múltiples problemas que habrá de confrontar en el curso de su carrera. Existen problemas y dificultades de orden económico, disciplinario, cooperativo, etc., en una palabra hay problemas y contrariedades de orden interno y de orden externo. El movimiento, como todos los movimientos similares, ha tenido su período de romanticismo, o, si queréis, de infantilismo, en el que todo parecía fácil hacerlo.

Con la organización de esta Confederación, entra en el período de su mayor edad, o sea. de realismo, que hay que encarar con mucha virilidad y con absoluta fe en el triunfo final. Ese realismo supone una gran medida de prudencia, de disciplina y de convicción, o sea de responsabilidad. Quisiera que entrarais en este nuevo período, armados con estas palabras de Nuestro Señor Jesucristo: "La verdad os hará libres", que yo parafrasearía en estos términos: "La verdad, y únicamente la verdad, os hará triunfar ".

Ese realismo, desde luego realismo santo, presume que la Central, sin perder de vista su función primordial de fomentar y resguardar por todos los medios legítimos, los derechos de los trabajadores, fáciles de perturbar por las contingencias económicas y sociales que se derivan de los problemas del trabajo, cultive en los trabajadores, al mismo tiempo, la conciencia de sus obligaciones. La palabra derecho es correlativa de obligación. Hablar solamente de los derechos de los trabajadores, sin poner ante sus ojos sus obligaciones, equivaldría a hacer demagogia.

Ese mismo realismo de que hablo presupone que la Central tiene conciencia de la obligación que le incumbe de procurar la armonía social. Cierto es, desde luego, que la obligación de procurar esa armonía no pesa solamente sobre la sindicación y que sería pueril pretender que ella sola, sin el concurso de los demás elementos sociales, pudiera alcanzarla. No hay que exagerar la importancia de la sindicación, no podemos concebir la sociedad en función de sindicato monstruo y monstruoso. Eso equivaldría, en último término, a desacreditar la sindicación. Por la misma razón, la Central, con espíritu de humildad que la dignificará no caerá en la tentación de exagerar su propia importancia. Del temperado análisis de la razón de ser de su propia existencia, nacerá la convicción de que es necesario reconocer la razón de ser y la importancia de todos y cada uno de los elementos que entran en la conjugación, no siempre regular del orden social elementos cuyos campos propios han de ser respetados, y a los cuales habrá que pedi cooperación.

La colaboración con otros organismos y personas.

La sindicación es por naturaleza una especialización social, que no puede prescin dir de la colaboración estrecha con todos los elementos de la comunidad. Por eso la Central "Rerum Novarum" debe, no sólo aceptar la colaboración sincera, también la económica de las personas y organismos de la sociedad que estén interesados en el mantenimiento del orden social, sino que ha de solicitar esa colaboración en donde quiera estén dispuestos a darla. Entre esos organismos o personas, hemos de citar la cla se patronal y el mismo Estado. Todos ellos tienen no pocos problemas comunes que han de resolverse, en justicia y comprensión, en interés del bien de la comunidad. El único límite que yo pondría a esa colaboración sería ésta: "La verdad en la libertad, la libertad en la verdad".

Quiero referirme en particular a la colaboración con los patronos. Si aquel realismo de que hablé antes, exigiera colaborar, pie a pie, con los patronos, ya fuera para que que no se abusara de las libertades consagradas en la legislación social, ya fuera para refundir, desde luego sin desnaturalizarlas, alguna o algunas de las disposiciones legales que pugnarán con la realidad social y económica de la comunidad en un período dado, ¿por qué no se habría de colaborar con ellos, si ellos por su parte se inspiraran en la verdad de la libertad, sin comprometer desde luego la libertad de la verdad que en tal supuesto cupiera a los trabajadores? En esta parte voy más allá de lo que pudiera llamarse simplemente colaboración de clases. Yo la llamaría colaboraciónsocial. ¿Que para llegar a ello será necesario sobreponerse de una y de otra parte, a una larga serie de prejuicios? Es verdad. Pero los prejuicios no son invencibles, cuando hay voluntad de vencerlos, y pienso que los patronos de Costa Rica alientan en mayor o menor medida esa voluntad. Es mi opinión, que me complazco en expresar aquí, que a la clase patronal nuestra, —que en su tipo medio va formándose una conciencia bastante desarrollada de sus responsabilidades—, se debe en mucho que el experimento social, delicado, como el que más, que estamos realizando, haya adquirido definitivamente el carácter de evolución y no de revolución. Es un mérito colectivo de la clase patronal que hasta ahora no ha sido suficientemente ponderado.

Verdadero significado de la sindicación.

Temo haber abusado de vuestra paciencia, aunque no de vuestra benevolencia para conmigo, que sé es bien larga. Pero, ya que esta era la primera, y quizás la última oportunidad que se me presentaba para hablar ante una convención como la vuestra, no podía excusar el referirme in extensum a estos aspectos del movimiento sindical que vosotros patrocináis y que merece toda simpatía.

Hace algunos años la simple palabra "sindicación", con razón o sin ella, era tomada siempre hacia mala parte por los grupos que llamamos representativos del orden, y entiendo que algo de eso acontece todavía en otros lugares. Gracias al esfuerzo combinado de cuantos comprenden las realidades sociales del presente, nosotros ya entendemos y podemos entender esa palabra, en su significado justo y preciso. A afirmar esa feliz interpretación de la palabra "sindicación" habéis contribuido vosotros en no escasa medida.

En otras partes, según parece, la situación ha sido, por desgracia, semillero de odios e instrumento de destrucción. Entre nosotros dichosamente, es y tiene que ser fuente de pacificación social e instrumento de edificación social.

En no pocos países la presencia de un Obispo en una reunión sindical, quizás carecería de sentido, cuando no sería motivo de admiración y aun de escándalo. En Costa Rica, supuestas determinadas circunstancias, está plenamente justificada. No creo, pues, haber escandalizado a nadie por haber aceptado la invitación que me hicieran, y que de nuevo agradezco muy cumplidamente.

Réstame solamente formular votos muy fervorosos a Dios, y a nuestra Patrona eximia, la Virgen de los Angeles, por el progreso de esta benemérita Confederación, que solemnemente inauguráis en esta fecha, así como por el bienestar de todos y cada uno de los dirigentes y agremiados de la "Central de Sindicatos Costarricenses "Rerum Novarum", y exhortaros, con el derecho que me da la simpatía que a la Central profeso, a que con vuestra energía y con vuestra prudencia, os hagáis cada día más dignos de las responsabilidades gravísimas que sobre vosotros pesa.

Termino mis palabras proponiéndoos, a manera de consigna simbólica, que expresa en substancia los ideales que perseguís, las dos siguientes: "RERUM NOVARUM" y LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES.

 

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