Neoliberalismo
y analfabetismo
Angel
Guerra Cabrera
La
Jornada
10
de febrero de 2005
En
los años 80 del siglo pasado los países miembros
de la ONU acordaron una serie de metas en la educación
a cumplir en 2015. Entre ellas estaba la universalización
de la educación primaria, preprimaria y la alfabetización,
y alcanzar una cobertura en secundaria de 75 por ciento.
El
jueves pasado La Jornada publicó que, según un informe
de la Comisión Económica para América Latina
(Cepal) y la Organización de Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés),
existen actualmente en América Latina y el Caribe 39 millones
de analfabetos y que la región necesita invertir 150 mil
millones de dólares hasta 2015 para superar todas sus deficiencias
educacionales. Otro documento de la UNESCO detalla esta situación
por país y expone de qué depende la inversión
que debe hacerse para cumplir los propósitos proclamados.
El informe manifiesta que sólo ocho naciones de América
Latina estarían en condiciones de lograrlo sin recurrir
a fondos extrapresupuestales: Argentina, Brasil, Cuba, Jamaica,
México, Trinidad y Tobago y Uruguay. Pero sólo "si
logran un crecimiento económico constante de 2.6 por ciento
anual de su producto interno bruto y aumentan la inversión
pública en educación en menos de dos puntos porcentuales
por año". Es decir, salvo Cuba, que ya cumple las
metas de 2015, es dudoso que esos países puedan alcanzarlas
si no cambian sus políticas, ya que ni su crecimiento económico
ni el aumento de su inversión pública en educación
se corresponde con los que la UNESCO considera indispensables.
No debe pasarse por alto que incluso cuando se produce crecimiento
económico una buena parte del ejercicio presupuestario
se dedica al pago de la deuda externa y a otros gastos, que en
nada contribuyen a abatir el rezago educacional.
De
acuerdo con estos informes la causa del analfabetismo radica en
una insuficiente cobertura de los sistemas de educación
pública y en la considerable deserción que ocurre
en la primaria. En realidad, el problema es más grave que
lo que arrojan las cifras porque no suelen reflejar un dato clave:
el número de analfabetos funcionales. Este dato no lo conocemos,
pero no sería aventurado afirmar que contando a los analfabetos
funcionales el número de iletrados podría doblar
el que entregan los informes. De ser así, tendríamos
en la región cerca de 80 millones de analfabetos. Y es
que la educación no puede disociarse de la realidad social,
económica y política en que opera. Así que
las causas de esta alarmante situación hay que buscarlas
en las precarias condiciones de vida material y espiritual en
que han vivido los países de América Latina y el
Caribe, particularmente en las últimas décadas del
neoliberalismo triunfante, con todas sus implicaciones. La deserción
de las aulas, por ejemplo, es ocasionada en muchos casos por la
incorporación de los escolares al trabajo, porque o bien
los padres han sido arrojados al desempleo o no les alcanza con
lo que ganan para mantener decorosamente a la familia, flagelo
cada vez más frecuente. La institución escolar también
ha sufrido un abandono considerable, que se refleja en la penosa
situación laboral y salarial de los maestros. Esto se ha
visto muy claro desde la década de los 90 en que se ha
producido un auge en la región de los movimientos magisteriales
contra la privatización de la educación, por la
defensa del humanismo en los programas de estudio y, obviamente,
por mejores salarios. Este cuadro forma parte de la injusta y
desigual distribución de los recursos en el mundo actual,
donde de 6 mil millones de habitantes del planeta, mil de ellos
ubicados en los países desarrollados, se reparten 80 por
ciento de la riqueza creada.
El
presupuesto militar de estos países alcanza la suma de
600 mil millones de dólares anuales y su gasto en subsidios
a sus agricultores llega a la mitad de la cifra anterior. América
Latina ha pagado siete veces su deuda externa de 1982 y hoy debe
tanto como entonces. De modo que no debe sorprender que uno de
cada dos latinoamericanos sea pobre, aunque en Centroamérica
la situación es peor. En este panorama desolador, desde
Venezuela viene un rayo de esperanza con su eficaz campaña
de alfabetización -Misión Robinson- y su aumento
sucesivo del presupuesto educacional que ha permitido la creación
de miles de nuevas aulas desde el nivel de primaria hasta el nivel
superior.
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